Se
cumplen 81 años del asesinato del General Sandino, un 21 de Febrero del año
1934, a manos de un grupo de sicarios de la recién constituida Guardia Nacional,
cumpliendo órdenes de Anastasio Somoza García y, según aseguran algunos
historiadores, del delegado del gobierno norteamericano Henry L. Stimpson, un
personaje omnipresente en la política de los Estados Unidos durante mucho
tiempo, quien no se conformó con cargar el estigma de la derrota infringida por
Sandino y su Ejercito Defensor de la Soberanía Nacional a las tropas
intervencionistas durante la guerra que inicio el 2 de septiembre de 1927 hasta
su retirada en enero de 1933. Una lucha que marcó el decoro, la resistencia
patriótica y la voluntad de defender la soberanía de la patria mancillada por
la traición de los políticos vende patrias de ayer.
Fue
precisamente esta lucha la que definió el santo y seña de un grupo de jóvenes
revolucionarios, quienes de la mano del Coronel Santos López, eslabón histórico
y enlace vital entre el EDSN y el legado anti intervencionista de Sandino,
constituirían el Frente Sandinista de Liberación Nacional, FSLN, siendo Carlos
Fonseca el principal responsable del acierto visionario de su creación. Era la
continuidad de la lucha de Sandino, ya que la guardia somocista fue creación y
herencia de la intervención norteamericana antes de su salida del país.
Una
lucha que se prolongó por 45 años, tiempo en el cual Anastasio Somoza García
edificó una dictadura que se convirtió en dinástica, al sucederle en el poder
sus hijos Luis y Anastasio luego de su ejecución a manos del poeta Rigoberto
López Pérez. Una dictadura dinástica que se apoyó en un partido político, el
Partido Liberal Nacionalista, devenido posteriormente en el Partido Liberal
Somocista y en un aparato militar, la Guardia Nacional, convertida por la
fuerza del halago, la corrupción y la complicidad con los crímenes y las
tropelías de la familia gobernante, en una suerte de Guardia Pretoriana al
servicio de sus peores intereses. Para mantener esta “lealtad inquebrantable” de
la alta oficialidad, se requería de los beneficios económicos que
proporcionaban los cargos más jugosos en el gobierno y la libertad para hacer
negocios a costa del erario público, manejando información privilegiada e
impunidad fiscal. La Guardia, para mantener el “orden y la paz de la nación” se
auxiliaba en grupos paramilitares: los “AMROCS” y en turbas lumpen-proletarias
dirigidas por la tristemente celebre Nicolasa Sevilla. Somoza amamantaba a la
guardia y la guardia protegía a Somoza y así se forjó la Guardia Somocista.
Durante
los 45 años que duró la dictadura, indudablemente que hubo avances en la
economía, apoyado sobre todo en el boom agrícola de la época, asimismo hubo
desarrollo en obras de infraestructura, puentes, carreteras, escuelas y hospitales.
Hubo cierta autonomía en el poder judicial. Sin embargo, todo esto se basó en
un modelo excluyente, elitista y prebendario. Un modelo que también se sostenía
gracias a la alianza con el Gran Capital, alianza que definía claramente los
roles de cada quien: unos a los negocios y el otro a la política, disfrutando
ambos de las mieles del poder en tanto la relación se mantuviera en los
acuerdos establecidos. A aquellos no les importaba que en el país existiera una
dictadura familiar, que las libertades democráticas estuvieran conculcadas, que
el estado de derecho dependiera de la voluntad del dictador, en tanto los
negocios fluyeran y las ganancias producto de esta simbiosis dictadura –
empresarios reflejaran números positivos. Hasta que llegó el terremoto y con la
ambición desatada, Somoza incursionó en los negocios que eran coto privado de
los empresarios, rompiendo el matrimonio de tantos años.
Durante
su prolongada estadía en el poder, los Somoza reformaron la Constitución para
permitir la reelección, utilizando a sus aliados en el Congreso. Hicieron
elecciones que “hábilmente” fueron ganadas siempre por ellos, gracias a un
personaje inefable, Modesto Salmerón, que contaba los votos a como quería y los
daba por ganadores, aunque en las filas hubieran más conservadores que
somocistas. Contaban como su base social más leal a los trabajadores gubernamentales,
quienes con tal de mantener el “huesito” en el estado gritaban a todo pulmón
“No te vas te quedas” o “Somoza For Ever”. Eran los duros tiempos en que el empleado
público era humillado y servilizado a más no poder, eran los tiempos de las
manifestaciones en la Emplanada de Tiscapa, del broche rojo en la solapa de las
camisas y la sonrisa a pleno pulmón burlándose de todo el pueblo.
Pero
también la dictadura se sostenía gracias a la cooperación necesaria de un
sector de la oposición, quienes habían aceptado de muy buena gana jugar el rol
de contraparte del somocismo a cambio de puestos en la administración pública y
en los poderes del estado. Una oposición zancuda, prebendaria, ruin y
oportunista, felices de levantar su voz en el Congreso Nacional y ante sus
correligionarios en plazas públicas, mientras a sus espaldas fraguaban complacientes
la traición reiterada y contaban las infames monedas fruto de la venta
descarada de sus dignidades y sus votos.
Tiempos
aciagos aquellos, tiempos de oscuridad y sufrimiento, tiempos de soberbia y
avasallamiento, tiempos de enriquecimiento ilícito y complicidad de empresarios
y guardias, tiempos de asesinatos y represión. Pero también fueron tiempos de
lucha y conciencia, de esperanza y redención, de rechazo y conversión, de
unidad y fortaleza, y al final, el somocismo finalizó su ciclo, muriendo a como
vivió, a sangre y fuego. Y nuevamente Sandino se alzó victorioso sobre la
herencia del intervencionismo extranjero en nuestro país. El General de Hombres
Libres cabalgaba triunfante sobre el campo de batalla, sosteniendo las banderas
de Dignidad, Decoro y Soberanía.
Y
fue así porque Sandino es parte indivisible de la historia de nuestra patria,
su legado forma parte del ADN de la nación y por eso mismo está en la sangre
del futuro del país. Sandino seguirá en la lucha porque nuevamente la historia
se repite en Nicaragua. Sandino seguirá señalando a los traidores y vende
patrias de hoy, que son los mismos traidores y vende patrias de ayer. Sandino
se borrará de los rótulos y se bajará de las tarimas enfloradas, donde se manipula
su nombre, su imagen y su ejemplo, para acompañar a los campesinos que marchan
en El Tule, Nueva Guinea y Rivas contra la ignominia canalera. Sandino asaltará
la palabra mentirosa en plazas repletas de engañados para redimir nuevamente a
la patria violentada y vendida al mejor postor. Porque a 81 años de distancia,
Sandino se resiste a quienes pretenden apropiarse de su figura y quieren
convertirlo en el rehén de una historia falseada.
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