viernes, 31 de julio de 2020

FEROZ ATAQUE A LA IGLESIA CATOLICA



El día de hoy, viernes 31 de Julio, se conoció del alevoso ataque a la Iglesia Católica, mediante el lanzamiento de una bomba incendiaria, posiblemente un Coctel Molotov, en una de las imágenes más veneradas, no solo de Managua, sino del país entero: la Sangre de Cristo. Son miles de católicos los que desfilan fervorosamente ante su santuario en la Catedral de Managua y aunque ya se han hecho normales los ataques, sobre todo después de la Crisis de Abril, la feligresía nunca esperó una agresión de tal magnitud. Una imagen que de acuerdo al Cardenal Brenes tiene más de 300 años, toda una reliquia sacra y el epicentro del peregrinaje de los managuas. 

Realmente, los ataques a la Iglesia Católica son de larga data, despuntaron desde los años 80’s con agresiones directas a obispos y sacerdotes, expulsiones del país en helicópteros en plena oscuridad, montajes burdos para ridiculizarlos o exponerlos como agentes de la Contrarrevolución, asaltos y vejaciones. Luego en los años 90’s, bajo la mano ejecutora de Carlos Fonseca Terán y siguiendo orientaciones de las fuerzas tenebrosas, desató una serie de acciones terroristas en contra de varios templos, mediante la colocación de bombas que no solo expusieron a los fieles, sino que causaron destrozos al interior de los mismos. En los primeros años del nuevo milenio, la “operatividad” en contra de la Iglesia Católica fue por la vía del robo y el sacrilegio, en casi todos los templos atacados la constante era la misma, el robo de los Cálices con hostias consagradas. Muchos “mal pensados” aseguraban que se trataba de proporcionar a “alguien” los insumos para los rituales satánicos que se hacían a fin de cambiar el rumbo esquivo que mostraba el regreso al poder. No soy versado en estas cosas tan oscuras, pero algunos conocedores plantean que para ritos de mayor nivel son necesarios estos símbolos sagrados. 

Ya en el poder, después de mucho bregar para someter, ya sea por miedo o por cansancio a la ciudadanía nicaragüense ansiosa de paz y tranquilidad, Ortega retornó al poder de la mano de su esposa, Rosario Murillo, conocida practicante del ocultismo y fiel seguidora de la secta del acusado en su momento de pederasta, Said Baba. Las primeras acciones fue acercarse al Cardenal Obando y tomarlo como rehén por hechos que salieron de la mano de los mismos agentes de la Seguridad del Estado que en los 80’ y 90’s fabricaron pruebas, montaron falsos positivos, etc. Esto le aseguraba al menos la neutralidad de la Iglesia, sin embargo una legión de valerosos sacerdotes se mostraban reacios al dominio de quienes solo pensaban en manipularlos para sus propios fines. Primero utilizaron la lisonja y el halago, luego la amenaza y finalmente los ataques. En agosto del año 2011 las fuerzas tenebrosas asesinaron al Padre Marlon Pupiro, cura párroco de La Concha, utilizando el montaje característico del libreto de los órganos de la Seguridad del Estado. El mensaje era más que claro, bajaban el tono o las consecuencias iban a ser contundentes. Monseñor Mata, Solórzano y Álvarez sufrieron la persecución y la ira del poder. Monseñor Báez sufrió dos intentos de agresión, en el segundo de ellos, penetraron hasta el cuarto donde supuestamente iba a encontrarse durmiendo, Gracias a Dios no se encontraba ahí, por lo que el intento fue fallido. 

