El
consumo de droga es una realidad que no se puede esconder. Aunque es una
actividad que se realiza en la sombra, mueve miles de millones de dólares cada
año, y es la forma de vida de muchas personas en el mundo. Un negocio que, al
estar ilegalizado, es aún más peligroso, por estar directamente relacionado con
la violencia. Una de las zonas más afectadas por el tráfico de drogas es la
región de Centroamérica, que une como un puente las dos orillas del
narcotráfico: por un lado la producción (Sudamérica) y por otro el consumo
(Norteamérica). En términos generales es la región sudamericana la que produce
la droga que transita por Centroamérica y México, camino de Estados Unidos, el
principal consumidor de droga del mundo. Cada mes, más de 22 millones de
personas en los Estados Unidos consumen algún tipo de droga ilegal. Este mercado demanda grandes cantidades de droga, que llegan a
través de Honduras, Guatemala, El Salvador o Panamá. El 90% de la droga
producida en Sudamérica pasa por Centroamérica antes de llegar a Estados
Unidos.
Centroamérica, zona de tránsito y de conflicto.
La
región centroamericana está determinada geográficamente a ser el puente que une
la producción de droga con el consumo. Es el eslabón que une la cadena, una
pieza clave en el narcotráfico del continente americano, y que sufre
especialmente las peores consecuencias de este negocio. Hay dos tipos
principales de organizaciones de tráfico de drogas en Centroamérica:
administradores y transportistas. Las organizaciones mexicanas se encargan
principalmente de la administración y obtienen la mercancía necesaria de los
países de origen, con grupos peruanos, colombianos y bolivianos.
Además de los
propios cárteles, que se preocupan por gestionar su mercancía, en Centroamérica
aparece un actor autóctono de la región: las maras, peligrosas
bandas locales que también administran el tráfico de drogas. La otra
categoría, los transportistas, tienen conocimiento previo de rutas de
tráfico, y cuentan con los contactos necesarios en círculos de los Gobiernos
dada su experiencia con robos y contrabando. Actualmente la tarea de estos
transportistas es trasladar drogas desde Sudamérica hasta México. Sin embargo
estos grupos han ampliado sus actividades de narcotráfico, y ahora operan como
distribuidores locales y suministradores de marihuana, materia prima para
drogas sintéticas, y amapola para la producción de heroína.
En su camino hacia México, la droga atraviesa algunas de las selvas más
densas del planeta, las zonas más violentas del mundo, un sinfín de islas,
túneles, senderos, surca el mar e incluso los cielos. Es un camino complicado y
peligroso, pero eso no impide que cada año 900.000 kilos de cocaína pasen por
Centroamérica.
Atravesando las selvas de Panamá y Costa Rica.
Es muy difícil traficar por tierra grandes volúmenes de droga desde
Sudamérica debido a la región del Darién, una
extensión de jungla casi infranqueable entre Colombia y Panamá. Para sortear
esta barrera, algunos traficantes hacen el corto viaje hasta Panamá por mar
desde el Golfo de Urabá en
el Atlántico. Alrededor del 55% de los
cargamentos detectados por las autoridades en la frontera Colombia-Panamá
tienen lugar en este punto. Para evitar ser interceptados, los traficantes
esperan una brecha en las patrullas de seguridad antes de hacer el viaje,
utilizando una amplia gama de embarcaciones marítimas. Al llegar a Panamá, el
cargamento se almacena a menudo en áreas que no son accesibles por carretera,
antes de ser enviadas hacia el norte. Las autoridades estiman que tal vez entre
el 5% y el 10% de la cocaína que entra al país se consume localmente, de modo
que Panamá es un simple punto de tránsito para la droga.
El siguiente país en el viaje hacia el norte es Costa Rica. Los exuberantes
parques nacionales de este país atraen a turistas de todo el mundo por sus
selvas tropicales, blancas playas y manantiales de aguas termales, pero también
reciben visitantes no tan deseables: los narcotraficantes. Los
cárteles han encontrado un paraíso vasto en los manglares y junglas, con
pocos pobladores y escasa vigilancia policial, que pueden usar como puntos de
almacenamientos para la cocaína. Los 28 parques de Costa Rica abarcan una
cuarta parte del territorio, lo que significa que los narcotraficantes tienen
más que suficientes pantanos, montañas y junglas para esconderse. También
han comenzado a aprovechar cada vez más la fértil tierra para sembrar marihuana
entre los almendros y cedros del lugar.
