“Nos obligaron a permanecer
con los brazos para arriba y las piernas abiertas
desde las ocho de la noche hasta la una de la mañana
del día siguiente.
Estábamos rendidas y cuando
queríamos componer los pies,
llegaban y a punta de
patadas nos las abrían.
Elízabeth Pavón García.
Denunciante de torturas por
la Policía en Nueva Guinea.
La
represión desatada en Nueva Guinea y otros municipios del país, luego de las
protestas ocurridas a raíz del fraude electoral, solo es el presagio de lo que
se espera en el futuro inmediato y que se ha venido denunciando por algunos
sectores, sobre todo los que están claramente decididos a alcanzar el retorno
de la democracia y el estado de derecho perdido a partir de Enero del 2007. Lo
que en el anterior periodo de gobierno del comandante Ortega eran determinadas
expresiones de abusos policiales, poco a poco se han ido convirtiendo en una
constante de este ilegal período, como respuesta a los justos reclamos de gran
parte de la población nicaragüense.
Lo
que antes se consideraba como acciones aisladas de parte de algunos
funcionarios policiales en algunos territorios, (al menos esa era siempre la
respuesta de la Primer Comisionada), al día de hoy, la represión se ha
institucionalizado para tratar de imponer la voluntad de la cúpula
gubernamental, ya sea en relación al fraude electoral que pretende legalizar el
robo de una gran cantidad de municipios donde perdieron las elecciones a pesar
del enorme abstencionismo ocurrido, sea para contener las protestas de familias
pobres que justamente reclaman ser trasladadas a otros lugares donde no se les
hunda la tierra, sea contra pobladores que mantienen una protesta en contra de
una empresa generadora de energía eléctrica, o sencillamente contra ciudadanos
que reclamaron en contra de la imposición de candidatos del partido oficialista
en las recién pasadas elecciones municipales.
Treinta
y dos municipios de trece departamentos levantados en contra del dedazo de la
pareja presidencial: Nueva Segovia, Madriz, Estelí, Masaya, Granada, Rivas,
Carazo, RAAS, Jinotega, Matagalpa, Chinandega, León y Managua; tres municipios
levantados espontáneamente por circunstancias ajenas a las elecciones y cuatro
municipios tomados por las fuerzas del “orden” por protestar contra el fraude electoral,
son el resultado de una jornada en la que se evidencia la falacia de la cohesión
partidaria monolítica de la que tanta gala hacen y sobre todo, de la falsedad
del burdo eslogan del gobierno de que aquí todos gozamos de la alegría de vivir
en paz.
Desde
finales del año pasado hasta prácticamente el arranque de la campaña electoral municipal,
militantes de vieja data del sandinismo, retirados del EPS y MINT,
desmovilizados del SMP, colaboradores y combatientes históricos y hasta Madres
de Héroes y Mártires sufrieron el rechazo de la nueva organización que se
construye sobre los restos de lo que fue el FSLN. Despreciados y apartados por
funcionarios políticos de menor categoría, los que una vez fueron el bastión de
la resistencia del partido durante los 16 años de sequía de poder, hoy se
cuentan entre los apaleados por la represión policial que no distingue pelo,
color ni tamaño, solo el cumplimiento ciego de las ordenes de “arriba”.
Atrás
había quedado, casi como un lejano recuerdo, el episodio de La Paz Centro en Septiembre
del 2008, donde una población enardecida por el asesinato de un joven a manos
de un agente, había arrasado con la delegación de la Policía Nacional en este municipio,
en un claro mensaje de lo que la ciudadanía indignada es capaz de hacer cuando
se decide a reclamar con ira y razón una injusticia cometida. Fue aquí que se inauguró
el nuevo estilo de garrotear, balear y luego pedir perdón. Como quien dice, el
que peca y reza, empata. Luego de estos lamentables sucesos, pasaron un par de años
en los que la actuación policial estuvo más o menos dentro de los cauces
normales y ceñida, con alguna que otra irregularidad, al mandato
constitucional, hasta que llegaron las elecciones nacionales del 2011, donde de
nuevo, la institución policial agarró partido “con el partido” e inicio su
desbocada carrera por perder todo vestigio de institucionalidad, apartidismo,
neutralidad y sujeción a las leyes. Era la prueba de amor que exigía Ortega para
garantizar su ilegal candidatura y posterior reelección. Y la prueba le fue
dada sin disimulo y con complacencia.