El año 2015 marcó un hito en la historia de las relaciones entre el gobierno de Daniel Ortega y la Iglesia Católica, con la salida a luz pública del documento “En Búsqueda de Nuevos Horizontes para una Nicaragua Mejor[1]”, un contundente escrito entregado en las propias manos del Presidente y su vicepresidente, donde reseñaba, a la luz del evangelio todos los señalamientos que nadie se atrevía a decirle al gobierno, mucho menos en su propia cara. Fue la pauta para que Ortega buscara un mayor acercamiento con el liderazgo de las iglesias evangélicas, muy propensos a los halagos del poder. La Crisis de Abril selló el destino de las relaciones con los gobernantes y el clero católico, como debía ser estos se alinearon con las demandas del pueblo nicaragüense que era masacrado en las calles de Managua y otros municipios, sin embargo Ortega los llamó para que mediaran en un dialogo con las fuerzas opositoras que tenían paralizado el país. Conseguido sus fines, tomó aire y la emprendió de nuevo contra el pueblo en la fatídica Operación Limpieza de Julio de ese año, cerró los espacios de diálogo con la Jerarquía Católica y dejó solamente al Nuncio Apostólico como única puerta de comunicación. Continuó con la agresión a los sacerdotes, utilizando esta vez a las turbas fanatizadas, quienes la emprendieron en contra de los párrocos de las iglesias de Diriamba, Jinotepe y Masaya. Nuevamente Monseñor Báez fue el blanco de la furia y la venganza de los gobernantes, hasta lograr finalmente su salida del país. El sacerdote Edwin Román fue otro de los destinatarios del odio ciego de la pareja presidencial. No se salvó tampoco el sacerdote Mario Guevara de la Catedral de Managua, quien fue bañado con ácido por una fanática que cumplía órdenes de los mismos de siempre. Dicho sea de paso, tanto el que se auto incriminó como asesino del Padre Pupiro, como la fanática que agredió al padre Guevara están en libertad, gracias a las “bondadosas” amnistías concedidas por el régimen. 

Esta vez han escalado la violencia en contra de la Iglesia Católica, atacando una venerada imagen e impulsando el secuestro de la imagen de Santo Domingo de Guzmán, en una burda copia del evento que hace muchos años atrás escenificara el ya desaparecido Lisimaco Chávez. Da la impresión que el gobierno hace lo imposible para provocar al pueblo nicaragüense a que salga nuevamente a las calles y reeditar la masacre que comenzó en Abril del 2018. La Pandemia no les ha dado resultado porque la mayoría de la gente ha seguido las recomendaciones de resguardarse en sus casas. La represión, si bien es cierto mantiene al pueblo amenazado, no ha significado la domesticación y el sometimiento de la gente. Las encuestas les llegan y les duelen sus resultados mucho más que las sanciones internacionales. Perciben y sienten el desprecio del pueblo, por lo tanto solo les queda provocarlo con lo más sagrado que tiene el catolicismo nicaragüense, su Fe, sus guías espirituales, su devoción y sus imágenes. No hay que caer en la trampa, pero si no hay que olvidar todos estos vejámenes. Llegará el momento en que tendrán que pagar sus agravios y sus crímenes.


[1] https://www.envio.org.ni/articulo/4856

domingo, 26 de julio de 2020

UNA NUEVA CRISIS DE LA MANO DE ORTEGA


Nuevamente y de la mano de Daniel Ortega se cuece una crisis más en Costa Rica, teniendo como protagonistas a los refugiados nicaragüenses que por distintas razones han tomado la decisión de retornar al país que los vio nacer. La crítica situación económica de la mayoría de los refugiados políticos llegados como consecuencia de la Crisis de Abril, sumada a los tremendos efectos derivados de la Pandemia, han profundizado aún más la situación de vulnerabilidad que ya existía, obligando a muchos a tomar tal decisión. Ortega, ni corto ni perezoso ha aprovechado la ocasión para desatar su venganza, tanto en contra de los que intentan regresar, como del Gobierno de Costa Rica, a quien culpa de haberles dado acogida luego de lo que ellos llaman el “Fallido Golpe de Estado”. Dos golpes en una sola acción. 

El régimen de Daniel Ortega, posterior a la criminal Operación Limpieza ejecutada en Julio del 2018, desató una feroz persecución de todos aquellos ciudadanos que consideraba sospechosos de haberse levantado en su contra, obligando a miles de nicaragüenses a salir de su patria en un éxodo sin precedentes en la historia política nacional, cuando en apenas dos años más de 100 mil compatriotas fueron forzados a migrar. Desgraciadamente, se llegó a un país con sus propios problemas, tanto políticos como económicos. Habían cerrado el 2019 con un nivel de desempleo del 12.4 %, lo que equivalía a casi 300 mil costarricenses en esa condición y con la Pandemia, los niveles han aumentado en más del 20 %, agregando 200 mil desempleados más aproximadamente, a los que ya habían. Esto, sumado al alto costo de la vida, ha incrementado la condición de vulnerabilidad de la inmensa mayoría de refugiados nicaragüenses, que prefieren el retorno a la patria, por demás inseguro que este sea y no exento de la represión que el régimen ha desatado en todo el país. 