El
número de envíos directos de droga a Costa Rica ha aumentado notablemente en
los últimos años. Entre 2006 y 2010, el país incautó una media de 20.000 kilos
de cocaína anuales, un notable aumento en comparación con los 5.000 kilos
incautados entre el año 2000 y el 2005. El aumento de la actividad de los
cárteles de la droga en los parques de Costa Rica se explica por el llamado efecto globo, que desplaza el narcotráfico desde las zonas donde está siendo combatido
por militares (como en México, Colombia, Honduras o Guatemala) hacia otros espacios
como Panamá o Costa Rica.
Dos países ajenos: Nicaragua y El Salvador
Nicaragua es principalmente un punto de abastecimiento y tránsito de droga.
Los traficantes nicaragüenses rara vez son encontrados fuera de su país de
origen. Las comunidades costeras, incluyendo los grupos indígenas, proveen
apoyo logístico a los traficantes, pues esta actividad ilegal es una de las
pocas fuentes de ingresos para la población de las áreas aisladas. Además, en
muchas de estas áreas remotas se instalan pequeñas pistas de aterrizaje para avionetas, pues viajar
por carretera es impracticable entre la densa selva.
En Nicaragua la mayoría del tráfico de drogas es costero, aunque también
existe un flujo interior a través de los ríos, algunos de los cuales transitan
a lo largo de más de la mitad del istmo. Las características
hidrológicas de este país hacen
muy poco transitable el territorio. En este caso la geografía ha permitido a
Nicaragua librarse del narcotráfico. El papel periférico que desempeña
Nicaragua en el tráfico de drogas viene a recordar el papel anteriormente desempeñado
por Centroamérica como región.
Por su
parte El Salvador, por su reducida extensión, no es un punto importante en el
camino del narcotráfico. Las autoridades manifiestan que por su país transita
muy poca cocaína debido a la carencia de una costa atlántica y a que
presenta muy pocas ventajas sobre los países más al norte. También es
cierto que El Salvador es el país con mayor densidad de población en la región,
lo que reduce las oportunidades de utilizar pistas de aterrizaje clandestinas y
zonas remotas de desembarco marítimo. Las incautaciones de cocaína se
encuentran normalmente entre las más bajas de la región centroamericana. En
2011 se realizaron apenas 130 incautaciones, muy pocas comparado con las cifras
de los países vecinos. La policía informa que sólo atraviesa el país el
“tráfico hormiga”, siendo la mayoría de los envíos menores de dos kilogramos.
Honduras, zona de recibimiento
Honduras
es hoy en día el punto de entrada más popular para la cocaína con
dirección norte hacia Guatemala. Los flujos de cocaína directos a Honduras
crecieron de forma significativa después de 2006 y aumentaron enormemente
tras del golpe de Estado en 2009. De manera especial ha crecido el tráfico
aéreo desde la frontera entre Venezuela y Colombia, gran parte del cual era
anteriormente dirigido a La Española y ha sido redirigido a las pistas de
aterrizaje clandestinas en Honduras. De los 80.000 kilos de cocaína que
llegan por aire hacia Estados Unidos, aproximadamente 65.000 aterrizan
previamente en territorio hondureño.
Siguiendo
la Carretera Panamericana apenas se recorre la zona sur de Honduras. El único
punto de entrada por la costa del Pacífico en este país es el pequeño Golfo de
Fonseca, lugar de frecuentes desembarcos ilegales. Desde allí, varios caminos
llegan hasta Tegucigalpa. La capital del país no sufre de manera especial la
acción del narcotráfico. Todo el peso de la droga recae sobre la mitad norte de
Honduras. Una de las zonas más importantes para el narcotráfico en Honduras en
la región de La Mosquitia, en el departamento Gracias a Dios, al
noreste del país. En esta zona son muy corrientes
los enfrentamientos entre cárteles, y
abundan las noticias sobre asesinatos e incautaciones de alijos de droga. Es en
La Mosquitia donde se entregan los paquetes que llegan desde Colombia por aire,
utilizando varias pistas clandestinas, o desde el mar, con Puerto Lempira como
localidad más importante de la región y principal lugar de descarga de envíos
ilegales.
