sábado, 8 de junio de 2013

EL CANAL: EL NEGOCIO DEL SIGLO O NEGOCIO PARA UN SIGLO?


Corrían los primeros meses del año 1914 y se encontraba al frente de la presidencia en Nicaragua el conservador Adolfo Díaz, impuesto por la intervención yanqui luego de haber depuesto al General José Santos Zelaya, entre otras cosas por oponerse a conceder el derecho a los Estados Unidos de construir un canal interoceánico en nuestras tierras. Díaz nombró en el cargo de Embajador en Washington al General Emiliano Chamorro, quien siguiendo instrucciones de su jefe, negoció con el entonces Secretario de Estado norteamericano Williams Jennings Bryan, la concesión por 99 años de los derechos a construir un canal interoceánico a través del Rio San Juan, la cesión de las Islas del Maíz en el Atlántico y la construcción de una base militar en el Golfo de Fonseca. Esta venta de la soberanía nacional fue tasada en… 3 Millones de Dólares! Eran los dorados tiempos de las Bannana Republics. El tratado se firmaba el mismo año en que iniciaba sus operaciones el Canal de Panamá.

Los Estados Unidos en realidad nunca quisieron construir un canal por Nicaragua, pero la concesión les daba el derecho a que nadie más lo pudiese construir, ya que su verdadero interés era evitar la intromisión de Inglaterra en tierras americanas y que los ingleses pusieran en riesgo la inversión hecha en Panamá. No lo hago, pero evito que nadie más lo haga, parecía ser la mentalidad de los gobernantes gringos de aquella época, quienes habían cercenado el territorio panameño a Colombia, precisamente para construir el gran proyecto canalero. La concesión además impedía a terceros, la construcción de un oleoducto que transportara el petróleo desde la Costa Caribe hasta el Pacifico, algo que era del interés de un personaje que pasó raudo en la historia nacional, el multimillonario Howard Hughes, quien en alianza con Anastasio Somoza Debayle pretendía desarrollar dicha obra.

La historia convierte en héroes a los villanos y a estos en héroes, en determinados episodios del devenir histórico de las naciones. Es así que el dictador Somoza Debayle se transforma, aunque parezca increíble, en el personaje que logró la tercera independencia de Nicaragua, con la abolición del Tratado Chamorro – Bryan en 1972, 56 años después de su oprobiosa firma. Los billetes de 20 córdobas de la época recogerían para la posteridad este episodio. Sin embargo el terremoto de este año, dio al traste con los planes inversionistas del misterioso Hughes y su socio Tachito. Rubén Darío, nuestro inmortal panida, calificó a Adolfo Díaz y a Emiliano Chamorro como VENDEPATRIAS por haber vendido la soberanía nacional por Tres Millones de Dólares.

Augusto Cesar Sandino, el General de Hombres Libres y supuestamente santo y seña de quienes usufructúan el poder en nuestro país, uno de los cuales dice que habla todos los días con él, se refería en los siguientes términos a quienes entregaban la soberanía nacional, en su carta a Juan Bautista Sacasa, con fecha 7 de Agosto de 1933: “… sale sobrando en esta Suprema Proclama de Unión Centroamericana, referir lo que han hecho nuestros traidores gobernantes, concertando criminales e ilegales Tratados, Pactos y Convenios, como los Bryan – Chamorro…”.

99 años después de la firma del tratado indigno y entreguista, la historia se repite en nuestra sufrida nación, victima recurrente de gobernantes inescrupulosos, quienes disfrazados de conservadores, de liberales o de sandinistas, siempre están dispuestos a enajenar al país siguiendo sus propias ambiciones. Nuevamente se entrega la soberanía nacional, solo que esta vez aumentaron su precio, ahora la venta se estaría haciendo por 10 millones de dólares anuales y no por los tres millones que recibieron Adolfo Díaz y Emiliano Chamorro.

