"Alcanzará tu mano a todos tus enemigos;
Tu diestra alcanzará a los que te aborrecen.
Los pondrás como horno de fuego en el tiempo de tu ira;
Jehová los deshará en su ira,
Y fuego los consumirá.
Su fruto destruirás de la tierra,
Y su descendencia de entre los hijos de los hombres.
Porque intentaron el mal contra ti;
Fraguaron maquinaciones, mas no prevalecerán"...
Tu diestra alcanzará a los que te aborrecen.
Los pondrás como horno de fuego en el tiempo de tu ira;
Jehová los deshará en su ira,
Y fuego los consumirá.
Su fruto destruirás de la tierra,
Y su descendencia de entre los hijos de los hombres.
Porque intentaron el mal contra ti;
Fraguaron maquinaciones, mas no prevalecerán"...
Del Salmo 21
El lunes 20 de Agosto
recién pasado se cumplió un año del crimen atroz perpetrado en la persona del
Cura Párroco del Municipio de la Concha, el Padre Marlon Pupiro. Un horrendo
asesinato con todas las características propias del crimen por encargo, del
sicariato político, de cuyos antecedentes muchos en este país conocemos y
abundan los ejemplos a través del tiempo: Jorge Salazar, Arges Sequeira,
Enrique Bermúdez, Douglas Guerrero, Carlos Guadamuz, Alexis Arguello y quien
sabe cuántos mas cuyos nombres jamás conoceremos.
Habría que remontarse
al momento del crimen y el contexto político en el que ocurrió, para presumir
que la posición de la Iglesia Católica, su Jerarquía y en particular la del
Padre Pupiro, incomodaba a quienes querían el continuismo en el poder para
seguir haciendo lo que ya sabemos que hacen: enriquecerse ilícitamente a costa
del erario público. Somocismo Ayer, Hoy y Siempre. Para nadie es un secreto que
las Homilías del Padre Pupiro martillaban constantemente la conciencia de sus
feligreses, en una labor continua de denuncia y señalamientos permanentes del
estado de corrupción, de violación al Estado de Derecho y desmoronamiento de la
Institucionalidad en nuestro país. Avizoraba el Padre Pupiro el gran fraude en
el que iba a concluir el proceso electoral que arrancaba oficialmente y vaya
coincidencia, en el mes de su asesinato, porque el pueblo se lo advertía día a
día, en público y en privado.
Su última homilía
recuerda la pronunciada el 24 de Marzo de 1980 por Monseñor Arnulfo Romero en
San Salvador. El dedo acusador señalando sin miedo y de manera directa y
frontal al régimen. Con Monseñor Romero los asesinos quisieron acallar la voz
del Pastor en la Iglesia misma y a plena luz del día. Los sicarios penetraron
en medio de la gente y en la propia misa dominical abatieron al Mártir de
América. Luego asesinarían a los Padres Jesuitas para tratar de dar un
escarmiento a quienes desde el pulpito y con su ejemplo señalaban el camino de
la Verdad, de la Paz, del cese a la guerra, del fin del exterminio del pueblo a
manos de sus verdugos. Con el Padre Marlon Pupiro los sicarios actuaron al
amparo de la oscuridad. Tendieron la celada de la forma acostumbrada y tantas
veces ejecutada en el pasado. Captura mediante engaños y amenazas a terceros,
secuestro, tortura y asesinato, creyendo que con esto bastaría para acallar la
voz profética de toda la Iglesia, que a diario escucha las voces de la
feligresía denunciando, señalando y acusando.
Nicaragua es un
pueblo tan pequeño que esconder un crimen de esa magnitud es harto difícil,
casi imposible. Quizás la última Homilía del Padre Pupiro fue la gota que derramó
el vaso de la intolerancia de sus asesinos intelectuales. Fueron tan torpes,
que pretendiendo hacerlo parecer como un crimen común mas, dejaron la
suficiente cantidad de cabos sueltos, que sumados a la indolencia de las
investigaciones oficiosas, sirvió para que inmediatamente el dedo acusador de
la sociedad nicaragüense y en particular de La Concha, señalara a los culpables
del crimen, a los únicos que se beneficiarían con su silencio. Como fue
tradicional en el pasado y continúa siendo una práctica del presente, la tarea
de denigrar a la víctima no se hizo esperar. Los chivatos de siempre, los que
se mezclan entre la gente para hacer correr el rumor y la sospecha, empezaron
con su asqueroso trabajo. La duda de si fue un crimen pasional fue la
orientación bajada. Hasta los mismos que se suponen neutrales en el proceso
investigativo demostraron su perversa inclinación. Pero el pueblo, fiel a su
guía espiritual, no se tragó el anzuelo y desde hace un año han ido
recolectando pruebas, haciendo sus propias investigaciones y atando los cabos
sueltos dejados por los asesinos.
Un año después del
crimen, sus asesinos pueden estar seguros y confiados que la justicia de este
país, que vela con un ojo abierto y el otro medio cerrado para ver en cual bando
milita la víctima y así dictar sentencia, no los castigará. Gozan de la
protección del sistema. Son el sistema. Son los Tontons Macoutes criollos que
defienden a garrote y pistola a los Duvalier de aquí. Son los mismos sicarios que disfrazados de
ladrones, armados y al amparo de las sombras, irrumpieron en la residencia de
Monseñor Silvio Báez para robarle? Asesinarlo? Intimidarlo?. Son los mismos que
todavía gozan de la impunidad que les aseguran sus patrones y esperan riendo a
carcajadas ser identificados por las autoridades. Son los mismos que apalean
jóvenes opositores al amparo de las sombras o que hacen abortar a golpes a una
joven madre, opositora también. Son los mismos que en los años 90’s desataron
una ola de bombazos en las puertas de los principales templos católicos para
atemorizar a toda la Iglesia y doblegar a sus principales líderes. En ningún
caso fueron descubiertos, ni siquiera señalados como sospechosos, pero el
pueblo, en su inmensa sabiduría los identificó y acusó con nombres y apellidos.
Son los mismos cobardes que hoy se refugian en la protección oficial, pero que
jamás podrán escapar de la Justicia Divina, porque tarde o temprano todos expiarán
sus culpas ante el Supremo Juez.
Ni en el pasado
lejano, cuando los emperadores romanos perseguían a los cristianos por su fe,
ni en el oscuro presente de pretores y sicarios que asaltan, golpean,
secuestran y asesinan, la sangre de los Mártires nunca fue, ni será derramada
en vano. Antes y ahora, ellos nos señalan el camino, el camino de la Justicia,
el camino de la Libertad, el camino de la Verdad. La sangre del Padre Marlon
Ernesto Pupiro García salpica a sus asesinos y abona el camino de la lucha por
restablecer la democracia en Nicaragua.
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