sábado, 29 de septiembre de 2012

UN MENSAJE CARGADO DE ESPERANZAS


“Como pastores les invitamos a liberarnos de la resignación,
del indiferentismo y del conformismo,
 no dejarnos llevar nunca del odio y de la violencia.
Podemos tener una patria mejor. No perdamos la esperanza.”
 
Conferencia Episcopal. Carta Pastoral del 26/9/2012
 
 
Con el mensaje de la Conferencia Episcopal del recién pasado 26 del corriente, se abre un nuevo y más amplio espacio de reflexión acerca de la decisión de los nicaragüenses de si votar o no en las elecciones del próximo 4 de Noviembre.   Con un lenguaje directo, llamando a las cosas por su nombre, los obispos hacen un repaso actualizado de la realidad política nacional, comenzando por denunciar el estilo del ejercicio de la autoridad de este gobierno. A decir verdad, son muy pocos los que se han aventurado a definirlo como lo que es, ya que muchos, quizás por comodidad, complicidad, conveniencia o por temor, han preferido hacer las del avestruz, enterrar la cabeza en la arena para no tener que ver lo que pasa. La búsqueda enfermiza del poder y el consiguiente continuismo para mantener los privilegios de quienes cohabitan en la cúspide de la pirámide, privilegios que se derivan precisamente del abuso del poder, llevan al “autoritarismo, al caudillismo, a la manipulación de las conciencias, a la corrupción, la injusticia, la ilegalidad y la violencia”, ingredientes que no han faltado durante todos estos años de gobierno Cristiano, Socialista y Solidario. 
Muy acertadamente, la Conferencia Episcopal da en el clavo, para usar una expresión popular, en cuanto a que la culpa no es solamente de aquellos que ejercen el poder para su beneficio personal y de grupos, sino también que culpables son todos los que desde los partidos políticos tradicionalistas, como expresión organizada de una parte de la población, se han dedicado más a ofrecerse y tratar de aniquilar a quienes se suponen caminan en la misma acera, que a construir el país que todos queremos; a presentar una alternativa viable, creíble, que nos involucre a todos y no solo a las cúpulas partidarias; el Proyecto de Nación que desde los tiempos de la independencia de la corona española y como la maldición de Sísifo, todavía tratamos de construir y cada vez que estamos en la ruta para lograrlo al fin, los malvados de nuestra historia, disfrazados de salvadores, se encargan de devolvernos al inicio del camino. He ahí la causa del desprestigio de la clase política tradicional, su falta de credibilidad, el alejamiento y rechazo de la población hacia los partidos políticos, pero sobre todo, la creencia cada vez más creciente y preocupante, de que las elecciones no resuelven el estado de cosas en nuestro país.
Sobre esta última percepción de la gente es que se ha montado el régimen de Ortega para aumentar la incredulidad, la desconfianza, “la resignación, el indiferentismo y el conformismo”  del que nos hablan los obispos. Muy hábilmente, el gobierno ha dejado saber que solamente hay dos vías para cambiarlo: los votos o las armas. Sabiendo que esta última dejó de ser una opción para los nicaragüenses luego de dos ciclos de violencia continuos, que juntos causaron una sangría de más de 150 mil muertos al país, nos deja la opción de los votos. Sin embargo, el mensaje oficialista ha sido aun más claro: mediante los votos no hay posibilidad de cambio. Se han encargado de pervertir todo el sistema electoral que podría hacer posible la alternabilidad en el poder. La receta oficial que se ofrece a quienes, ilusamente, creen que su voto vale es jugar con los dados cargados, con jueces descaradamente parcializados a favor de un bando y pocas o ningunas posibilidades de poder competir en igualdad de condiciones porque cada vez más el juego es a una sola banda.
Los mismos árbitros son los encargados de transmitir el mensaje mediante un proceso de acondicionamiento mental perverso: primero publican la información que se negaron a presentar inmediatamente después de las elecciones del 2011, los datos Junta por Junta que demostraba el Gran Fraude del año pasado. Lo hacen ahora, 9 meses después, cuando ya la gente “aceptó” las cuentas hechas por el “Profeta” Rivas Reyes. Y lo hacen precisamente para que todos se familiaricen con los números de la Gran Victoria venidera a partir de las cuentas anteriores, el famoso 63 % de los votos de los nicaragüenses depositados a favor del Gran Líder. Seguidamente, empiezan a surgir las encuestas que, coincidentemente, dan preferencias de votos en porcentajes superiores a los del año pasado. Constantemente se le dice a la población los resultados de estas que, mayoritariamente, aprueban la gestión del gobierno y reflejan la inmensa popularidad del bien amado. Y finalmente el bombardeo mediático a través de los medios de comunicación de la familia presidencial, en los que se destacan las bondades del gobernante, las maravillas del gobierno y la gracia de vivir en el país soñado que solamente ellos ven. Para afianzar esta sumisión mental, pasan página de todo lo pasado, en especial los dos fraudes consecutivos anteriores y las violaciones a la Constitución y nos enfrascan en el futuro, pretendiendo también obligarnos a todos a que contemplemos, embobados, la transformación de la Nicaragua saltarina, que de brinco en brinco y a punta de Mega Ilusiones, alcanzará el desarrollo pleno, la prosperidad de todos y nos ofrece la quimera del maná  que abundantemente  caerá para todos. Sea en la forma del Gran Canal, la Súper Refinería o el Satélite Mandarín, algo caerá para compensar la indetenible alza de la canasta básica, para tapar la corrupción y el enriquecimiento ilícito o para esconder las carencias educativas de una población que no pasa del cuarto grado en promedio nacional,  alimentadas por un sistema educativo que promueve la ignorancia perpetua y que a su vez facilita mantener un gobierno dictatorial, cuya preferencia es repartir migajas a tener que ofrecer respeto a la Constitución y al Estado de Derecho.  
El gran dilema del pueblo es ir a votar el próximo 4 de Noviembre para transformar este estado de cosas, teniendo la sospecha de que el voto depositado no elegirá a los candidatos de su preferencia, pues los patrones de quienes cuentan los votos ya decidieron de antemano los que serán electos. Se vota pero no se elije. Se vota pero no se profundiza la democracia, porque otros ya definieron que el modelo autoritario es lo que necesita el país. En el colmo del desastre, hasta las cúpulas partidarias  están en la fila de los que votan pero no eligen. También los partidos políticos se han sometido, con inusitada tranquilidad, a esperar turno en la repartición del gobierno. A otros laminas de zinc, a ellos concejales y alcaldías. Unos van como corderos al matadero, otros pensando en lo que obtendrán a cambio. Unos porque ya se acostumbraron al rol mediocre que les han dado en la obra todas las veces que hay elecciones, otros porque la personería jurídica vale más que la dignidad y el decoro.
Sobrada razón tienen los obispos cuando señalan que “Lo importante es ver hacia el futuro, tomar conciencia de los grandes problemas que vive el país y comprometerse en la construcción de una sociedad más justa y democrática”. Estas elecciones son solamente un mojón en el camino que habrá que recorrer para reconstruir el tejido social del país, “formular e impulsar un nuevo proyecto de nación, fundado en el Estado de Derecho, la legalidad y la solidez institucional y, al mismo tiempo, que sirvan para establecer un plan estratégico de desarrollo social y económico sostenible del que puedan gozar todos los ciudadanos”. Mejor dicho, Imposible.

