Haz dinero
honradamente,
y si no…
haz dinero.
Consejo
del sinvergüenza.
Corrían
los últimos años de la década de los 60’s y comienzos de los 70’s, todo era paz
y amor entre la dictadura de los Somoza y las cúpulas empresariales, una
armonía basada en la repartición de roles y feudos económicos: La familia a la
política y las cúpulas a los negocios. La acumulación de capital de quienes
detentaban el poder, incluida la cúpula militar, estaba en el proceso de
consolidación, por lo que no habían mayores contradicciones en lo pactado, hasta
que el terremoto del 72 abrió una fisura insalvable en esta relación. La
cuantiosa ayuda que vino del resto del mundo para la reconstrucción del país,
era un filón demasiado grande como para dejárselo a los empresarios y Somoza
decidió que a él le correspondía la mayor parte en la repartidera que se veía
venir.
El
matrimonio estable y de mutua conveniencia que se había alimentado durante
años entre estos dos sectores, hasta
antes de aquel aciago mes de Diciembre, llegó a su fin y la historia de lo que pasó
después es harto conocida. Somoza llevándose la tajada del León y echándose
como nuevos enemigos a los que meses antes eran sus incondicionales amigos. Una
parte de los empresarios aguantando el vendaval, otros sumisos al dictador y
viendo todo color de rosa con tal de seguir parasitando en el erario público y
una buena parte de ellos apoyando a las distintas alternativas opositoras al
gobierno, entre ellas el FSLN. El 19 de Julio del 79 caía el Empresario –
Presidente, dueño de la Mamenic Line, de Lanica, de la Plywood, del Ingenio
Montelimar, de Estación X, de Novedades, del Canal 2 y el Canal 6, de la
Fosforera, de La Fundadora, de la Mayco, de la Mercedes Benz, de la Cementera,
de la Nicalit y de más de cuarenta otras grandes empresas y de media hacienda
en que habían convertido a Nicaragua. Muchos empresarios huyeron con él al
exilio, otros se quedaron en el país pues ni la debían ni la temían y otros,
pocos, entraban a Managua al lado de los triunfadores contra la Dictadura
Somocista.
Llegó
entonces la Revolución Popular Sandinista, un proyecto que presentaba la
Economía Mixta entre sus grandes postulados. Se nombraba una Junta de Gobierno
que resumía la mayoría de los intereses nacionales. Alfonso Robelo Callejas
representaba a los empresarios nacionales, sin embargo, un año después
renunciaban este y luego Doña Violeta Barrios de Chamorro, motivados por la
presión a que eran sometidos por la contraparte revolucionaria. Fueron
sustituidos por Arturo Cruz Porras y Rafael Córdoba Rivas, este ultimo mantuvo
una relación de mayor tiempo con el sandinismo ya que el primero renunció
también, siguiendo los pasos de sus antecesores e incluso fue candidato fallido
en las elecciones del 84.
Basta
una anécdota para ejemplarizar la relación entre la Revolución y los
empresarios. Quien esto escribe, estando de Jefe Militar de la 11 Brigada del
EPS en la Primera Región Militar, cuyos territorios comprendían San Rafael del
Norte, La Concordia y Yali, entabló una excelente amistad con una de las
familias más reconocidas del lugar y en especial con don Enrique Blandón,
cabeza de dicha familia. Entre trago y trago dominguero, acompañando los
deliciosos almuerzos que preparaba su esposa Doña Yolanda, “cariñosamente” me
reclamaba cada vez que podía, de la confiscación de que había sido objeto por
parte de la Revolución. Me comentaba de que antes del 79, entregaba cerca de
800 novillos de engorde cada año al matadero en Managua, generando riqueza para
él y los suyos, pero también al país, y que ahora, “su finca se la habían dado a un montón de haraganes”, aunque según
recuerdo, no fue esa precisamente la palabra que uso, “que hasta arrancaron los cercos para no tener que ir a buscar leña al
monte”. Con cierta resignación me decía, “perdí yo y perdió mi familia, pero también perdió el país, porque estos
vagos ni siquiera un ternero engordan”.
