En los últimos días hemos visto a través de la televisión un spot publicitario en el que aparece compungido y con cara de yo no fui el Dr. Arnoldo Alemán, pidiendo perdón al pueblo nicaragüense por “los errores del pasado”, algo tan etéreo e insustancial, que nadie sabe a ciencia cierta a qué o cuáles errores se refiere, ya que el pasado reciente de tan inevitable personaje, nos remite no a errores sino a una gran cantidad de pecados, algunos veniales y otros capitales, cuyas consecuencias tienen al país, a la sociedad y a la política en general, en la situación en que se encuentra hoy en día.
En 1990, el Dr. Alemán tuvo su primera gran oportunidad al encabezar, con los votos sandinistas, la alcaldía de Managua. No obstante que su administración edilicia presentó resultados tangibles para la población capitalina, esta vino acompañada y empañada por el uso y abuso de los bienes públicos en provecho propio y de toda la claque de incondicionales y aduladores que lo cortejaban. Fue el inicio de una larga carrera que seguía al pie de la letra el manual de los viejos caudillos de la política criolla, cuyas enseñanzas lo remitieron a mantener a toda costa el tradicionalismo político en el pueblo. Amiguismo, nepotismo, prebendarismo, enriquecimiento ilícito, compadrazgos, caudillismo, entre otros, eran los ingredientes de la receta seguida y tan eficaz para mantener a la gente común dependiendo de las dádivas del naciente cacique del partido, “su partido”.
La segunda gran oportunidad la tuvo el Dr. Alemán en el año 1996, cuando en hombros del 51 % de los votos de los nicaragüenses llegó a la Presidencia de la República. Con la cantidad de diputados obtenidos, más los de sus aliados, pudo haber iniciado el desmantelamiento del naciente orteguismo, quien ya traía los antecedentes delictivos de mantener en jaque a los nuevos gobernantes de la era post revolucionaria. Sin embargo, el ya Presidente Alemán se acobardó por las amenazas de caos y violencia callejera prometidas por Ortega y cedió a sus caprichos. Lo pudo haber enjuiciado por las terribles denuncias de violación hechas públicas por su hijastra, Zoila América Narváez Murillo y no lo hizo. Tuvo miedo a retarlo, prefirió mirar hacia otro lado y hacerse el desentendido, dejando a la víctima al amparo de su suerte. Suerte de los caudillos que entre pares se cuidan. Durante su mandato prácticamente gobernó con una mafia que se enquistó como un cáncer en las instituciones y en los recursos del estado, mafia a la que eufemísticamente llamó “Gabinete de Lujo”. Saquearon las arcas públicas a su gusto y antojo, a diestra y siniestra, por arriba y por debajo de la mesa y amparado en su lema de “Obras No Palabras”, pretendió la impunidad a sus desmanes. Una parte del pueblo fue extremadamente condescendiente, más por ignorancia que por raciocinio, consecuencias obvias del tradicionalismo y solo se limitó a externar: Robó pero hizo.
Con lo que no contaba el Dr. Alemán es que un Daniel Ortega paciente y constante, le seguía de cerca sus pasos y con el control paulatino que iba logrando en el poder judicial, logró someterlo a su voluntad, al extremo de forzar la entrega de su partido, de sus supuestas convicciones liberales, de su dignidad y lo que es peor, del futuro del país, en una suerte de componenda o repartición, misma que fue conocida por los ideólogos del orteguismo como el “Pacto de los Mengalos”. Pacto que repartió las instituciones entre ambos caudillos y demolió la institucionalidad del país. Pacto que fortaleció a Ortega, entregándole la mitad de todo lo que podía ser compartido y repartido, por el temor a ser enjuiciado en el futuro por las tropelías cometidas. Pacto que tiene al país en la desgracia actual.
Nuevamente el Dr. Alemán tuvo una tercera oportunidad y fue en las elecciones del 2001, al imponer, por la vía del famoso dedazo, como candidato presidencial a Enrique Bolaños y a la postre su sucesor en la presidencia. Pretendió el doctor gobernar desde la Asamblea Nacional con la fuerza de su bancada y someter a sus caprichos al nuevo Presidente de Nicaragua. Se alió nuevamente con Ortega y fortaleció el pacto en detrimento de Bolaños a quien casi pusieron de rodillas y solo la intervención de la OEA lo salvó de su obligada dimisión. Fue aquí que el Dr. Alemán cumplió la aspiración, tantos años acariciada por Ortega, de volver a gobernar el país. Gracias a su preclara “Inteligencia Política”, rebajó al 35 % el porcentaje válido de los votos para poder ser presidente, en una reforma a la Constitución Política hecha como un traje a la medida del caudillo del orteguismo, quien finalmente vio hecho realidad su sueño dorado en las elecciones del 2006. Fue el intercambio de la presidencia por la promesa de libertad de un convicto acusado y condenado a 20 años de prisión por delitos cometidos. Promesa que demás está decirlo, nunca fue cumplida, ya que hasta el día de hoy continúa siendo rehén de Ortega.
En el año 2008 se le presentó una cuarta oportunidad al Dr. Alemán de reivindicarse ante el pueblo. Prácticamente toda la oposición marchó unida en la Casilla 1, su casilla, la de su partido, en las elecciones municipales. Sin embargo, prefirió cumplirle a su socio que al pueblo, quien confiadamente votó en contra de Ortega. Le taparon el ojo al macho, pero no a la inmensa mayoría de la gente, que en los municipios presenció impávida, con cólera y resignación, su complicidad en el Gran Fraude.
Remitido al triste papel de socio minoritario en el pacto y con las llaves de la Cárcel Modelo sonando en el cinturón de su carcelero, se ha conformado con recoger dócilmente las migajas que éste le lanza. Desde la Asamblea Nacional, su bancada Pre Pago ha entregado la Junta Directiva del Congreso al orteguismo en el 2007, en el 2009 y en el 2011. En el 2007 como una prueba de amor y fidelidad a Ortega. En el 2009 a cambio de la absolución de los delitos del Dr. Alemán y en el 2011 como consecuencia de la habilidad innata de sus operadores políticos a negociar siempre agachados. Aprueban el presupuesto y las leyes al gusto de Ortega. Legislan, sin ningún rubor, de acuerdo a los intereses del gobernante. Actúan como sicarios políticos cuando el orteguismo así se los exige. En fin, bancada y caudillo son uno y como tal actúan de la misma forma: sumisos y cobardes y dispuestos a entregar lo que haya que entregar, con tal de cumplir los caprichos del socio mayor.
Por eso, le aconsejamos al Dr. Alemán que haga un nuevo spot televisivo y nos aclare de cuáles pecados veniales pide perdón, porque de los capitales, que son muchos, posiblemente solo Dios, en su infinita misericordia, podría perdonarlo. El pueblo no está dispuesto a hacerlo, así ponga la cara que ponga, pues a como dicen el viejo refrán: “Más rápido cae un mentiroso que un renco”.