Se cumple un año del inicio
de la Insurrección Cívica Ciudadana y nuevamente Abril nos marca el camino de
lucha, de dignidad y de esperanzas. Es Abril en nuestra historia un mes de luto
y dolor, de gestas heroicas, de sangre, pero también de despertar. Es casi un
lugar común decir que nada será igual en Nicaragua después de Abril del 2018,
pero esta frase se ha convertido en una sentencia de muerte para la dictadura,
este mes marca y para siempre, el principio del fin de la dictadura y más aún,
el fin de lo que pretendía ser, una dictadura dinástica. Abril será recordado
por todo el pueblo nicaragüense, pero más por quienes no podrán gozar
nuevamente del país que construyeron a la medida de sus ambiciones.
Abril es la chispa que encendió
la pradera, una pradera que se venía cultivando desde el 10 de enero del 2007,
cuando muchos incautos sucumbieron a los cantos de sirena y a las promesas de
cambio de quien, vestido de oveja, ocultaba su verdadera piel, la del lobo
depredador que siempre ha sido. Unos cayeron por ignorancia, otros por
inocencia, otros por temor y hubo quienes quisieron caer por ambición. De la
mano de la cooperación petrolera venezolana llegó la confabulación de tirios y
troyanos para construir un nuevo modelo de poder en el país que permitiera, a
los viejos y nuevos comensales, distribuirse el botín que desde entonces se vislumbraba.
Todos tuvieron su rol y todos cumplieron su parte, unos divulgando adentro y
afuera el Consenso tan necesario para la estabilidad de las ganancias, que
llegaron como premio y en grandes cantidades; otros ejerciendo de matarifes en
el campo, estrenando la criminal política de estado de cero prisioneros y
negando la existencia de grupos armados con motivaciones políticas, y también fueron
premiados, florecieron las empresas y enormes capitales que obligaban a
preferir el cuello blanco, independientemente que estuviera manchado de sangre
o de otras cosas, que al uniforme. Los que alguna vez se auto llamaron “Centinelas
de la Alegría del Pueblo”, devinieron en CPF de quienes poco a poco se
apoderaban del país. Y hubo su parte también para quienes se promocionaban como
representantes de los trabajadores, pero no todos alcanzaron en la repartidera,
los líderes sindicales, verdaderos fósiles de este lucrativo negocio, fueron
los beneficiados, de un día para otro se convirtieron en nuevos potentados gracias
al infame rol de tener que pasar por invitados de piedra en cuanta negociación por
el salario mínimo se diera. Los “líderes políticos” no se quedaron por fuera,
quienes repartían también pensaron en ellos y los sumaron al oprobioso festín,
de pronto, casi todos estaban en la mesa disfrutando de cargos y migajas del botín.
Durante once años esa fue la
historia de un país que era el asombro de otros, de crecimiento, de consenso,
de paz, de armonía, de Muros de Contención y de cuanta basura pudieron inventar
para mantener las apariencias. No importaba si Bosawás era exterminada
inmisericordemente; si el país era entregado vergonzosamente a extranjeros en
un proyecto canalero que solo existía en la mente de sus hábiles creadores; si
lo que conocimos alguna vez como Estado de Derecho, Institucionalidad y
Democracia era demolido afanosamente con la complicidad de muchos; si los
negocios familiares y de los uniformados cruzaban literalmente todo el espectro
económico del país; si el estado se convertía en un enorme botín para el
disfrute de tan selectos comensales. Nada de eso importaba, ni en el norte, ni
en el sur, ni en las viejas metrópolis que alguna vez acompañaron al pueblo en gestas
pasadas. Todos estaban conformes y algunos hasta contentos, hasta que llegó
Abril.
Pareciera que fue ayer mismo
las imágenes de Nicolás Palacios siendo vapuleado por matones en León durante
la protesta por las reformas al INSS, o Ana Quiroz con su cabeza partida y
sangrante por el “tubo amoroso” de otro fanático del orteguismo, o la estampida
de los estudiantes de la UCA buscando el resguardo de sus muros ante la “valiente
ofensiva” de las turbas motorizadas, tan acostumbradas a intimidar y a romper
grupos. Pero cometieron un error, no repararon que lo ocurrido cinco años atrás,
en lo que conocimos como OCUPAINSS, fue solo el calentamiento de lo que vendría
después. Fue la misma generación vapuleada y ultrajada por manifestar su
solidaridad con los jubilados y personas de la tercera edad que estaban siendo
esquilmados por los mismos de siempre. Era esa misma generación, que en
aquellos dias despuntaba en el uso de las redes sociales para crear y sumar más
solidaridad. Y si esa experiencia no prosperó por el artero golpe de quienes después
se encargarían de asesinar a un pueblo indefenso, en esta ocasión iba a ser
totalmente distinto.
