A fuerza de lectura en las
redes sociales y de las muchas oportunidades que se tienen para compartir con
los jóvenes en el exilio, nos vamos dando cuenta de cómo, con tanto bombardeo
en los medios, se está confundiendo el Objetivo Estratégico de la lucha con
elementos de carácter táctico. La salida
de Ortega del poder y la instauración de un nuevo modelo de gobierno en
Nicaragua es y tiene que ser nuestra apuesta al largo plazo. A veces el
problema es confundir lo táctico (lo de corto plazo) con lo estratégico (lo de
largo plazo), o estancarse en la confusión de la inmediatez, que es lo que
quiere el régimen que hagamos, mientras ellos van abonando el camino para
alcanzar su objetivo fundamental, el estratégico, el de largo plazo.
Un nuevo modelo político,
económico y social a construirse en nuestra patria (lo que debiera ser nuestro
Objetivo Estratégico) pasa necesariamente por la salida de Ortega del poder. La
salida de Ortega del poder pasa por la forma en que esto vaya a ocurrir: por la
vía cívica o por la vía armada. Descartada a priori la segunda, la primera pasa
por la forma que
esta salida adopte. Todo apunta al adelanto de las elecciones, lo cual pasa por
la organización del pueblo nicaragüense, que a su vez pasa por tres factores
claves: Unidad, Estrategia y Liderazgo. Cada quien podrá ponerle los apellidos
que quiera a estos tres factores, pero si no hay unidad del pueblo en torno a
una idea programática, si no tenemos una estrategia clara y definida en torno a
cómo alcanzar el éxito y sin un liderazgo creíble, el fracaso nuevamente estará
a la vuelta de la esquina y eso es algo que no podemos darnos el lujo. Una
tercera transición fallida no puede ni debe ser posible, después de tanto
esfuerzo y sacrificio.
Hay quienes plantean a nivel
teórico que los objetivos estratégicos son inamovibles, que una vez que se han
establecido no se pueden cambiar. La verdad es que las circunstancias a veces
obligan a transformarlos un poco sin que pierdan su esencia fundamental. Por
ejemplo, durante los meses de Abril a Junio del año pasado, el objetivo
estratégico de Ortega era permanecer en el poder a cualquier costo, sin
importar los medios. Tenía como elementos a su favor: la posibilidad de
recomponer su alianza con el sector empresarial, en tanto los once años de
“Consenso” los había beneficiado; la Policía y el Ejercito de su lado, la
creación de una fuerza paramilitar que podía actuar con total impunidad y una
comunidad internacional tibia. Las Operaciones Limpieza y los crímenes
cometidos durante las mismas transformaron el objetivo, ahora es evitar ser
juzgados nacional e internacionalmente por los crímenes cometidos durante la orgía
de sangre y muerte desatada durante estos meses.
Las circunstancias han
cambiado, la comunidad internacional abandonó el letargo en el que se
encontraba, las sanciones norteamericanas están en marcha, la OEA finalmente
transformó su complacencia con Ortega en una actitud resueltamente a favor de
aplicar la Carta Democrática Interamericana, la Unión Europea amenaza con
sanciones individuales y colectivas, en fin, de repente el Régimen se encuentra
en su peor estado y todos piden la cabeza del dictador. Ante esto, la imperiosa
necesidad es salvarse de una pena carcelaria prolongada, poner a resguardo su
familia y el capital usurpado durante todos estos años de latrocinio. Un
“pequeño” cambio en el objetivo estratégico. Ya no hay posibilidades del
establecimiento de una dictadura dinástica, ni Rosario ni Laureano podrán darle
continuidad a este sueño somocista, ni ninguno de los vástagos restantes pues todos están
en la mira de las sanciones, en consecuencia, a lo máximo que podrían aspirar
en un eventual y negociado proceso electoral, es alcanzar un 20 – 25 % de votos
que le permitan sobrevivir en un nuevo escenario político y tratar de Gobernar
desde Abajo o establecer un nuevo Pacto con las fuerzas o la fuerza que llegue
a ser poder en el futuro inmediato.