Una vez
en tierra, la droga cruza la frontera por puntos clandestinos en la frontera
con Guatemala, en la que es una de las zonas más peligrosas del mundo. Los
municipios a ambos lados de esta frontera, la mayoría rurales, están afectados
por altas tasas de homicidios. Por Honduras transita el 80% de
la droga que llega a México desde Sudamérica con destino a Estados Unidos. Este
mercado está disputado entre el cártel de Los Zetas y el Cártel del Pacífico. El
80% de la droga que transita por Honduras se traslada por vía marítima y el 20%
restante por tierra y aire, según las autoridades hondureñas.
En 2012, se
incautaron más de 5.000 kilos de cocaína y unos 20.000 kilos de pasta
de pseudoefedrina, para la fabricación de pastillas de éxtasis. Porque el
narcotráfico no sólo maneja droga, sino también los materiales necesarios para
procesarla y fabricarla, y muchas veces también
son incautadas estas mercancías. La
inestabilidad política y la violencia generada por el narcotráfico y la
proliferación de las maras, han convertido a Honduras en uno de los países más
peligrosos y violentos del
mundo. Honduras tiene la tasa de homicidios más alta del mundo: al menos
20 personas son asesinadas cada día en una nación con ocho millones de
habitantes. En el año 2011 Honduras registró más de 6.000
asesinatos. La segunda ciudad del país, San Pedro Sula, es la
más peligrosa del mundo por
delante de Ciudad Juárez. Cada día hay una media de tres asesinatos en San
Pedro de Sula.
Todos los caminos llevan a Guatemala
Cuando se trata del tráfico de droga en Centroamérica, todos los caminos
llevan a Guatemala. Tradicionalmente, el país ha estado claramente
dividido entre las rutas de suministro al Cartel del Pacífico que permanecen
cerca de la costa sur y aquellas que suministran a Los Zetas, el cártel
mexicano que controla la mitad norte del país. Después de pasar desapercibidas por la guardia costera, las lanchas
cargadas de droga atracan en la costa cercana a Puerto Quetzal, y por tierra la
mercancía es gestionada y transportada por las bandas locales para hacérselas
llegar a los narcotraficantes mexicanos del poderoso Cártel del Pacífico, que
llevan la droga a México por el departamento de San Marcos.
De forma paralela, los cargamentos ilegales que llegan al norte del país
por tierra o por mar desde La Mosquitia hondureña, son recogidos en Puerto
Barrios o en la región interior de Zacapa, y
llevados directamente hasta territorio de Los Zetas, que controlan el
gran departamento de Petén,
último escalón antes de alcanzar territorio mexicano. Desde los últimos años la
actividad relacionada con el narcotráfico y la violencia ha aumentado en
Guatemala. El aumento de los envíos directos hasta Honduras y los esfuerzos de
las autoridades mexicanas por evitar la llegada directa de droga a su país han
obligado a Guatemala a absorber el 90% del flujo de cocaína, formando en el
territorio guatemalteco una situación de cuello de botella. Toda la droga que
converge en Guatemala es administrada por varias familias o bandas que, aunque
son locales, hacen las veces de representantes de los grandes cárteles
mexicanos, que son los que en última instancia manejan los hilos de todo lo que
ocurre en Centroamérica.
Los modos de transporte de la
droga
Los
narcotraficantes tienen que atravesar los más de 1700km que separan la costa
norte de Colombia de la Península de Yucatán para llevar la droga hasta México,
y que de allí llegue hasta el mercado estadounidense. Para realizar este gran
desplazamiento sin ser detectados han desarrollado distintas estrategias:
transporte de la droga por tierra (vehículos), por mar (lanchas) y por aire
(avionetas).
Aunque
son tres métodos distintos para el tráfico de drogas, todos comparten dos
similitudes. Primero, que las lanchas, avionetas o vehículos involucrados son
pequeños, por lo que el cargamento que llevan no suele exceder los 100
kilogramos. Aunque lo pequeño de las cantidades requiera muchos más viajes, se
tiene la ventaja de que se pierde menos mercancía cuando es interceptada. Y
segundo, lo más importante: los tres métodos requieren presencia física activa
de los cárteles mexicanos en territorio centroamericano.