Pretenden, mediante la aprobación de una ley oprobiosa, conceder por 50 años, prorrogables por 50 más, a discreción y voluntad de la misteriosa empresa creada para este fin, la soberanía de todo el país, para la construcción de una serie de proyectos, denominados eufemísticamente “sub proyectos”, y que comprenden: un canal interoceánico tradicional para naves que atravesaría el Lago de Nicaragua; un canal seco para construir una línea férrea de transporte de carga que una el Atlántico con el Pacifico; un puerto de aguas profundas en el Atlántico y otro en el Pacifico; un oleoducto desde el Atlántico hasta el Pacifico; dos zonas de libre comercio que se establecerán en las terminales del canal interoceánico; dos aeropuertos, uno en cada zona de libre comercio y la infraestructura que el inversionista considere necesaria para desarrollar los sub proyectos mencionados. Difícilmente Adolfo Díaz y Emiliano Chamorro lo habrían redactado en términos más ignominiosos para al país. Pero apartando las digresiones históricas,  conviene reflexionar profundamente en lo que estos prestidigitadores nos quieren endosar.

Lo primero es que la soberanía nacional tiene ahora un solo dueño, y no es el pueblo nicaragüense, es la “Empresa Desarrolladora de Grandes Infraestructuras S. A.”. Como no existe ninguna ruta especificada, ni para el canal interoceánico, ni para el canal seco, ni para el oleoducto, ni para los restantes “sub proyectos”, el país entero estaría a disposición de estos modernos filibusteros y ninguna ley en el país, ni siquiera la Constitución Política podría oponérseles.

Lo segundo es que esta misteriosa empresa, a quien le otorgan “el derecho de ceder, novar, transferir o gravar todos o cualquiera de sus derechos u obligaciones respecto a todos o cualquiera de los subproyectos…” se convierte en una concesionaria exclusiva de derechos, con la facultad de hacer con ellos lo que le plazca. Una variante de lo que hizo el gobierno norteamericano en 1914, cuando se otorgó la exclusividad de la construcción del canal interoceánico, lo cual le permitía no hacerlo  ni dejarlo hacer. Esto amarra por 100 años al país entero con la Empresa Desarrolladora de Grandes Infraestructuras S.A., quienes, si no encuentran socios que inviertan en todos estos “sub proyectos”, tampoco dejarían a futuros gobiernos que los busquen. Todo tendría que pasar por ellos necesaria y obligatoriamente. Cálculo perverso, propio de mentes retorcidas.  

Lo tercero, uno de los “sub proyectos”, el Canal Interoceánico, condena a muerte al Lago de Nicaragua. Cualquiera con tres dedos de frente, sabe que un proyecto de tal magnitud en la principal y estratégica reserva de agua del país y posiblemente de Centro América, tendría tal afectación en el mediano plazo que haría inviable su aprovechamiento como fuente de agua potable. El Gran Lago resiste  heroicamente el cambio climático, el despale, la desaparición de los ríos que desembocan en sus aguas, el uso indiscriminado de sus aguas para la agricultura, la contaminación, la sedimentación, entre otros males, pero sería incapaz de resistir la construcción de un Canal que traslade barcos de gran calado desde el Atlántico hacia el Pacifico.

Cuarto y final, el dueño de la empresa que aparece como firmante del “Tratado Ortega – Wang”, (aunque hayan puesto a firmar al inefable Coronel Kautz, el del “paisucho”), el inversionista chino Wang Jing, es también el Presidente de la empresa Xinwei Telecom Enterprise Group, la misma que autorizaron para operar en Nicaragua la telefonía celular y que construirá el famoso “satélite mandarín”. En esta última concesión, es vox populi que la Fammilia tiene no menos del 40 % de participación. La pregunta del millón es: Cuál es el porcentaje que nuestros avezados gobernantes – empresarios, tienen en la nueva empresa formada para llevar a cabo los “sub proyectos” que se señalan en la Ley Especial para el Desarrollo de Infraestructura y Transporte Nicaragüense atingente a El Canal, Zonas de Libre Comercio e Infraestructuras Asociadas???????