Corrían los años 80´s y Nicaragua enfrentaba el primer mandato del Presidente Ronald Reagan en los Estados Unidos, respaldado y sustentado por una plataforma ideológica de ultra derecha que encabezaba la Fundación Heritage, quienes no admitirían, bajo ninguna circunstancia, que se consolidara la Revolución Popular Sandinista, Revolución que había triunfado precisamente año y medio antes de su ascenso al poder. Atrás quedaban los intentos de Jimmy Carter por suavizar el proceso revolucionario, que amenazaba convertirse en una espina atravesada en el corazón mismo de Centro América, considerado desde siempre el traspatio norteamericano.
Fue Reagan quien ordenó el embargo comercial a nuestro país, al que se sumaron gustosos y solícitos, muchos gobiernos y gobernantes que se sentían traicionados por el rumbo a la izquierda, que muy notoriamente se advertía había tomado la Revolución. Un embargo que pretendía someter por hambre al país y obligaría a retomar el sendero democrático propuesto antes del 19 de Julio del 79 por los representantes de las nuevas autoridades impuestas luego de la victoria sobre el somocismo. Un embargo que, por una parte, se convertía en la principal amenaza de la estabilidad del gobierno, pero por otra y como siempre sucede, también en la oportunidad dorada de los mercaderes de las crisis, para hacer el negocio de sus vidas.
El bloqueo obligó a hacer mil y una peripecias a las autoridades del Gobierno Sandinista para tratar de, en el mejor de los casos, evadirlo y que la economía del país no se detuviera por la falta de insumos, repuestos, maquinarias, alimentos, pero sobre todo del petróleo, ese oro negro tan valioso hoy, como en aquellos tiempos aciagos de lucha, de sacrificios, de escasez y porque no decirlo, de heroísmo de miles y miles de nicaragüenses, que se las ingeniaban todos los días para sobrevivir en las peores condiciones que había tenido el país a través de su historia.
El embargo comercial impuesto demandó un complejo y elaborado proceso de intercambios y colaboración entre países socialistas y aun con países capitalistas, para lograr recibir los productos y efectuar el cambio o pago en especie o mediante el atrasado método de trueque, asumiendo compromisos de pago con terceros países, que a su vez tenían obligaciones con la Unión Soviética. En esta intrincada madeja internacional, Nicaragua podía pagar, por ejemplo, con el Algodón que antes se vendía a los Estados Unidos, a la Republica Democrática Alemana; con Tabaco, que ya no lo compraban los mismos Estados Unidos, a Bulgaria; El Café y Cacao, destinado a los refinados paladares Franceses y Suizos, podían destinarse a estos mismos mercados, pero a cuenta de Rumania. La carne, que antes iba al mercado norteamericano, se destinaba a México, países del Caribe y otros cercanos, a cuentas de un tercero que le adeudaba a la Unión Soviética.
Notas contables iban y venían y en ese ajetreo constante de débitos y créditos del comercio internacional, comenzaron las geniales ideas de establecer oficinas especializadas para evadir el bloqueo. Se trataba de triangular afuera para evadir el embargo adentro. Aparecieron oficinas comerciales en Canadá, Panamá, México y en algunos países europeos, operando casi clandestinamente, fuera de las sedes diplomáticas pinoleras, para abrir la ruta de un supuesto comercio libre y digno que rompiera el bloqueo y trajera los productos tan necesarios para nuestra maltrecha economía.
El petróleo no fue la excepción, gran parte del crudo era suministrado por la URSS, pero ni este provenía en su totalidad de la Unión Soviética, ni todo el petróleo era recibido en crudo. Nacionalizado el comercio exterior, el comercio interior, la banca y las principales industrias estratégicas, la conducción revolucionaria decidió que la Refinería ESSO y el control de las estaciones de servicio no fueran tocadas, pero si lo fue el control de las importaciones, la comercialización del crudo y sus derivados. Las restricciones de distancia, tiempos de transporte, capacidad de almacenamiento y de refinado local tenían que ajustarse a las condiciones impuestas por el bloqueo, por lo tanto se requería recibir otros tipos de petróleos y traer directamente derivados ya refinados de otros países diferentes de la URSS y aquí entraba la famosa triangulación.
Se calcula en cifras cercanas a los 50 millones de barriles de petróleo los “triangulados” durante los años de revolución, que dejaron no pocas ganancias a los “trianguladores”, brillantes, esforzados, imaginativos y sacrificados compas, quienes después de la derrota electoral del 89 se convirtieron en la nueva oligarquía de la post guerra. Algunos ni siquiera se tomaron la molestia de regresar al país, simplemente siguieron con sus prósperos negocios, pero ya no como “trianguladores”, sino como elegantes empresarios. Se dice que algunos salieron tan vivarachos, que traicionando la confianza puesta en ellos, al decir del dicho popular, se comieron el mandado, dejando a sus patrones con un palmo de narices. Fueron muy pocos los que regresaron a continuar decente y tranquilamente sus vidas, alejados de tanto ajetreo comercial y financiero.
En la Nicaragua Cristiana, Solidaria y Socialista de hoy, la cosa es más sencilla. Ya no se necesita triangular, pues esto, además de riesgoso con tanto malandrín suelto, es innecesario y muy complicado. El nuevo Estado Revolucionario (en su II Etapa) que se instauró en el 2007, estableció reglas de juego diferentes. Ahora, por decreto o sin él, se ha privatizado la cooperación petrolera venezolana, en virtud de la cual, los 10 millones de barriles de petróleo que se importan exclusivamente por ALBANISA, dejan la nada despreciable cifra de al menos 450 millones de dólares anuales a sus privatizadores, ya que de acuerdo a lo pactado, se establece que la mitad se pague a 3 meses, el 25 % es donado y el restante 25 % se pague a 25 años.
Pero la cosa no para aquí. La misma empresa ha privatizado en su propio beneficio las plantas energéticas donadas por Venezuela y Taiwán. Al día de hoy estas tienen una capacidad instalada de 370 Mega Watts, los que en virtud del convenio entre el Ministerio de Energía y Minas, MEM, y la citada empresa, se le pagan a esta ultima la cantidad de 14.0352 dólares por kilowatt hora de potencia instalada, genere o no energía, esto por los primeros 7 años en calidad de “Recuperación de la Inversión” y lo mismo durante los próximos 8 años, estos ya en concepto de utilidades.
935 millones de dólares aproximadamente serán los Ingresos Brutos en los 15 años del convenio. Mejor Imposible, ya que el precio del Full Oil a utilizar les costará al menos el 50 % del valor que tendrán que pagar el resto de las generadoras, ya que ellos son los únicos importadores y distribuidores del combustible.
En estas condiciones, la historia de las triangulaciones parece una vieja película de conspiraciones de la Guerra Fría. El pragmatismo en los negocios de la familia presidencial se impone, aunque esta venga revestida de una corrupción rampante, que ante la inmensa pobreza de los nicaragüenses resulta sencillamente asquerosa.