Explicábamos en nuestro
Editorial anterior que hubo factores externos e internos que dispararon las
alarmas en la cúpula de la familia presidencial y que motivaron la preocupación
de preservar el entorno familiar y el capital acumulado en estos casi ocho años
de poder. Los sucesos acaecidos en el oriente medio que provocaron la Primavera
Árabe, cuya principal consecuencia fue la captura, enjuiciamiento, muerte o
exilio de los dirigentes de estos países, sus hijos y la pérdida de una buena
parte de lo acumulado durante años de gobierno, constituyó el detonante
externo. A lo interno, muchas son las preocupaciones dentro de la familia
gobernante de que el proyecto concebido para gobernar por más de cincuenta años
haga aguas en poco tiempo. Una fuerte división interna, en la cúpula y en la
base, mucho más profunda de lo que se especula; la deteriorada salud del
comandante, que deja en el aire el asunto de las sucesión presidencial y la
dirección del partido orteguista; el poder casi omnímodo de la compañera, que
ha alejado de los resortes de la toma de decisiones, y por supuesto de los
negocios creados al amparo de la cooperación venezolana, a un sector importante
de la cúpula que no comulga con ella.
Otro de los elementos lo
constituye el cierre paulatino de la cooperación venezolana, que permitió un
enorme enriquecimiento ilícito y la creación de un modelo de poder basado en la compra de conciencias y voluntades,
pero sobre todo, un modelo que contribuyó a disminuir la capacidad de reacción
de la población, manteniéndola sumida en la pobreza e ignorancia, impotente y esperanzada
en las promesas populistas de un mañana luminoso que nunca llega, y que, en el mientras
tanto, reciben a cuenta gotas el asistencialismo del gobierno.
LA CORRUPCION: EL MAL QUE
CORROE AL ORTEGUISMO.
Muchos no conciben que el
fenómeno de la corrupción esté vinculado al asunto canalero, sin embargo,
arriba, en medio y abajo de las filas orteguistas, se vive una sensación de que
“esto pronto se acaba y que hay que
aprovechar todo lo que caiga”. Los niveles de corrupción en el partido, en
el gobierno y en el estado son de magnitudes colosales. Las Alcaldías
Municipales son vistas como la panacea de una gran cantidad de vivianes que han
hecho millones al amparo del erario público. Los Secretarios Políticos
orteguistas se han convertido en los modernos pretores, dueños de la vida y
hacienda de los territorios confiados a ellos por los nuevos emperadores. La
cúpula orteguista nada en los millones que les permite el manejo de la
información privilegiada; el abuso de los resortes del poder para favorecer a
familiares y amigos con licitaciones fantasmas; la impunidad para depredar
Bosawás, por ejemplo, sin que nada ni nadie haga algo por detener la
destrucción de la Reserva de la Biosfera; las coimas exigidas por los
funcionarios de gobierno; las tomas de tierra autorizadas por delegados políticos
y autoridades municipales en contubernio con autoridades policiales, creando un
enorme tráfico de propiedades, donde incluso no se sabe hasta donde el
narcotráfico está involucrado, sobre todo en la zona del Caribe Norte y Sur. Es
el segundo escalón de la cadena alimenticia de estos modernos depredadores y
como saben que en el primero el enriquecimiento es mayor, la situación se torna
incontrolable. Es lo que antecede a la destrucción, lo vimos con Somoza.
LA LEY 840: LA GRAN IDEA
PARA RESOLVER LOS TEMORES.
Ante todo este estado de
cosas, el análisis de la familia presidencial identifica una situación política
y social, que difícilmente perdurará por mucho tiempo, por lo que las
previsiones tenían que venir de la mano del famoso Plan B, concebido para
sustituir la ausencia de la cooperación venezolana, el Plan en el que los
chinos continentales entran en escena. Los pasos eran sencillos. Paso 1: Crear
una ley constitucional que permitiera asegurar familia y capital, ya que las
condiciones en la Asamblea Nacional estaban dadas con el fraude del 2011, una
mayoría espuria de diputados capaz de hacer cambios constitucionales sin
necesidad de pactar con nadie. Y nació la Ley 840. Paso 2: Respaldar las
reformas constitucionales con una reforma al Código de Organización Militar, que
permitiese utilizar al Ejercito como respaldo de fuerza a todo este despropósito.
Paso 3: Reformar la Ley de la Policía para legalizar todo lo actuado, sobre
todo en los abusos a la población e impunidad en la actuación del cuerpo
policial, una especie de plataforma de lanzamiento para lo que vendrá después.
La Ley 840 es tajante, se
entrega una parte del país, sino el país entero, a una empresa de origen chino,
la HKND, cuya cabeza visible, Wang Jing, da la impresión de ser no más que un
testaferro de la familia Ortega – Murillo. La concesión ratifica una amplia
discrecionalidad a la empresa concesionaria sobre los recursos de todos los nicaragüenses,
incluido lo más precioso y sagrado, su soberanía nacional; el país no es dueño
de nada, ya que todo es propiedad de HKND, incluido aire, agua, tierras y
recursos naturales; se trasforma en la práctica la Ley de la Propiedad, ya que
la empresa concesionaria tiene derecho a expropiar cualquier propiedad privada,
comunal o gubernamental; en el colmo del atraco a la soberanía, se autoriza a
la empresa a vender, prendar, hipotecar o dar en garantía la concesión y todos
los derechos que otorga la Ley; está garantizado el impacto negativo en la potencialmente
principal y estratégica fuente de agua de Nicaragua y Centro América, así como
en una enorme extensión de bosques y de biodiversidad en la ruta trazada. La
ley establece la potestad de la empresa concesionaria, que ante cualquier
demanda hecha al estado nicaragüense por cualquier incumplimiento de lo
establecido en la ley, este responde con los recursos del Banco Central, los que
pueden ser congelados en beneficio de los demandantes.