Cruda
y simple, así fue la relación entre la Revolución y los empresarios, unos
empecinados en mantenerse con vida y otros afanados en desaparecerlos como grupo
social, aunque, como en los tiempos finales del General Somoza Debayle, unos
cuantos tratando de aprovechar sus relaciones con el poder para su propio
beneficio. Los eternos parásitos del erario público, nuevamente en acción.
Excelsos contorsionistas, que como los gatos, siempre caen parados. Hay muchas
cosas interesantes que contar del manejo económico de la época y que afectaban
directamente al sector empresarial que todavía sobrevivía en el país, las dos que
más resaltan son los Lunes Negros y la Operación Bertha. Los primeros,
originados por el férreo control cambiario de la época, en los que todos los
lunes se devaluaba la moneda respecto al dólar y los empresarios, sobre todo el
sector comercio, tenían que ajustar automáticamente los precios de los
productos. Muchos se volvieron expertos en el manejo de estos desajustes y se
preparaban desde el viernes para hacer sus malabares económicos. La otra, la famosa
“Operación Bertha”, el cambio de la moneda hecho un 14 de Febrero de 1988, el
Día de los Enamorados. El Diario La
Prensa lo reseñó 20 años después, en el 2008, de la siguiente forma: “La llamada ‘Operación Berta’, dijo posteriormente
la Cámara de Comercio de Nicaragua (Caconic), realizada el 14 de febrero de
1988, constituyó uno de los más duros golpes a los comerciantes formales
fraguado para descapitalizar totalmente al sector formal del comercio, ya que
los altos funcionarios del gobierno que sabían de la operación entregaron
córdobas sin ningún valor, a cambio de los inventarios, generando la
descapitalización más grande de la historia”. Más amor, imposible.
Con
la victoria de Doña Violeta Barrios de Chamorro en el 90, llegaba a su fin la Revolución
Popular Sandinista e iniciaba una nueva época, cuya característica más
destacada, además de la salida del oscurantismo social, político y económico,
era la aparición de una nueva clase, los empresarios sandinistas. Un nuevo
sector de ciudadanos “Revolucionarios” que recién habían perdido el poder, sus
cargos en el gobierno y los resortes que manejaban dentro y fuera del país y
que se resistían a ser visto como desplazados por quienes llegaban a hacerse
cargo de lo que antes ellos habían disfrutado. De la noche a la mañana y
gracias a la repartidera que hubo en escasos tres meses, repentinamente
surgieron capitales y capitalistas donde antes solo había habido consignas revolucionarias,
llamados a vivir como los santos, desprecio a la burguesía capitalista vende
patria y arengas anti imperialistas.
Ahora
tocaba mimetizarse y cohabitar con los antiguos enemigos de clase, ganarse el
reconocimiento de ellos y dedicarse con esmero a lo que tanto y durante tanto
tiempo habían anhelado: hacer plata. Unos, gracias a sus contactos y a la “dedicación”
que le pusieron al asunto, se convirtieron en verdaderos magnates; otros
dilapidaron lo que usurparon y volvieron a sus orígenes, borregos del poder y
al servicio del gobernante de turno; y otros se mantuvieron relativamente
estables, sobreviviendo a los 16 años de poder libero – conservador. La mayoría
de los capitales emergentes se consolidaron, pero también los viejos capitales
tuvieron su parte durante este periodo de “Gobiernos Neoliberales”.
Las
privatizaciones de todo lo que había sido nacionalizado dejo una huella
apestosa de corrupción, bancos, empresas, fincas, concesiones, etc., etc. y
etc. Todo lo que podía ser vendido se vendía, muchos se sacaron el premio mayor
de la lotería sin haber comprado ni siquiera un vigésimo. El segundo gobierno,
el del Dr. Arnoldo Alemán, fue catalogado como el más corrupto de todos cuanto
habían pasado a través de la historia de Nicaragua. Fue el reinado de la
sinverguenzada en la que muchos empresarios viejos y nuevos sacaron tajada del
sistema. Muchos también fueron perseguidos por los lebreles de la DGA y DGI,
sobre todo aquellos que no se enfilaron en el coro de la corrupción imperante,
lo que deja en evidencia que aun en la época del desastre moral hubo
empresarios dignos y honestos que se dedicaron a trabajar y generar riquezas
para ellos y para el país.