Históricamente, la
relación de Daniel Ortega con la Iglesia Católica ha sido una continuada
historia de oportunismo, parasitismo y agresiones, sobre todo de oportunismo,
si tomamos en cuenta el sacrificio que no pocos de sus miembros dieron antes,
durante y después del proceso revolucionario. En diferentes épocas de su
agitada vida política ha intentado someterla a sus intereses personales: en los
años 80’s como líder del sandinismo; en los años 90’s hasta el 2006 como
caudillo del orteguismo y candidato presidencial en tres ocasiones; a partir
del 2007 como presidente del país construyendo el andamiaje de una dictadura
familiar dinástica. Sin embargo es importante conocer la historia previa, ya
que al parecer el comandante padece de amnesia selectiva.
Desde antes del triunfo de
la Revolución, muchos de los cuadros que figuraron en la lucha contra el
somocismo fueron influenciados por los grupos pastorales que hacían su labor en
los barrios más pobres. Religiosos, sobre todo Jesuitas, se incorporaron a la
lucha armada del FSLN, regando con su sangre generosa el camino de la victoria contra
el sistema somocista o dando el ejemplo de compromiso militante de predicar con
los hechos, aun si estuviera en riesgo la vida misma. Uno de ellos, Gaspar
García Laviana, "Martin", sintetiza ese compromiso militante de un
cura revolucionario, que refrenda con su vida las ideas que predicaba. Otro,
José Antonio Sanjinés, “Goyito”, Jesuita Vasco expulsado del país por Somoza en
1971, se integró a la lucha desde el Frente Sur “Benjamín Zeledón”, cumpliendo
su promesa de: “Volveré!”, hecha desde el aeropuerto el día de su salida forzosa
del país. Regresó triunfante el 19 de Julio integrando las filas guerrilleras,
para posteriormente dedicar parte de su vida a la formación del Ejército
Popular Sandinista, dando en todo momento ejemplo de entereza, honradez y
humildad.
La tensión entre Ortega y
el clero católico data de inicios de los años 80’s, cuando se percibió al
liderazgo de la iglesia como potenciales enemigos del proceso revolucionario
que recién iniciaba. La modalidad fue el ataque frontal y directo, antes que el
dialogo y la negociación, la vieja escuela estalinista del caudillo criollo. Eso
conllevó a los casos harto conocidos de Monseñor Salvador Schaeffler,
dirigiendo el éxodo de miles de indígenas misquitos hacia Honduras; el del
Padre Bismark Carballo, siendo vejado y humillado públicamente por agentes de
la Seguridad del Estado; el del Padre Amado Peña, al que involucraron en una
trama conspirativa armada por la misma Seguridad del Estado, todos estos casos
en el año 1982. En 1984, Monseñor Pablo Antonio Vega, Obispo de la Diócesis de
Chontales, fue expulsado del país, siendo transportado a la fuerza hasta
territorio hondureño en helicóptero, casi en pijamas y en horas de la
madrugada. Monseñor Obando y Bravo, en aquel entonces máximo jerarca de la
Iglesia Católica, fue perseguido, espiado, humillado y boicoteado a más no
poder.
El periodo posterior a la
Revolución encontró a Daniel Ortega enfrascado en asumir el control total del
FSLN y en tratar de recomponer su tan deteriorada imagen, la que evocaba
guerra, escasez y persecución. Era vital establecer un nuevo estilo para desarrollar
todas las alianzas posibles, sobre todo con aquellos sectores que tanto le
adversaron. Los 16 años de gobiernos posteriores a la revolución hicieron
difícil que disminuyera la desconfianza de la Iglesia hacia el
eterno candidato presidencial. Fueron los años del blanco angelical, los
arrepentimientos en plaza pública, las pedideras de perdón a los ultrajados
años atrás, los discursos prometiendo la Paz, renegando de la guerra y jurando
hasta con los dedos de los pies que nunca más volverían el luto, la sangre y el
dolor en nuestra patria. Sin embargo, una vez instalado en el poder en el 2007,
los viejos planes, tan afanosamente disimulados, salieron nuevamente a flote.
Gracias a la persistencia, a un golpe de suerte y a los pecados ajenos, pusieron
en bandeja de plata la cabeza de quien Ortega con tanto afán había buscado por
muchos años. COPROSA y las raterías de Roberto Rivas, convirtieron al finado
Cardenal en un rehén más, después de que tantas veces, vana e infructuosamente,
intentó sentarlo a su lado. Ahora simplemente lo sometería a sus caprichos,
esta vez en calidad de cooperador necesario, silencioso y silenciado. Utilizando
distintos niveles de presión, los planes se echaron a andar: dividir a la
Iglesia Católica, enfrentar al pueblo contra sus guías espirituales, fracturar
la cohesión de la Conferencia Episcopal.
El primer nivel fue la Cooptación.
Primero optaron por ofrecer ayuda para reparar templos y casas curales. La
orden dada a los comisarios políticos era participar en todos los eventos
religiosos, infiltrarse en cuanto comité de las iglesias se formara y dar la
plata que fuera necesaria para cooptar a los religiosos. Como la Jerarquía no
cayó en la trampa pasaron al siguiente nivel: La Difamación. Despuntaron
con el famoso episodio del “Hacker de Lujo”, una filtración hecha por ellos
mismos, que acusaba a algunos sacerdotes de ser aficionados al alcohol, dinero
y mujeres. Con la vieja enseñanza de Maquiavelo, que de la calumnia hecha algo
queda, se dio rienda suelta a la campaña de ultraje y descrédito dirigido en
contra del entonces Monseñor Leopoldo Brenes, Monseñor René Sándigo, Monseñor
Abelardo Mata y Monseñor Hombach
.