LA ZONA DEL CANAL: EL
REFUGIO PERFECTO.
Quizás lo más importante para los creadores de la Ley, es
que la zona del canal se sustrae del ámbito de la soberanía nacional, creando
en la práctica un país dentro de otro país, lo que garantizaría el refugio
perfecto para quienes en algún momento tengan o deban de salir del país apresuradamente.
Al entregar parte, o el país entero, por
50 años, prorrogables por 50 más, a los concesionarios, sustrayendo de las
leyes nacionales el nuevo país creado en Nicaragua al amparo de la Ley 840, en
la práctica significa que en la zona del canal, la única ley que imperará será la
Ley del Chino. Es de suponer que los 50,000 chinos de los que se habla llegarán
al país a construir la obra, todos tengan preparación militar o sean miembros
activos o reservistas del Ejército Chino, lo que garantizaría la seguridad y protección
de quienes habiten en la zona canalera. Si en Panamá, el Ejercito de los
Estados Unidos garantizaba la seguridad del Canal con 14
bases militares, además de la Base Aérea Howard y la Base Naval Rodman, que en conjunto
sumaban unos 12 mil efectivos, lo que se espera es que en Nicaragua los chinos “protejan”
a los dueños e inversionistas con los 50,000 “trabajadores” que llegarán para
quedarse en el país. De otra forma no se explica tanto entreguismo, peor que el
de Moncada, Chamorro y Adolfo Díaz juntos.
EL EMPORIO TURISTICO: UN
LUGAR DONDE INVERTIR.
De acuerdo a las fuentes,
una vez preservada la seguridad de la familia, se estaría en condiciones de
invertir todo el capital acumulado al amparo de la cooperación venezolana, la
que es cifrada por fuentes de este mismo país en más de 6 Millardos, dicho en
cristiano, más de SEIS MIL MILLONES DE DOLARES. Dado que este dinero no puede
salir del país por razones obvias, ni ser invertidos o depositados en ningún banco
extranjero, por las mismas razones obvias, la UNICA posibilidad de invertirlo
es en los sub proyectos o en el proyecto mismo, sin embargo, se asegura que solo
se construirá una parte de este y nada tiene que ver con el Gran Proyecto
Canalero. Lo único que se construiría es un inmenso proyecto turístico de primer
nivel, capaz de competir con destinos turísticos famosos en el mundo entero
como Ibiza, Marsella, Montecarlo o Mónaco. Este proyecto turístico estará en la
zona de Rivas, en el área que ha sido establecida como la ruta canalera. Efectivamente,
se plantea hacer la “Zanja Maldita” en
todo el trayecto que inicia en el Pacifico hasta llegar al Gran Lago, construyéndose
el Complejo Turístico Costero, el Complejo Turístico de Ometepe y el Complejo Turístico
de Golf en la zona de San Miguelito. Es obvio que a esto seguirán la construcción
de casinos y demás centros de este tipo, que por estar libres de impuestos, serán
el refugio perfecto para competir con paraísos fiscales de renombre. Además, se
plantean la construcción de los dos Puertos de Aguas Profundas, en el Pacifico
y en el Atlántico, el primero para la entrada de los barcos de lujo que atracarán
o pasarán hasta el Lago Cocibolca y el segundo, como una necesidad vital del país
para aumentar la competitividad de los productores nacionales, que tienen que
enviar sus productos a los puertos norteamericanos del Atlántico utilizando
Puerto Cortez en Honduras o Puerto Limón en Costa Rica, con el correspondiente
incremento en los costos de trasporte.
Puestas así las cosas, es de
esperar que todo lo planificado en la zona de Rivas se trate de cumplir a
rajatablas, obviando las lecciones de la historia en cuanto a reubicación forzosa
de ciudadanos de nuestro país ocurrida en los años 80`s. Mientras tanto, en la
zona del Caribe Sur ha florecido un enorme tráfico de tierras, cuyo blanco son
los campesinos pobres, muchos de ellos sandinistas, y pequeños y medianos
productores, que ven en el proyecto canalero la pérdida de sus tierras y el
desarraigo a los que serán sometidos. Nadie se traga el cuento de que El Canal será
la panacea para salir de la pobreza, al contrario, muchos en Nicaragua piensan
que será más bien la profundización de un modelo excluyente, indigno, desigual,
que privilegiará a los más ricos en desmedro de los más pobres. El cuento del
canal, como muchos otros cuentos en la historia de nuestro país, será para
proteger la plata y dar seguridad a una casta de individuos que en su loca
carrera por el poder y la riqueza, han llegado al extremo de regalar la soberanía
nacional, la misma por la que Sandino encabezó una lucha que concluyó hasta que
el último de los invasores rubios abandonó el suelo patrio.