En la UCA quisieron cantar
victoria a fuerza de pedradas y garrotes, pero siguió la UNI, la UPOLI, la UNA
y finalmente el supuesto bastión del orteguismo, la UNAN. Y luego fueron las
calles, las perdieron totalmente, marchas multitudinarias como nunca se habían visto
en Nicaragua se sucedieron una tras otra. Luego fueron los tranques y vino la desesperación
del régimen que veía como se esfumaban sueños de grandeza y dinastías, el país
se encontraba atado de pies y manos. Necesitaba tiempo y llamó al dialogo, mientras
las huestes demoniacas paramilitares se organizaban de la mano de viejos guerrilleros,
que vieron la oportunidad de sentarse nuevamente a la mesa de la cual los habían
excluido y apartado. Y desataron el infierno en una Operación, que Somoza, al
igual que su sucesor, Ortega, llamó
Limpieza. El país entero fue bañado en sangre, asesinaron, torturaron,
desaparecieron, violaron, incendiaron, saquearon, fue una orgia diabólica
catalogada como Crímenes de Lesa Humanidad por expertos internacionales, que
comprobaron in situ la hemorragia de violencia indiscriminada del estado en
contra de un pueblo desarmado. Muerte, cárcel, exilio, desapariciones forzosas,
un estado de sitio virtual a nivel nacional, un país desangrado por sus cuatro
costados, entre otras desgracias, es el saldo fatídico de esta jornada que
cumple ya un año.
Pero también hay un saldo
positivo que nos deja Abril. El régimen de Ortega quedó desnudado como perpetrador
de Crímenes de Lesa Humanidad, desapareciendo de la imagen del mundo entero lo
que afanosamente habían vendido durante once años. La comunidad internacional
lo ve ahora como un paria, como un criminal de guerra, de una guerra que ejecutó
el estado en contra de un pueblo desarmado, desapareció de tajo la connivencia,
la complicidad y la condescendencia que muchos países mantuvieron durante
tantos años.
El pueblo despertó a fuerza
de sangre y muerte, incluso aquellos que dieron un voto de confianza en el 2006
y en el 2011 despertaron de su letargo. Si la abstención del 2016 fue un
campanazo de alerta en el que no repararon por soberbia, Abril fue una literal
alarma de combate, que ponía al pueblo entero en guardia contra un régimen criminal,
perdieron al pueblo que alguna vez les dio apoyo, perdieron las calles,
perdieron las universidades y solo se sostienen por la fuerza de las armas.
El famoso consenso desapareció,
aunque queden algunos que añoran los viejos tiempos de la repartición o tengan
el temor de las revelaciones que en algún momento tendrán que llegar, pero en
general, el viejo acuerdo llegó a su fin. Nadie quiere asociarse con
criminales, el pueblo puede perdonar pero no olvida y esto hay que tenerlo muy
en cuenta.
La policía y el ejército,
que habían pasado como buenos alumnos durante once años, finalmente quedaron
aplazados, unos por asesinos y otros por cómplices. Quedarán grabadas en la
memoria colectiva del pueblo, todas las imágenes y anécdotas que incriminan y
señalan a ambas instituciones en la sangría criminal perpetrada durante todos
estos meses.
Los delirantes sueños de
imitar a los Somoza construyendo una dictadura dinástica se hicieron añicos, ni
Rosario Murillo, ni el predestinado Delfín podrán ser siquiera candidatos a
concejales, las sanciones norteamericanas los golpeó con dureza y los despertó de
sus sueños de opio.
Finalmente y quizás lo más
importante, Nicaragua ya no es opción para nadie con Ortega en el poder. Con una
economía en caída libre, con la banca al borde del precipicio, con credibilidad
cero a nivel internacional, sosteniéndose únicamente por la fuerza de las
armas, con niveles de desempleo alarmantes, los principales y otrora más dinámicos
sectores de la economía casi colapsados y con sanciones internacionales
colgando de sus cabezas cual espada de Damocles, la burbuja ha explotado y
Ortega es cosa del pasado, un pasado que se resiste a morir y como “guerrero”
que se asume que es, resistirá hasta que tenga que sucumbir por la conjugación de
los factores internos y externos. Y cuando este tiempo llegue, porque tendrá que
llegar, al orteguismo habrá que enterrarlo lo más profundo posible, para que no
haya posibilidad alguna que mute, resucite o se trasforme, a como lo hizo
durante 16 años en que la cobardía, el miedo y el oportunismo fue el calor que
lo mantuvo con vida. La sangre derramada en Abril lo exige. La sangre derramada
en Abril no fue en vano y no podemos permitir que quede en vano.
Parece que fue ayer... Y duele tanto o mas todavía. Todo este sufrimiento debe producir frutos perdurables.
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