sábado, 25 de agosto de 2012

LA SANGRE DE LOS MARTIRES JAMAS SERA DERRAMADA EN VANO


"Alcanzará tu mano a todos tus enemigos;
Tu diestra alcanzará a los que te aborrecen.
Los pondrás como horno de fuego en el tiempo de tu ira;
Jehová los deshará en su ira,
Y fuego los consumirá.
Su fruto destruirás de la tierra,
Y su descendencia de entre los hijos de los hombres.
Porque intentaron el mal contra ti;
Fraguaron maquinaciones, mas no prevalecerán"...

Del Salmo 21

El lunes 20 de Agosto recién pasado se cumplió un año del crimen atroz perpetrado en la persona del Cura Párroco del Municipio de la Concha, el Padre Marlon Pupiro. Un horrendo asesinato con todas las características propias del crimen por encargo, del sicariato político, de cuyos antecedentes muchos en este país conocemos y abundan los ejemplos a través del tiempo: Jorge Salazar, Arges Sequeira, Enrique Bermúdez, Douglas Guerrero, Carlos Guadamuz, Alexis Arguello y quien sabe cuántos mas cuyos nombres jamás conoceremos. 

Habría que remontarse al momento del crimen y el contexto político en el que ocurrió, para presumir que la posición de la Iglesia Católica, su Jerarquía y en particular la del Padre Pupiro, incomodaba a quienes querían el continuismo en el poder para seguir haciendo lo que ya sabemos que hacen: enriquecerse ilícitamente a costa del erario público. Somocismo Ayer, Hoy y Siempre. Para nadie es un secreto que las Homilías del Padre Pupiro martillaban constantemente la conciencia de sus feligreses, en una labor continua de denuncia y señalamientos permanentes del estado de corrupción, de violación al Estado de Derecho y desmoronamiento de la Institucionalidad en nuestro país. Avizoraba el Padre Pupiro el gran fraude en el que iba a concluir el proceso electoral que arrancaba oficialmente y vaya coincidencia, en el mes de su asesinato, porque el pueblo se lo advertía día a día, en público y en privado.

Su última homilía recuerda la pronunciada el 24 de Marzo de 1980 por Monseñor Arnulfo Romero en San Salvador. El dedo acusador señalando sin miedo y de manera directa y frontal al régimen. Con Monseñor Romero los asesinos quisieron acallar la voz del Pastor en la Iglesia misma y a plena luz del día. Los sicarios penetraron en medio de la gente y en la propia misa dominical abatieron al Mártir de América. Luego asesinarían a los Padres Jesuitas para tratar de dar un escarmiento a quienes desde el pulpito y con su ejemplo señalaban el camino de la Verdad, de la Paz, del cese a la guerra, del fin del exterminio del pueblo a manos de sus verdugos. Con el Padre Marlon Pupiro los sicarios actuaron al amparo de la oscuridad. Tendieron la celada de la forma acostumbrada y tantas veces ejecutada en el pasado. Captura mediante engaños y amenazas a terceros, secuestro, tortura y asesinato, creyendo que con esto bastaría para acallar la voz profética de toda la Iglesia, que a diario escucha las voces de la feligresía denunciando, señalando y acusando.

Nicaragua es un pueblo tan pequeño que esconder un crimen de esa magnitud es harto difícil, casi imposible. Quizás la última Homilía del Padre Pupiro fue la gota que derramó el vaso de la intolerancia de sus asesinos intelectuales. Fueron tan torpes, que pretendiendo hacerlo parecer como un crimen común mas, dejaron la suficiente cantidad de cabos sueltos, que sumados a la indolencia de las investigaciones oficiosas, sirvió para que inmediatamente el dedo acusador de la sociedad nicaragüense y en particular de La Concha, señalara a los culpables del crimen, a los únicos que se beneficiarían con su silencio. Como fue tradicional en el pasado y continúa siendo una práctica del presente, la tarea de denigrar a la víctima no se hizo esperar. Los chivatos de siempre, los que se mezclan entre la gente para hacer correr el rumor y la sospecha, empezaron con su asqueroso trabajo. La duda de si fue un crimen pasional fue la orientación bajada. Hasta los mismos que se suponen neutrales en el proceso investigativo demostraron su perversa inclinación. Pero el pueblo, fiel a su guía espiritual, no se tragó el anzuelo y desde hace un año han ido recolectando pruebas, haciendo sus propias investigaciones y atando los cabos sueltos dejados por los asesinos.

Un año después del crimen, sus asesinos pueden estar seguros y confiados que la justicia de este país, que vela con un ojo abierto y el otro medio cerrado para ver en cual bando milita la víctima y así dictar sentencia, no los castigará. Gozan de la protección del sistema. Son el sistema. Son los Tontons Macoutes criollos que defienden a garrote y pistola a los Duvalier de aquí.  Son los mismos sicarios que disfrazados de ladrones, armados y al amparo de las sombras, irrumpieron en la residencia de Monseñor Silvio Báez para robarle? Asesinarlo? Intimidarlo?. Son los mismos que todavía gozan de la impunidad que les aseguran sus patrones y esperan riendo a carcajadas ser identificados por las autoridades. Son los mismos que apalean jóvenes opositores al amparo de las sombras o que hacen abortar a golpes a una joven madre, opositora también. Son los mismos que en los años 90’s desataron una ola de bombazos en las puertas de los principales templos católicos para atemorizar a toda la Iglesia y doblegar a sus principales líderes. En ningún caso fueron descubiertos, ni siquiera señalados como sospechosos, pero el pueblo, en su inmensa sabiduría los identificó y acusó con nombres y apellidos. Son los mismos cobardes que hoy se refugian en la protección oficial, pero que jamás podrán escapar de la Justicia Divina, porque tarde o temprano todos expiarán sus culpas ante el Supremo Juez.

Ni en el pasado lejano, cuando los emperadores romanos perseguían a los cristianos por su fe, ni en el oscuro presente de pretores y sicarios que asaltan, golpean, secuestran y asesinan, la sangre de los Mártires nunca fue, ni será derramada en vano. Antes y ahora, ellos nos señalan el camino, el camino de la Justicia, el camino de la Libertad, el camino de la Verdad. La sangre del Padre Marlon Ernesto Pupiro García salpica a sus asesinos y abona el camino de la lucha por restablecer la democracia en Nicaragua.

 

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