Las rutas terrestres: a través de la selva
Recorrer la Carretera Panamericana no es una opción recomendable si se
quiere pasar desapercibido. Esta gran vía de comunicaciones que vertebra todo
Centroamérica enlaza prácticamente todos los países de la región, pero está
mucho mejor vigilada que el resto del territorio. Aunque los narcotraficantes
intentan hacer llegar la mercancía en coches, furgonetas o camiones, muchas veces son
interceptados por la policía. Por ello
una de las formas más comunes de atravesar el territorio es por caminos
secundarios o sendas perdidas entre la selva. Es muy complicado detectar entre
la maleza a un grupo de narcotraficantes, que a lo sumo irán acompañados de un
par de mulas para cargar con los fajos de droga. La estrategia de avanzar a pie
no se utiliza durante todo el trayecto, sino únicamente en determinados
momentos, como al cruzar una frontera.
Después de varios años, las autoridades ya han identificado algunas rutas
usadas por los narcotraficantes. Por ejemplo, una utilizada por el Cártel del
Pacífico consiste en llevar pequeñas cantidades de droga a Costa Rica desde
Panamá a través del cruce internacional en la Carretera Panamericana. La
cocaína es por lo general almacenada en depósitos durante varios días hasta que
otro vehículo la recoge y transporta a través del país. Al llegar a Nicaragua,
los traficantes prefieren evitar el control fronterizo y desvían la carga a pie
o a lomo de una mula a través de zonas remotas de la frontera. Una vez cruzada
la frontera, la carga es llevada a la orilla del gran Lago Nicaragua,
donde son embarcadas en botes hasta la orilla norte del lago. Allí, se
descargan nuevamente en vehículos terrestres que la llevan hasta la frontera
con Honduras. Otra ruta identificada por las autoridades nicaragüenses, también
vinculada a Sinaloa, pasa directamente por Managua para seguir por la Carretera
Panamericana rumbo a El Salvador a través de Honduras.
Desde
Honduras las rutas terrestres suelen ir desde La Mosquitia hasta San Pedro
Sula, para adentrarse en Guatemala hacia el departamento de Petén. En esta zona
fronteriza entre Honduras y Guatemala las rutas son más confusas y diversas,
fruto del alto grado de violencia y conflictos. El cruce fronterizo de El Ceibo, que
separa a México de Guatemala, es el punto clave que utiliza el cártel de Los
Zetas para el tráfico de cocaína vía terrestre. Desde ese lugar
y a lo largo de 120 kilómetros de frontera, prácticamente sin vigilancia, este
cártel mantiene operaciones para garantizar el paso y transporte de la droga
desde territorio guatemalteco en dirección a Estados Unidos.
Los vuelos clandestinos
Aunque
la mayoría de los cargamentos de droga se mueven por vía terrestre o marítima,
hay un importante porcentaje que lo hace en avionetas pequeñas, sobrevolando el
cielo de Centroamérica. Los narcotraficantes aprovechan las carencias en
la vigilancia de los radares que existen en la región. Como admiten las
autoridades hondureñas y guatemaltecas, los Gobiernos centroamericanos no
tienen los recursos logísticos y técnicos suficientes como para evitar el
tráfico aéreo ilegal de estos aparatos tan pequeños. Además, los carteles
mexicanos y de Colombia aprovechan que algunos países de la región no
tienen capacidad de detener los vuelos ilícitos. Por ejemplo hasta ahora
en Honduras, cuando un avión ingresa irregularmente a su espacio aéreo, las
autoridades sólo podían exigir a la aeronave irregular que aterrizara. Si no lo
hacía, la acompañaban hasta la frontera. Cuando abandonaba el territorio
hondureño la vigilancia de la aeronave quedaba en manos de los países
vecinos. Esta situación de incapacidad para actuar ha cambiado, y desde el
año 2014 el Gobierno de Honduras permite al Ejército interceptar los vuelos
ilegales.
Las
aeronaves, procedentes de Colombia, Perú o Venezuela, suelen aterrizar
en pistas improvisadas en regiones selváticas de Honduras o
Guatemala, aunque en ocasiones siguen su viaje hasta la frontera sur de México.
Cada una de estas pistas aéreas clandestinas, que tiene una anchura de entre 80
y 100 metros y una longitud de hasta 1500 metros, están preparadas para recibir
a pequeñas avionetas que pueden transportar hasta 300 kilogramos de droga por
viaje. Y aunque es necesario la utilización de maquinaria pesada para habilitar
una pista de aterrizaje, la inversión se recupera con rapidez. El dueño de
un campo puede obtener hasta 25.000 dólares por cada aterrizaje o cargamento
exitoso depositado en sus tierras.