La
violencia gubernamental, gozando de la complicidad, o en el mejor de los casos
con “la neutralidad activa” de la policía, fue desatada antes de las elecciones
en los departamentos de Nueva Segovia, Madriz, Matagalpa, Jinotega, RAAN, Chinandega,
Masaya y Carazo. La actuación policial inmediatamente después de las elecciones
de Noviembre de ese año dejó una estela de atrocidad e impunidad que difícilmente
quedará en el olvido de los pobladores de El Carrizo, donde cuatro policías junto
al Secretario Político del orteguismo en la zona, masacraron a una familia campesina,
por el solo pecado de ser opositores. Luego siguió Siuna, Jalapa, Matiguas, Rio
Blanco, La Concha, Jinotepe, Ciudad Darío, entre otros lugares, donde la represión
institucionalizada del gobierno y del partido se hizo sentir con mayor rigor.
Y
como para no perder la costumbre, llegaron las elecciones municipales de este año
y con ellas, por supuesto, la continuidad de la represión. Ahora no solo era
contra opositores declarados, sino que a la lista de objetivos se sumaban los
antiguos militantes que en el pasado reciente habían sido los comandos
electorales, las fuerzas de choque del orteguismo y el voto duro del partido. La
orden dada era reprimir todo lo que oliera a oposición, independientemente de
quien fuera. Se trataba de resguardar las “nuevas victorias” anunciadas desde
meses antes por los voceros oficiales y oficiosos del gobierno. Y las nuevas victorias
llegaron de la mano del siempre eficiente Roberto Rivas Reyes, el Hacedor de
Milagros, el que resucita a los muertos, el que los hace votar y que en el
colmo de la santidad, hasta les permite ser candidatos del zancudismo. Y para
resguardar las nuevas victorias, quien mejor que la nueva Policía Orteguista,
reforzada por ilegales camisas azules, por paramilitares (antiguos DGSE) autorizados
para “interrogar” a prisioneros y por las bandas armadas motorizadas “de apoyo”.
Las
denuncias hechas en esta semana que termina son simplemente el preludio de lo
que le espera a Nicaragua durante el tiempo que dure esta ilegal administración.
Sencillamente aberrante la actuación policial en Nueva Guinea. Violación sistemática
a los derechos humanos de civiles opositores cuyo único delito es protestar cívicamente
por el robo de la alcaldía de ese municipio a manos del partido oficialista. Abuso
sexual comprobado en contra de mujeres y jóvenes menores de edad que fueron
hechas prisioneras y por increíble que parezca, hasta una delegada de la Comisaría
de la Mujer participando de estos abusos. Qué dirá su Jefa? La modalidad de cuanto
régimen dictatorial hubo en Latino América, de humillar y violentar los derechos
de los prisioneros. Tortura después de la represión, para quienes tuvieron la
mala suerte de caer bajo la bota de la nueva guardia pretoriana de Ortega,
igual o peor que la de Anastasio Somoza. Los hechos hablan por sí solos. Pasillo
hecho por policías por donde pasan los prisioneros para recibir la golpiza
Cristiana, Socialista y Solidaria. Cuál es la diferencia entre la violencia que
ejercían aquellos y la que ejercen estos ahora? La sistematización, dirán
algunos. La institucionalización, dirán otros. Ambas cosas, violencia, represión
y tortura sistemática e institucionalizada están en camino, pues para mantenerse
en el poder, esta gente requiere de obediencia ciega, falta de hígados e
ignorancia sin límites, para que las ordenes, cualesquiera que sean estas, se
cumplan sin reparo ni discusión alguna.
Apelamos
desde esta acera, a todos aquellos mandos que aun conservan la dignidad, los
principios y los valores aprendidos en la lucha revolucionaria, para que hagan
valer estos principios y no se dejen arrastrar por la vorágine de violencia,
ilegalidad e irrespeto a los derechos de
los nicaragüenses emprendía por aquellos quienes piensan solamente en continuar
enriqueciéndose al amparo del poder. No hay que olvidar las lecciones de la
historia.