Para alcanzar este objetivo
tiene varias alternativas, la más importante de ellas es negociar directamente con
la Administración Trump. Ortega ha visto como las amenazas a Nicolás Maduro
poco a poco se desvanecen en retórica violenta, pero no pasan de ahí y más bien
se estaría planteando una suerte de negociación internacional entre Venezuela,
Cuba, Rusia, China y los Estados Unidos y ahí quiere insertarse, ser la sexta
silla en esa mesa, tratando de negociar amnistía a cambio de dejar el poder.
Negociar impunidad y parte o toda la plata robada, a cambio de dejar en paz a
los nicaragüenses. Juega, peligrosamente para sus intereses, a la baza venezolana,
midiendo los plazos de Maduro, contemplando la inoperancia de los
norteamericanos, que ladran pero no muerden. Tiene que mantener un equilibrio
muy delicado, entre convencer a su base social de que él “zequeda” y mantener
la retórica a nivel internacional de que continúa negociando de buena fe con la
ACJD. Sabe que un desliz a lo interno, una duda en esa base que se sostiene por
el miedo a las consecuencias por tanto crimen, sería catastrófica para sus
intereses, se le desgranaría la “mazorca” y ellos mismos, los de “arriba”, serían
los nuevos blancos de quienes se sentirían traicionados y abandonados a su
suerte. Pero además, tiene que mantener convencido al rebaño paramilitar y al
orteguismo que aún se sostiene junto a él, que estaría negociando por todos
ellos, aunque las evidencias digan lo contrario. La preocupación son las
sanciones a Laureano, no la de los otros enlistados. El problema es el dinero
que está afuera, no la situación económica de esa base social que no tiene
tratamiento especial cuando compra en la pulpería, en el mercado o en el
supermercado.
Existe un elemento adicional
que no hay que dejar de lado y juega en contra de los tiempos que Ortega quiere
manipular en las negociaciones con la ACJD y es el hecho de que el próximo año
los Estados Unidos entran a su proceso electoral, a las primarias, para elegir
candidatos Demócratas y Republicanos a la presidencia. La Administración Trump,
con tantos problemas internos no puede darse el lujo de llegar a esa fecha sin
resultados concretos relacionados con la “Troika de la Tiranía”, a como han
bautizado a Cuba, Venezuela y Nicaragua. Han recreado en el imaginario de la
base republicana el famoso “Eje del Mal” de Ronald Reagan y en algún momento tendrán
que demostrar que pueden tomar acciones en contra de estos países, considerados
nuevamente en la filosofía geopolítica actual, como el “Traspatio” de los
Estados Unidos, el Área de Influencia norteamericana. Llegar a las Primarias
sin nada en la mano no está en las consideraciones de esta Administración, que tendrá
que convencer a los estados claves con gran presencia hispana y en donde
cubanos, venezolanos y nicaragüenses son muy importantes para ganarlos. Una intervención
en contra del régimen de Maduro suena muy improbable, tomando en cuenta los potenciales
costos humanos que podría representar entrar a un país con más de 400 mil
hombres y mujeres armados, independientemente de la capacidad combativa real
que estos tengan. Con Cuba pasa igual cosa, un país en permanente apresto de
guerra para la intervención norteamericana que jamás llega. Queda el tercero de
la Troika, el más endeble política y económicamente, sin recursos estratégicos que
defender por parte de los jugadores externos que si están presentes en
Venezuela, con un desprestigio casi universal y con un Ejército que tiene más
intereses económicos que políticos para defender.
Puestas
así las cosas no podemos perdernos en el objetivo nuestro, la salida de Ortega
del poder y el establecimiento de un nuevo modelo de gobierno. Hay muchos
elementos que confluyen a lo interno y a lo externo, que contribuyen o
distorsionan, pero lo fundamental es mantenernos sobre esa perspectiva, en la
lucha por alcanzarlo. Todo lo demás puede venir después de haberlo logrado, no
antes.
Ing. Roberto Samcam R.
Mayor en Retiro Ex EPS
San José, Costa Rica.