Los esfuerzos de las autoridades se centran en interceptar avionetas y en
localizar pistas clandestinas. Por ejemplo, en el año 2013 Guatemala destruyó
50 pistas ilegales, mientras que en Honduras el Gobierno reconoció que existen
al menos 200 pistas tan sólo en la región cercana al Océano Atlántico. En
el año 2009 eran al menos 800 las pistas
clandestinas de aterrizaje utilizadas
por el narcotráfico en Guatemala para transportar droga hacia México. Aunque
las autoridades hacen un intenso trabajo de destrucción de pistas aéreas, los
narcotraficantes siguen construyendo. Las principales zonas de aterrizaje
de narcoavionetas son La Mosquitia
(Honduras), la región de Petén (Guatemala) o la costa caribeña
de Costa Rica.
Por el mar: barcos, lanchas y submarinos
La principal característica del transporte por mar es que recorre
distancias cortas, y sigue una ruta muy cercana a la línea de costa. Aunque
también existe un tráfico marítimo de cargueros, veleros o incluso submarinos,
capaces de llevar todo el cargamento de Sudamérica a México en un viaje y sin
necesidad de recargar combustible en el camino, el tráfico ilegal más común se
realiza usando lanchas rápidas cargadas con cantidades pequeñas de droga, que realizan
varios viajes cortos a alta velocidad. Cruzar desde Colombia hasta
Honduras por medio de una lancha rápida supone un trayecto de seis horas. Este
método es muy útil cuando los narcotraficantes quieren evitar algún tramo de
carretera o incluso un país entero, como ocurre con El Salvador o Nicaragua.
Según autoridades nicaragüenses, se sospecha que varias lanchas operan a lo
largo de la costa del país, saliendo fuera de las aguas territoriales para
evadir el control de las autoridades.
Aunque
es posible hacer toda la ruta entre Sudamérica y México usando estos viajes
cortos por litoral (con frecuentes paradas para llenar combustible), el tráfico
por litoral se usa siempre en combinación con el terrestre, como un trecho más
de su red vial. Tal es la necesidad de transportar la droga hasta México, que
los traficantes utilizan incluso submarinos para evitar a las autoridades y
llegar desde las costas colombianas hasta el Yucatán. El uso
de semisumergibles autopropulsados se detectó por primera vez en el año
1993. Comenzaron siendo simples remolques sumergidos de otros navíos, que
podían desprenderse en caso de ser interceptados por las autoridades, pero han
evolucionado considerablemente desde entonces. Ahora son submarinos pequeños
pero autosuficientes, que no dependen de un barco que les remolque. Además, se
han llegado a detectar submarinos reales.
Al menos cuatro submarinos fueron detectados cerca de Honduras el año 2012,
y las incautaciones de sólo dos de ellos alcanzaron alrededor de 14.000
kilos de cocaína. El submarino es rentable, pues el hecho de poder cargar
varias toneladas de droga hace que la carga total que se transporta en el
semisumergible llegue a alcanzar un valor de 10 millones de dólares. A pesar de
quelos beneficios potenciales son considerables, también lo son las pérdidas
cuando un submarino es detectado. Desde 1993 el Gobierno colombiano ha
incautado 63 submarinos de este tipo, que no resultan baratos para los
narcotraficantes. Los semisumergibles son generalmente de propulsión
muy lenta, por lo que a pesar de que son difíciles de detectar, también
hay más tiempo para que sean detectados por los guardacostas. Desde la primera
detección en 1993, la incautación de estas naves parece haber alcanzado su
máximo histórico entre 2007 y 2009, y haber disminuido desde entonces.
Una mercancía con mucho valor
¿Por
qué los traficantes planean estrategias tan complejas para conseguir llevar la
droga a México? ¿Por qué se arriesgan a perder la vida en un trayecto tan
peligroso? ¿Por qué se atreven a burlar a las autoridades echándose al mar en
lanchas o sobrevolando el cielo en pequeñas avionetas? La respuesta está en el
dinero que consiguen completando la misión. Cuando consiguen llevar la
mercancía hasta el punto de destino, reciben un dinero. Mucho dinero.
El narcotráfico
no sólo es una actividad ilegal y delictiva, también es una forma de vida. Para
muchas familias en Centroamérica transportar un fajo de cocaína es la única
forma de subsistir, y así encontramos a población indígena de las selvas de
Nicaragua que están aceptando los pequeños encargos de los narcotraficantes, y
se involucran sin pretenderlo en el negocio de la droga, cuando su única
intención es tener dinero para poder vivir. Además de este dinero que sirve a
muchas familias para sobrevivir, el narcotráfico también entiende de grandes
cifras. Los 900.000 kilos de cocaína que pasan cada año por Centroamérica dejan
grandes beneficios en los distintos países. Tan sólo en Costa Rica, la cocaína
que transita por sus parques naturales y sus carreteras tiene un valor de 900
millones de dólares.
