Para nadie es un secreto que la relación de Daniel Ortega con la Iglesia Católica ha sido, a través del tiempo, una continuada historia de oportunismo, parasitismo y agresiones, incomprensible desde todo punto de vista, sobre todo si tomamos en cuenta el sacrificio que no pocos de sus miembros dieron antes, durante y después del proceso revolucionario.
Desde antes del triunfo de la Revolución, muchos de los cuadros que figuraron en la lucha contra el somocismo fueron influenciados por los grupos pastorales que hacían su labor en los barrios más pobres, sobre todo de la capital. El recordado sacerdote Uriel Molina se cuenta entre aquellos que facilitaron que la vivencia con los pobres se transformara en un verdadero compromiso para cambiar el régimen que imperaba en aquel entonces. Religiosos, sobre todo Jesuitas, se incorporaron a la lucha armada del FSLN, regando con su sangre generosa el duro camino que llevó a la victoria del 19 de Julio. Uno de ellos, Gaspar García Laviana, "Martin", sintetiza ese compromiso militante de un cura revolucionario, que refrenda con su vida las ideas que predica.
Posterior al triunfo, muchos sectores católicos se identificaron plenamente con el nuevo proceso revolucionario y hasta sacerdotes católicos figuraron dentro del gabinete de gobierno. Fueron los años en los que se entonaba con mucho oportunismo, la consigna de que “Entre Cristianismo y Revolución no hay Contradicción”, mientras, al igual que hoy en día, se hacían todos los esfuerzos posibles por dividir a la Iglesia: Una, la enemiga, la Oficial, al mando del entonces Monseñor Miguel Obando y Bravo; y la segunda, la Popular, al lado de la Revolución y que se identificaba con los postulados de la Teología de la Liberación, tan en boga en aquellos días. Para la primera no hubo compasión, golpearla y vejarla fue la tónica para someterla o disminuir su beligerancia e influencia en un amplio sector de la población. Los casos fueron emblemáticos y los métodos se desplazaron entre lo grotesco y lo absurdo.
El Obispo de Juigalpa, Pablo Antonio Vega, fue sacado de su vivienda en pijamas para ser trasladado en helicóptero a la frontera con Honduras, en contra de su voluntad. El sacerdote Bismark Carballo fue obligado a salir desnudo a la calle, después del burdo montaje de un episodio con ribetes sexuales y con la oportuna presencia de los medios oficiales, que “coincidentemente” pasaban por el lugar. El sacerdote Amado Peña fue igualmente objeto de un montaje, con filmación incluida, de un intercambio de armas y dinero entre supuestos miembros de la contrarrevolución interna, en realidad agentes de la Seguridad del Estado, y él. Monseñor Obando y Bravo, en aquel entonces máximo jerarca de la Iglesia Católica, fue perseguido, espiado, humillado y boicoteado a más no poder. Cuatro casos, para mencionar los más importantes, que reflejan el trato dado en aquellos días y que poco a poco van abriéndose paso en el presente.
El periodo posterior a la Revolución encontró a Daniel Ortega enfrascado en asumir el control total del FSLN y en tratar de recomponer su tan deteriorada imagen, la que evocaba guerra, escasez y persecución. Era vital establecer un nuevo estilo para desarrollar todas las alianzas posibles, sobre todo con aquellos sectores que tanto le adversaron. Los 16 años de gobiernos posteriores a la revolución, por los intereses propios de quienes estuvieron al frente en las distintas administraciones, hicieron difícil que disminuyera la desconfianza de la Iglesia hacia el eterno candidato presidencial. Sin embargo, en muchas ocasiones, la persistencia, un golpe de suerte y los pecados ajenos, traen en bandeja de plata lo que con tanto afán se ha buscado.
COPROSA y otras cosas, puso en las manos de Ortega a quien tantas veces, vana e infructuosamente buscó. De una relación simbiótica, se pasó a una parasitaria, donde no se sabe quién parasita en quien. Por un lado, bajo la figura del Cardenal se pretende dividir nuevamente a la Iglesia, enfrentándolo, involuntariamente quizás, a la Jerarquía Católica, bendiciendo en la propaganda partidaria a la pareja presidencial y participando abiertamente en la campaña politica del orteguismo, tal a como se observó estos ultimos días en varios municipios del departamento de Carazo. Por el otro, es sabido por la opinión pública nacional e internacional, que cuando un delincuente de cuello blanco se pasea, no en un burrito de raza, sino en avión, con tanta impudicia e impunidad, solamente puede ser el producto de la protección oficial que le extienden "su" o sus benefactores. Pero en el análisis puro y duro de costos y beneficios, el Comandante siempre sale ganando, pues iniciar el nuevo camino, ya en el poder y con semejante aliado, facilita alcanzar los planes subsiguientes, mucho más importantes que castigar “raterías” que puedan lesionar la alianza por mucho tiempo añorada.
