Cada
día que pasa, Nicaragua pareciera ser el país donde el conflicto es la cosa más
común, el pan nuestro de cada día, salimos de uno e inmediatamente entramos a
otro. Unos son artificiales, creados por quienes tienen el poder para
dividirnos, confundirnos, quitarnos el sosiego y desenfocarnos de lo
verdaderamente importante, otros obedecen a causas naturales y ambos, por lo seguido
con que ocurren, dan la impresión de que padecemos la maldición de Sísifo,
quien al enfadar a los dioses, fue condenado a la ceguera y empujar a
perpetuidad una enorme piedra montaña arriba, solo que antes de llegar a la
cima, cae cuesta abajo con la pesada carga para volver a empezar de nuevo y así
de manera indefinida.
UN
PAIS “SALADO”?
Que maldición
estaremos pagando los nicaragüenses para merecernos semejantes expiaciones:
dictaduras unas tras otras, guerras fratricidas, división entre hermanos, empobrecimiento
de las mayorías, enriquecimiento desmedido de una minoría sorda al clamor de
los más pobres, crímenes, cárcel y tortura a los que rechazan ser parte del
rebaño de borregos que felices balan al ser llevados al matadero de la
ignominia y la humillación. Un país donde se compra la dignidad de las personas
con baratijas, donde se vende la soberanía nacional y sus valiosos recursos
naturales al mejor postor. Un país donde el valor principal que se enarbola
desde el poder es que hay que ser “vivo” para vivir bonito a costa de los demás
y del erario público por supuesto. Un país donde un pistolero es enaltecido por
quien ejerce, aunque inconstitucional, la máxima autoridad en la nación.
COLONIZACIONES
BUENAS Y MALAS
Después
de las ejecuciones de quienes estaban en el lugar y el momento equivocado,
vienen mochilasos, emboscadas, ajusticiamientos, persecuciones y verdaderas cacerías
en el campo y de nuevo, los tambores de la guerra entre grupos de nicaragüenses
que se disputan la posesión de un pedazo de la tierra que nos vio nacer a
todos. Primero fue la colonización de zonas despobladas, yermas y agrestes para
asentar a miles de ciudadanos sin tierra, como fue el caso de Nueva Guinea. La
tierra vio florecer los frutos de sus entrañas, la producción de granos básicos
y la ganadería fue el resultado del experimento. Nicaragua se vio beneficiada y
miles de familias mejoraron sus niveles de vida. Luego vino la codicia de
quienes vieron, después del fin de la guerra de los años 80’s, una oportunidad
para aprovecharse de la pobreza y del abandono de muchos campesinos que quedaron
dejados a su suerte después de entregar las armas. Y decidieron emprender una
nueva colonización en la cual ellos se erigían en los modernos Pedrarias Dávila.
Desde el poder e inmediatamente finalizado el conflicto bélico, se dedicaron
con ahínco a trasladar campesinos a las zonas montañosas del norte del país, donde
debido a la guerra era territorio prohibido y comenzó la explotación inmisericorde
de los recursos del país.
UNA
MAFIA QUE MUTA CON CADA GOBIERNO
Con
el tiempo han venido cambiando los nombres de las mafias madereras y de los
traficantes de tierra. Con cada nuevo gobierno, son relevados por quienes
asumen el poder y se aprovechan de él. Algunos con la venia del encargado de
turno, otros amparados bajo el manto del anonimato y los testaferros de
siempre. Algunos recibiendo parte del usufructo del despojo y otros dirigiendo
el mismo directamente. Y todos con un denominador común: los de arriba hartándose
hasta mas no poder y los de abajo, los peones del despale y el saqueo,
recibiendo migajas y abandonados a su suerte cuando la situación se vuelve
insostenible por la denuncia y la atención mediática.
LA
MISMA MODALIDAD DESDE LOS AÑOS 90`s
La
promesa de títulos, la agricultura migratoria y la ganadería extensiva ha sido
el modus operandi de las mafias madereras y de los traficantes de tierra.
Lanzan a un grupo de campesinos que son trasladados al corazón de la montaña,
para que despalen, quemen y siembren granos básicos para subsistencia. Ellos adquieren
la madera tumbada a cambio de títulos de propiedad y entre más grande es el
despale, mayor será la propiedad adquirida. Trasladan ganado en grandes
cantidades para repasto, cambiando de zona cada año para ampliar la frontera agrícola
y las áreas ganaderas. Los títulos son conseguidos de manos de autoridades
inescrupulosas, generalmente enquistadas en las alcaldías y los registros de la
propiedad de dichas alcaldías. De nada sirven las vedas decretadas a la explotación
de maderas preciosas pues las motosierras, los aserraderos portátiles y las
rastras cargadas de madera continúan su trabajo implacable. Al igual que el
contrabando de ganado, nadie ve nada, nadie sabe nada, nadie se atreve a
denunciar nada.
UN
VIEJO CONFLICTO CON NUEVOS INGREDIENTES
El
conflicto por la tierra y los recursos en la zona del Caribe Norte y Sur es tan
viejo como el fin de la guerra. Hay que apropiarse a toda costa de nuevas áreas
de bosques a ser despaladas, así sean reservas protegidas y las comunidades indígenas
ven como sus recursos son explotados por ajenos y sus espacios vitales
reducidos por grupos de colonos cuya vocación es totalmente depredadora. También
han visto cómo sus dirigentes o quienes se asumen como tales, se han
enriquecido a sus costillas, pero bueno, entre ellos se arreglan. Colonos
contra comunidades indígenas es la nueva piedra que hay que cargar a la cima de
la montaña, en una nueva versión del Sísifo nicaragüense. Manos extrañas
atizando un conflicto que se ha recrudecido desde el momento que un grupo de
vivianes decidió que había que saquear el país, utilizando a los tontos útiles de
siempre para llevar a cabo sus despropósitos. Nuevamente nicaragüenses pobres
contra otros nicaragüenses pobres, mientras los que azuzan y se enriquecen
permanecen en la sombra. Y a la sombra están las mafias madereras,
contrabandistas de tierra y de ganado y porque no, narcotraficantes que estarían
al acecho de nuevos territorios luego de ser acosados y expulsados de la mosquitia
hondureña, en donde tenían el paraíso perfecto para almacenar grandes
cantidades de droga proveniente de la Venezuela secuestrada por el Cartel de
los Soles, utilizando un corredor aéreo descarado desde Zulia y Apure hasta los
cientos de pistas aéreas clandestinas construidas en las regiones agrestes de Atlántida,
Colon y Cabo Gracias a Dios, limítrofe con nuestro Caribe Norte.
Este
nuevo conflicto que se cuece en el Caribe Norte debe movilizar a todas las
autoridades, tanto civiles como militares. Las civiles tienen mucho que decir,
ya que son las apañadoras de toda la corrupción que mueve el tráfico de tierra,
de ganado y de madera. Sin ellas no pueden crecer y multiplicarse tanto
bandolero, a menos que ellas sean parte del bandolerismo. Las autoridades militares,
ejército y policía, están obligadas a restablecer el orden sin derramamiento de
sangre, deben ser las únicas poseedoras de armas de guerra, que están en manos
de uno y otro bando. La situación requiere el máximo de cuidado, pues la
historia reciente del último conflicto armado ha dejado enseñanzas más que
claras de que los abusos del gobierno en esa zona se pagan y muy caros.