Podemos
comprender las dimensiones del negocio de la droga cuando atendemos al
porcentaje del PIB que representa el valor de la cocaína que transita por cada
país. En Nicaragua, por ejemplo, el tráfico de cocaína tiene un valor que
equivale al 14% del producto interior bruto. Es decir, hay zonas del país donde
los narcotraficantes manejan más dinero que el propio Gobierno.
En
Honduras cada año se trafica con cocaína por valor de 2.000 millones de
dólares, el doble del presupuesto que todo Centroamérica tiene para combatir el
narcotráfico. Son cifras astronómicas, pero que no alcanzan a los datos que
presenta Guatemala, el escalón final antes de llegar a México. La cocaína que
transita por territorio guatemalteco tiene un valor de más de 4.000 millones de
dólares.
Pero junto a la droga y al dinero hay otra realidad que no se desliga: la
violencia. Centroamérica no sólo es la principal zona de tráfico de droga del
mundo, sino también una de las regiones más violentas y peligrosas. Esos miles
de millones que se mueven en fardos y en bolsas de plástico son deseados por
varias organizaciones criminales, que, apoyadas por los cárteles mexicanos,
libran sangrientas batallas en la región.
La violencia relacionada con el
tráfico de drogas
Centroamérica no
sólo es una zona de tránsito para la droga, sino que se ha convertido
poco a poco en una zona de conflicto, en la que varias organizaciones
criminales se disputan el control del territorio. El estrecho puente
centroamericano hacia México ha dejado de ser un lugar de paso, y es ahora un
lugar protagonista de la acción de los grandes cárteles mexicanos.
A raíz de la
estrategia de confrontación abierta al crimen organizado mantenida por el
Gobierno de México desde hace unos años, los dos principales cárteles del
país, el Cártel del Pacífico y Los Zetas, han trasladado a Centroamérica
90% de sus operaciones para el tráfico de cocaína hacia Estados Unidos y,
con ello, también su lucha por el control de plazas.
Principalmente es Guatemala el territorio disputado por los cárteles
mexicanos, a través de las bandas locales, las denominadas maras. Por su
parte Honduras realiza una función de “puerto de llegada” de la droga que
se dirige tanto a Los Zetas como al Cártel del Pacífico. Belice es considerada
como zona de operación de Los Zetas, y en El Salvador, la principal
organización de tráfico de drogas trabaja para el Cártel del Pacífico. Panamá,
Nicaragua y Costa Rica no sufren el acoso de la violencia entre cárteles ni los
enfrentamientos de las maras, por ser territorios simplemente de paso para la
droga.
Centroamérica, además de sufrir la acción de los cárteles mexicanos, tiene
a las peligrosas pandillas o maras, que no se
deben confundir con el crimen organizado. Para las maras, la pandilla es la
familia, porque sus miembros provienen, casi sin excepción, de familias
disfuncionales muy pobres. Para ellos el dinero es instrumental y no
necesariamente un objetivo prioritario. Mientras que el crimen organizado
es esencialmente clandestino, la mara, por el contrario, es abierta. Ambos
cometen atrocidades, pero para el crimen organizado la violencia es un
instrumento de poder y para la pandilla la violencia es un factor de identidad.
Los miembros del crimen organizado pueden consumir o no drogas, en cambio los
pandilleros suelen ser adictos.
Las maras locales, asociadas con los grandes cárteles.
En Guatemala, el Cártel del Pacífico tiene el control de la provincia de
San Marcos a través de la banda local conocida como Los Mendoza. El territorio bajo la influencia del Cártel del Pacífico
es fronterizo con México y tiene los principales puertos marítimos del
país, lo cual beneficia enormemente al cártel mexicano para recibir droga.
Además, en muchas provincias el Cártel del Pacífico se ha aliado con una de las
maras más importantes, la conocida como Calle 18.
Pero en Guatemala el cártel que domina el territorio son Los Zetas. A
través de la mara de Los Lorenzanas, Los Zetas controlan el
tráfico de cocaína en seis de los departamentos más grandes del país.