Una vez instalado de nuevo Ortega en la presidencia, y siempre hay que recordarlo, gracias a la “inteligencia política” de Arnoldo Alemán, para consolidar la dictadura pretendida durante años y proteger tanta riqueza acumulada en tan poco tiempo, se tiene que contar con el silencio o la complicidad de varios sectores claves, uno de ellos la Iglesia Católica. Para tratar de lograr esto se han utilizado varios métodos: Halago, cooptación, chantaje, amenazas.
Primero optaron por ofrecer ayuda para reparar templos y casas curales. La orden dada a los comisarios políticos de pueblo era participar en todos los eventos religiosos, infiltrarse en cuanto comité de las iglesias se formara y dar la plata que fuera necesaria para cooptar a los religiosos. Como la Jerarquía no cayó en la trampa pasaron al siguiente nivel. Despuntaron con el famoso episodio del Hacker de Lujo, una filtración de ellos mismos que acusaba a algunos sacerdotes de ser aficionados al alcohol, dinero y mujeres. La intención era sondear cuánto de la masiva participación popular en las festividades religiosas de inicios del año 2009, se traduciría en apoyo de la feligresía a sus líderes, quienes se alejaban peligrosamente del necesario control oficial. Con la vieja enseñanza de Maquiavelo, que de la calumnia hecha algo queda, se dio rienda suelta a la campaña de desprestigio desde las mismísimas oficinas del FISE, cuyo director, Nelson Artola, es ni más ni menos, el segundo del Cardenal en la Comisión de Reconciliación y Paz. Monseñor Leopoldo Brenes, Monseñor René Sándigo, Monseñor Abelardo Mata y Monseñor Hombach fueron los más duramente calumniados y ridiculizados desde el panfleto “El Pijaso”, editado en dicha institución.
Dado que ni la Conferencia Episcopal aflojó en sus justas críticas al gobierno, ni la inmensa mayoría de católicos se alejó de sus pastores, tuvieron que pasar a un nivel mayor de presión. Dos sujetos armados entraron a la vivienda de Monseñor Silvio Báez con obvias intenciones de asaltarlo y vejarlo. Posiblemente sabían que no se encontraba, pero la misión era dejar el “mensaje” al mejor estilo mafioso. Ambos elementos no han sido identificados, ni mucho menos atrapados y el caso continua archivado, lo que aumenta las sospechas de la impunidad oficial.
En los últimos días, el Municipio de La Concha ha sido conmocionado por el asesinato del cura párroco de la localidad, el sacerdote Marlon Pupiro, un abierto crítico al gobierno, según quienes escuchaban sus homilías diarias. Sospechosamente se han filtrado una serie de versiones en torno al crimen, las que han sido contundentemente rechazadas por sus familiares. Otra vez la tactica de echar a correr rumores que culpen de previo a la victima.
En la medida que se prolongue el esclarecimiento y se pretenda vincular el crimen a motivaciones alejadas de la verdad, la población nicaragüense dará su propio veredicto, el que apunta a que el mensaje del orteguismo a la Iglesia Católica y a su Jerarquía en particular, ha escalado al máximo nivel. Pero tambien tendran que escuchar el mensaje del pueblo a sus verdugos, ellos No Estan Solos!
Gracias, Roberto, por este artículo.
ResponderEliminarSólo quisiera aportar a la corrección de un dato mencionado: el padre Gaspar García Laviana no era jesuita.Pertenecía a la orden del Sagrado Corazón. Para más sobre él:
http://es.wikipedia.org/wiki/Gaspar_Garc%C3%ADa_Laviana
También, si bien los jesuitas han hecho una contribución invaluable a la vida nicaragüense, no ha sido regando su sangre como fue en el caso de El Salvador. Otros costos han tenido que pagar, como en el caso del padre Fernando Cardenal, jesuita de pies a cabeza, ejemplo vivo de coherencia personal, política y social desde su ser cristiano.
Abrazos sororales,
Montserrat Fdez.
Cristiana feminista de tradición católica