De manera cínica y desvergonzada, el régimen de Daniel Ortega alega que negar la entrada de los refugiados que cada día aumentan en la frontera entre Costa Rica y Nicaragua, obedece a criterios de salud, para evitar que ingrese gente infectada de Covid 19, olvidándose que desde el inicio de la Pandemia, su gobierno ha provocado, irresponsable y criminalmente, el contagio masivo de la población nicaragüense bajo el supuesto absurdo y fallido de la “Inmunización de Rebaño” a propuesta de Gustavo Porras, flamante Presidente de la Asamblea Nacional y sempiterno dirigente del sindicato blanco de la salud, FETSALUD. Ortega pretende hacer creer a la comunidad internacional que sigue al pie de la letra las recomendaciones de la OMS, cuando realmente ha sido todo lo contrario, ya que desde las instancias gubernamentales han impulsado miles de actividades masivas entre la población, desoyendo y desacatando toda la lógica de protección para evitar llegar al contagio comunitario, sumado al hecho de que desde el inicio de la crisis sanitaria ha ocultado toda la información oficial de las muertes, contagios y la afectación en general que esta ha producido. 

No contento con esto, en su continuado afán de provocar daño a la vecina Costa Rica y con la complicidad del Ejercito Nacional, han permitido y alentado el cruce por puntos ciegos de miles de migrantes irregulares, los que han sido devueltos hacia territorio nicaragüense por las autoridades costarricenses posterior a su captura. No se explica de otra forma, sobre todo si tomamos en cuenta la fanfarria gubernamental y militar del 25 de marzo de este año, cuando anunciaban pomposamente el despliegue de los militares para el “resguardo” de la línea fronteriza y el cierre de todos los puntos fronterizos no autorizados (puntos ciegos), sin embargo, como dice el refrán popular que “la mentira tiene patas cortas”, muy pronto se destaparon las evidencias de que estos mismos militares eran quienes participaban en el lucrativo negocio del “coyotaje”, cuando en un video de una televisora local se observaba el tráfico de migrantes y el cobro a los mismos por cruzarlos hacia territorio tico por parte de los militares. De esto ya había evidencias en el 2016 cuando se dio la crisis de migrantes extra continentales, ya que después de hacer tremenda alharaca con los africanos, cubanos y haitianos, que incluso fueron reprimidos violentamente en Peñas Blancas, posteriormente aparecieron en México una vez que se “enfrió” el asunto. En esa ocasión, Ortega en su infinita incoherencia, aparecía como el “Border Patrol” de la Administración Obama en Centroamérica, un contrasentido para el eterno y trasnochado “anti imperialista” de los discursos. Igual que ahora, las evidencias apuntaron a que fueron los mismos militares y algunos policías quienes se lucraron a manos llenas por el traslado hacia Honduras de dichos migrantes a fin de que continuaran su viaje hacia los Estados Unidos. 

La Comunidad Internacional debe tomar nota de todas las acciones del régimen de Daniel Ortega en contra de sus propios ciudadanos y sus intentos de desestabilización, por ahora, de Costa Rica. Los Organismos Multilaterales, sobre todo el BCIE, quien ha estado financiando al régimen después de la Crisis de Abril, deberían proporcionar los recursos suficientes al gobierno tico para garantizar de manera gratuita las pruebas Covid 19 que está exigiendo Ortega y quitarle así el pretexto que ahora enarbola, recordando que en el colmo de la desfachatez, está ofreciendo las pruebas que han llegado como donación al pueblo nicaragüense, a un costo de 150 dólares cada una. El dictador nicaragüense intenta hacer quedar mal al vecino país creándole una crisis artificial, el gobierno de Don Carlos Alvarado debería pagarle con la misma moneda decretando un bloqueo al paso del transporte desde Nicaragua, hasta tanto este no entre en razón, cumpla lo que demanda la Constitución Política y permita a sus ciudadanos el ingreso a su propio país. Ortega no entiende otro idioma más que el de la presión y de la fuerza, por lo que habría que devolverle el reto de exportar crisis a Costa Rica en su mismo idioma.