Tal a como estaba previsto desde cinco años antes, Daniel Ortega Saavedra fue investido nuevamente como Presidente de Nicaragua, en la conclusión lógica del fraude montado durante todo el proceso electoral que concluyó este 10 de Enero con el show de la toma de posesión. Para desgracia de todos los que han luchado por la Justicia, la Democracia y la Paz en Nicaragua en algún momento de sus vidas, el ascenso al poder de Ortega producto de la violación a la Constitución Política, la fecha coincide, por mandato de la misma Constitución, con el aniversario del asesinato del Mártir de las Libertades Públicas, Dr. Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, férreo e inclaudicable luchador en contra de la dictadura de los Somoza. Una reelección ilegal, ilegítima e inconstitucional, que lo convierte en un Presidente de Facto, al igual que la mayoría de los magistrados y funcionarios que están al frente de las instituciones del Estado nicaragüense.
Tras la larga sequía de 16 años, luego de la derrota electoral de 1990 a manos de Doña Violeta Barrios de Chamorro, el retorno a la presidencia era para Ortega una cuestión de honor. Derrotado por los votos de los nicaragüenses el 25 de Febrero de ese año, no tuvo más alternativa que doblar su rey y aceptar la legítima victoria de Chamorro. A partir de la entrega del poder, dos meses después, se iniciaba la larga lucha por reconquistarlo. Durante el primer gobierno de la post guerra, la sentencia de Gobernar desde Abajo se convirtió en un mecanismo de presión sistemática para forzar al nuevo gobierno a aceptar el estado de cosas que quedaba luego de todo lo actuado durante el corto período de transición. Paralelamente, a lo interno del FSLN, Ortega iniciaba un trabajo metódico y paciente por hacerse del partido que fundó Carlos Fonseca Amador. En ambos casos tuvo el éxito deseado. El Gobierno de Doña Violeta se rendía ante las asonadas y las amenazas de más caos, teniendo que aceptar la creciente influencia del ex presidente derrotado, en la toma de las decisiones gubernamentales. Por otro lado, comenzaba el proceso de licuar lo que era en ese entonces el FSLN para convertirlo, tímidamente al inicio y abiertamente después, en lo que es ahora: el orteguismo.
Vino la derrota siguiente en las elecciones del 96 a manos de Arnoldo Alemán. Ya la metodología estaba validada. La presión en las calles era el mecanismo fundamental para arrancar cualquier concesión al gobernante de turno. Pero Ortega fue más allá. Conocedor de la cobardía de su interlocutor y el temor a ser desaforado por la acusación de violación de su hijastra, decidió pactar con él. De esa forma saltaba olímpicamente su aparente debilidad y pasaba a cogobernar con Alemán. Continuó en su paciente trabajo de infiltrar todas las instituciones del estado, al extremo de someter a su voluntad al caudillo liberal, toda vez que lograba tener mayoría en la Corte Suprema de Justicia, haciendo uso de su método favorito: la cooptación y compra de voluntades de los magistrados y funcionarios liberales de la época, proclives a ceder fácilmente ante este tipo de “presiones”.
Quedaba el camino preparado para doblegar al ganador de las terceras elecciones nacionales post Revolución, que se convertían a su vez en igual número de derrotas consecutivas de Ortega. Teniendo de rehén a Alemán, la negociación con el Presidente Bolaños fue mas expedita, ya que este ansiaba poner tras las rejas a su anterior benefactor. Fue una relación fluida entre ambos, hasta la llegada del Secretario de Estado Norteamericano, General Collin Powell, quien exigió a Bolaños concluir su alianza con Daniel Ortega. Dócil ante los norteamericanos, no tuvo más alternativa que romper abruptamente con éste, provocando la furia de Ortega y la recomposición de sus relaciones con Alemán, en una reedición del Pacto de los Mengalos. Solamente la acción de la OEA salvó al Presidente Bolaños de ser derrocado por sus dos acérrimos enemigos. En cambio, Ortega consolidaba sus posiciones en todos los poderes e instituciones del estado, como preludio a lo que se vendría posteriormente.
Por fin llegaba Daniel Ortega nuevamente al poder, de la mano de un eficiente Consejo Supremo Electoral, que seis años después no ha entregado los resultados finales de las elecciones de Noviembre del 2006. Durante los cinco años al frente del gobierno, respaldado por la cooperación venezolana y desaparecido el FSLN, que devenía en un fortalecido y sumiso orteguismo, la tarea por asegurar la continuidad se planteaba sumamente fácil: Mantener o profundizar los niveles de pobreza de la población; corromper al máximo posible a los políticos y a los partidos “opositores” a su gobierno; mantener el control de todas las instituciones del estado, haciendo énfasis especial en la Policía y el Ejército; desarrollar una serie de programas asistencialistas los que, con la pobreza imperante en el país, se convertían en la dádiva que todos los pobres anhelan recibir; controlar el entorno mediático para garantizar la uniformidad del mensaje; asegurar el apoyo de amplios sectores de la juventud, sin conocimiento, ni por referencia, de la dura época de los años 80´s; neutralizar al empresariado nacional permitiéndoles participar en el festín y finalmente, garantizar el apoyo del viejo enemigo, el Cardenal Obando y Bravo.
Todo fue cumplido al pie de la letra, sobre todo los dos últimos eslabones, ya que ambos resultaron más solícitos y efectivos de lo esperado. El plan estaba montado para las elecciones del 6 de Noviembre pasado, tomando como base de experiencia el fraude de las municipales del 2008. No se podían dejar los rastros visibles que quedaron anteriormente, con las actas que gritaban a pulmón batiente el robo de los votos. Esta vez la metodología utilizada fue diferente, pero el atraco, mas descarado aun, expuesto inclusive ante los observadores internacionales independientes, que declaran los resultados INAUDITABLES.
En estas condiciones accede Ortega al poder en su segundo mandato consecutivo y tercero en general, en abierta violación al Artículo 147 de la Constitución Política, amén de estar 32 años gobernando desde arriba, desde abajo, desde en medio y desde al lado. Una crisis de legitimidad, nacional e internacional, se perfila como acompañante en estos próximos cinco años de gobierno, crisis que puede marcar la diferencia entre lo que quiera y pueda hacer. Evidentemente, también será responsabilidad de la oposición, lo que al final se le permita hacer, pues contrario a lo que se piensa, su mayor debilidad es la mayoría espuria lograda en base al fraudulento manejo de los resultados electorales, aunque siempre es bueno aclarar que la oposición no es una Alianza o los partidos políticos, la oposición somos todos los nicaragüenses que rechazamos la dictadura política, económica, social y hasta religiosa que se nos quiere imponer; los que estamos en contra del alza desmesurada del costo de la vida; los que nos negamos a ser borregos de desfile; los que estamos en contra del enriquecimiento ilícito de la cúpula gobernante; los que aborrecemos la corrupción de la clase en el poder; los que rechazamos las medidas impopulares en contra de los jubilados; los desempleados; los jóvenes sin futuro ni esperanzas; los que tienen que migrar dejando a su familia en la incertidumbre; las mujeres violentadas por el sistema; inclusive, hasta aquellos que creyeron en el orteguismo y ahora, victimas de la soberbia y la prepotencia, se convierten en los nuevos humillados por el poder.