Dado que ni la Conferencia
Episcopal aflojó en sus justas críticas al gobierno, ni la inmensa mayoría de
católicos se alejó de sus pastores, tuvieron que pasar a un nivel mayor de
presión: La Intimidación. En el 2010, un año después de su llegada al
país, el blanco fue Monseñor Silvio José Báez,
primero mediante el robo de su maletín personal, el que había dejado en
el vehículo, toda una práctica con “marca de la casa” reconocida,
para recolectar información directa de computadoras y documentos escritos,
luego la amenaza de sujetos armados cuando se movilizaba en su vehículo por la
carretera norte y posteriormente, en abril del 2011, dos sujetos armados
entraron al Seminario Mayor, su lugar habitual de residencia, con obvias
intenciones de asaltarlo y vejarlo.
Dado que ninguna de las
presiones tuvo éxito, pasaron al máximo nivel: El Asesinato. La primera
administración de Ortega finalizó con el deleznable crimen del Padre Marlon
Pupiro, cura párroco del municipio de La Concha. El 20 de Agosto del 2011, a
escasos dos meses y medio de las elecciones de Noviembre de ese año, se
perpetraba el asesinato del Padre Pupiro, un tenaz e incansable critico de
Ortega y si bien no fue ejecutado en el pulpito durante la misa dominical, a
como lo fue Monseñor Oscar Arnulfo Romero, sus últimas homilías recuerdan
precisamente al Mártir y ahora Santo Salvadoreño. Su “NO TENGAN MIEDO!”
resonaba estrepitosamente en los oídos de sus verdugos. Se pretendió dar una
lección al clero católico de que meterse en política y sobre todo, en contra de
Ortega, tiene sus riesgos…y a veces mortales.
Luego llegaríamos al 21 de
mayo del 2014, posterior al fraude electoral del 2011, con la entrega de la
Conferencia Episcopal del histórico documento “En búsqueda de nuevos Horizontes
para una Nicaragua mejor”, en
el que se sentaba la posición oficial de la Iglesia Católica, en la voz de sus
Obispos, respecto a la situación política, social y económica de Nicaragua
después de siete años de gobierno de Ortega. Era un documento demoledor del
cual el comandante no podría alegar ignorancia, cuando cuatro años después, pidió
a la misma Conferencia Episcopal le ayudara a sacar las castañas del fuego,
luego de la Insurrección de Abril.
Fue una solicitud con todo el cálculo maquiavélico de un
viejo zorro de la política sucia, acostumbrado a avasallar o ganar tiempo para
seguir avasallando, según sus propias consideraciones y necesidades
coyunturales. Una vez logrado el objetivo de haber desmontado los tranques a
sangre y fuego y mantener en el país un virtual Estado de Sitio, el dialogo a
lo interno se vuelve innecesario y por consiguiente los mediadores también.
Vuelve entonces Ortega con las viejas tácticas de guerra, la de los años 80’s, la amenaza, el chantaje
y la intimidación a quienes llamó en un momento de desesperación y
desconcierto. Recrudecen de nuevo los ataques a los principales voceros de la
Iglesia Católica. Vuelve nuevamente a fijar su blanco en la persona de Monseñor
Silvio José Báez, Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Managua y una de las
voces críticas más respetadas de Nicaragua, quizás la más respetada. Es la
piedra en el zapato que le impide doblegar a la Jerarquía Católica, según sus
propias cuentas. En el colmo del cinismo, envían “solicitudes” al Papa
Francisco para que exilie a Monseñor Báez y entre más largo, mejor. Solicitudes
firmadas por los trabajadores del estado, manipulados y chantajeados.
Solicitudes encabezadas por las letanías absurdas de quien ha tratado por todos
los medios de dividir a la Iglesia. Sin
embargo, ignorante por conveniencia de la historia, se resiste a entender que
en los años 80’s no pudo, tampoco en los 90’s y menos ahora, luego de tanta
sangre inocente derramada, producto de un demencial y malévolo apego al poder y
a riquezas mal habidas.
En Siuna fueron las monjitas del Maryknoll quienes hicieron su trabajo a favor del pueblo humilde del sector urbano y rural. También los curas capuchinos de los municipios de Siuna, Bonanza y Rosita hicieron sus aportes a favor del pueblo campesino. Y todos ellos lo hicieron desde los años 40s como parte de su misión a favor de los pobres; luego sus aportes coincidieron con la lucha contra Somoza.
ResponderEliminarExtrañamente, aun cuando la labor misionera de monjas y capuchinos era de carácter educativa, integral y con resultados muy buenos para las familias de Siuna, las hermanas del Maryknoll fueron sustituidas por las monjas del Divino Pastor. Estas no se quedaron atrás, para 1979 también se les reconoció su apoyo a favor del campesino de Siuna y resto de las Minas (Bonanza y Rosita).
Desde antes del 19 de Julio de 1979, la Misa Campesina se celebró y cantó en las Iglesias Católicas de Siuna, Rosita y Bonanza. Hoy en día Ortega y sus séquitos echaron al olvido todo este importante aporte a la revolución nicaragüense.
Dios salve a Nicaragua y a su pueblo también. Amén.