Recientemente, otros cuatro municipios fronterizos con Honduras y con salida a
la costa del Pacífico han sido arrebatados por Los Zetas al grupo local que
dominaba en esas zonas, la mara de Los Leones, cuyos líderes fueron abatidos
por la organización criminal mexicana. De esta forma, los Zetas se han
apoderado de Guatemala. Este
control por parte de grupos armados y muy peligrosos implica una situación que
puede parecer contradictoria: allí donde más presencia tiene el cártel de Los
Zetas, menos violencia hay. Con los siguientes mapas se evidencia que las zonas
con mayores tasas de homicidios no son las que sufren un control total por
parte de Los Zetas, sino aquellas que están en disputa entre cárteles y maras.
En Guatemala la mitad norte del país está dominada por Los Zetas de manera
indiscutible, y algunas zonas de la costa Sur viven bajo el control del Cártel
del Pacífico. Siguiendo la estrategia de expansión que tiene siempre el más
fuerte, se observa cómo la violencia está aumentando de norte a sur, conforme
Los Zetas (a través siempre de las bandas locales asociadas a su organización)
van ganando territorio al Cártel del Pacífico. Cuando Los Zetas controlen los
puertos del sur de Guatemala, el país será completamente colonizado por este
cártel mexicano. Y no sólo en el territorio, sino también en la sociedad y en la política.
En el
año 2010 transitaron 330.000 kilogramos de cocaína por las provincias de
Guatemala en las que los cárteles mexicanos tienen presencia, y que ocupan más
de la mitad del territorio guatemalteco. Una mercancía cuyo valor rondaba los
4.000 millones de dólares, es decir, mil millones más de lo que toda
Centroamérica invirtió ese mismo año en la lucha contra el crimen organizado.
Tanta presencia de los cárteles mexicanos en un país de extensión reducida
como Guatemala hace que la densidad de la violencia sea muy alta en algunos
puntos del país. En algunos departamentos han llegado a
declarar el estado de sitio,
debido a la peligrosidad de las calles. Esta lucha por el control de puntos
específicos de Guatemala, particularmente los que hacen frontera con Honduras y
El Salvador, han convertido a estos en los dos países con las tasas de
homicidios más altas del mundo (82 en Honduras y 65 en El Salvador, por cada
100 mil habitantes, en el año 2010).
En Honduras, las organizaciones de tráfico de drogas mexicanas han
participado en la industria del narcotráfico durante al menos quince años.
Pero en los últimos cinco realmente han comenzado a expandir su poder en
detrimento de las organizaciones de tráfico locales hondureñas. A pesar de
ello, parte del tráfico de drogas que se lleva a cabo en Honduras está
coordinado por un grupo de transportistas hondureños que trabaja con relativa
independencia de los cárteles. Un ejemplo es la familia Reñazco, que
ha estado activa por más de una década, principalmente en el lado
nicaragüense de la frontera. Estas organizaciones, que generalmente trabajan
en grupos pequeños, adquieren cocaína de traficantes colombianos establecidos
en el sur de América Central. Después, transportan la mercancía hacia el
norte, a lo largo de la costa a Honduras o Guatemala para después venderlos a
traficantes mexicanos que operan en la región.
El descubrimiento, por vez primera, de un laboratorio de cocaína en marzo
de 2011 con suficiente capacidad para procesar una tonelada de cocaína
por mes apunta a un papel creciente para Honduras como productor de sustancias
controladas. El laboratorio desmantelado supuestamente pertenecía al Cártel
del Pacífico, que es más poderoso en Honduras que su competidor, el cártel de
Los Zetas. Este aumento de la actividad narcotraficante en Honduras, como fruto
de la situación de la vecina Guatemala, está generando a su vez contagio en la
siguiente pieza del dominó, Nicaragua. La expansión de los
grupos de Honduras está haciendo aumentar la violencia en Nicaragua, un país relativamente más tranquilo en lo que respecta al narcotráfico en
la región.
El
efecto dominó de la violencia relacionada con la droga se inició en Guatemala,
y ha infectado progresivamente a todo Centroamérica: Honduras, El Salvador,
Nicaragua… rápidamente todos los países van cayendo ante la influencia de los
cárteles mexicanos a través de las maras, que cada vez tienen más poder. Una
situación difícil de resolver, pues combina tres elementos explosivos: drogas,
violencia y dinero.
JUAN PÉREZ VENTURA · 5 FEB, 2014 ·
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