En nuestro Editorial del sábado 9 de Marzo del año en curso, hacíamos un
repaso de las vicisitudes que iba a afrontar el presidente – sucesor – designado
– candidato Nicolás Maduro en el escenario de una Venezuela post Chaves, luego
de la desaparición del caudillo. Mencionábamos la lucha que se entablaría entre
los diferentes grupos fácticos, identificados como clanes, por hacerse de una
mayor cuota del poder que dejaba con su muerte el Presidente Chávez, ya que
ninguno de los representantes de estos grupos tuvo más preeminencia que otro, dado el esquema utilizado por los caudillos en
todas partes; mientras todos se consideran los delfines y se desangran en pugnas intestinas por el
favor del Líder, este reina con tranquilidad sabiendo que es el único que los
controla.
Lo que ya se intuía venir, se hizo oficial con el destape de la grabación
entre uno de los plumíferos más connotados del chavismo, Mario Silva, y el
miembro de la inteligencia cubana, el Coronel Aramis Palacios, cuyo nombre real
no debe ser este, tomando en cuenta las obvias medidas de seguridad que toma la
agentura cubana en el exterior. Sin embargo, lo que revela la plática entre
ambos y que ha acaparado la atención de la prensa internacional, es la profunda
división entre dos de los tres grupos que dominan la escena política
venezolana, división que puede llegar a límites insospechados, si el tercer
grupo no pone las reglas claras, nos referimos al grupo de los militares,
quienes serían los árbitros en esta disputa interna, aunque también tienen sus
propias contradicciones, sobre todo por su rechazo casi unánime al actual
Ministro de Defensa, Almirante Diego Molero.
El gran problema que se avecina, no es solo la implosión del chavismo a lo
interno de Venezuela, sino que también estaría en juego la subsistencia misma
del modelo del “Socialismo del Siglo XXI”, construido pacientemente durante 14
largos años por su máximo valedor, el difunto Hugo Chávez. Un modelo construido,
a nivel externo, sobre la diplomacia del petróleo, cuyo esquema básico es tener
influencia política a cambio de petróleo. Un esquema que supone aprovecharse de
la necesidad de los pueblos latinoamericanos, quienes dependen del petróleo
como el pez del agua. A nivel interno, un modelo basado en el clientelismo
político, el colapso del sistema democrático y el estado de derecho, la
agitación enfermiza de la lucha de clases, la hegemonía de la sacrosanta “Revolución” contra todo lo que se
oponga a ella y sus dirigentes, y una corrupción generalizada en el aparato
estatal, partidario y militar, para tener a todos contentos.
La desaparición de Chávez y la manifiesta carencia de liderazgo de su
sucesor para poder llevar a cabo los sueños del Líder, construir el socialismo
en Latinoamérica y guiar la nueva revolución mundial antiimperialista, han
empezado a reflejar las previsibles consecuencias: la lenta pero segura
desaparición de un modelo que jamás tuvo un sustento ideológico y político
sólido, únicamente el padrinazgo oportunista de los caudillos cubanos y el
apoyo, aun mas oportunista, de quienes se sumaron al proyecto. Tanto el ALBA,
como el CELAC y por supuesto el Sucre,
tienen los días contados y todos lo saben, aunque no lo dicen. Muchos esperan
sacar el máximo de beneficios posibles, mientras duren los actuales dirigentes
venezolanos en el poder. Y nuestro país no es la excepción.
Sabedores de primera mano que la llave del grifo del que han gozado durante
casi 7 años está próxima a cerrarse, el orteguismo pretende venderle al pueblo
lo de siempre, ilusiones de una repentina bonanza que llegará de la mano de los
mega proyectos. Nuevamente se desempolva el Gran Canal Interoceánico, como la
panacea para alcanzar el desarrollo y salir del inframundo. Atrás están quedando
los proyectos de la Represa Tumarín, la Súper Refinería “El Supremo Sueño de
Bolívar”, el Satélite Mandarín, la irrigación de cientos de miles de manzanas
de tierra cultivable con el agua del Lago de Nicaragua, y otros muchos que en
su momento fueron anunciados con mucha pompa y no menos ruido. Sin embargo, la
realidad es otra. Lo que en realidad se cuece, es la consolidación de los
negocios del Holding Presidencial, en una calculada previsión del cierre de la
fuente de los recursos de la cooperación venezolana.
Ya se consolidó, y más rápido que ligero, el cuasi monopolio energético. La
empresa distribuidora TSK, de la noche a la mañana se ha hecho merecedora de un
tratamiento especial, solo dado a las empresas de la Fammilia. El monopolio petrolero se consolida cada día más y amplían la capacidad de distribución de combustible en el país, con las enormes inversiones
familiares en las nuevas gasolineras de Petronic. Ahora encaminan sus pasos
hacia la industria de las comunicaciones. Es un secreto a voces que van por una
de las dos empresas de telefonía que operan en el país y que tendrían no menos
del 40 % de participación en la empresa de comunicaciones china, Xinwei,
próxima a instalarse en Nicaragua. Todos los movimientos en la Asamblea
Nacional, relacionados con la Ley de Antenas para beneficiar a esta ultima, son
el preludio de lo que está por venir.
Petróleo, energía y comunicaciones son tres industrias estratégicas y
altamente sensibles para un país tan pobre como el nuestro. Que estén en manos
de un grupo familiar es excesivamente riesgoso y peligroso para los intereses
nacionales. Por algo en la vecina Costa Rica, cuyo nivel de vida y desarrollo
estamos lejos de alcanzar, las tres se encuentran en manos del Estado y los
ticos están aun más lejos de ser Socialistas, Cristianos y Solidarios. Ah! Y
sin tanta retorica populista y demagógica, resistieron las presiones del FMI
para privatizarlas.