jueves, 27 de septiembre de 2012

MENSAJE DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE NICARAGUA CON MOTIVO DE LAS PRÓXIMAS ELECCIONES MUNICIPALES.

POR CONSIDERARLO DE EXTRAORDINARIA IMPORTANCIA, DEJO EN MI BLOG EL  MENSAJE DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE NICARAGUA DEL DIA DE AYER MIERCOLES 26 DE SEPTIEMBRE DEL 2012. NO NECESITA COMENTARIOS YA QUE POR SI SOLO HABLA.
 
 

 
A los sacerdotes, religiosos, religiosas y agentes de pastoral, a todo el pueblo católico y a todos los nicaragüenses, hombres y mujeres de buena voluntad:

Como colaboradores de dios y servidores de Cristo

1. Los Obispos de la Conferencia Episcopal de Nicaragua, con la conciencia de haber sido llamados a ser «colaboradores de Dios» (1 Cor 3, 9) y «servidores de Cristo» (1 Cor 4, 1) en el anuncio del Evangelio, invocamos sobre nuestro país «la gracia y la paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo» (Rom 1,7). Al mismo tiempo deseamos ofrecerles, como pastores de la Iglesia, algunas reflexiones sobre la realidad nacional a la luz de la fe, nacidas al contacto con los fieles de nuestras comunidades y maduradas en nuestra oración y discernimiento espiritual.

«El que gobierna sea como el que sirve» (lc 22, 26)

2. La proximidad de las elecciones municipales de este año, a celebrarse el próximo 4 de noviembre, son una ocasión propicia para reflexionar sobre el modo con el que actualmente se ejerce el poder y se practica la política en nuestro país. La problemática política trasciende el tema de las elecciones municipales y debemos prestarle atención. Para ello volvemos la mirada a Jesús que en el evangelio hace una observación que puede parecer muy dura pero que es sumamente iluminadora: «Los reyes de las naciones las dominan como señores absolutos y los que las oprimen se hacen llamar bienhechores» (Lc 22, 25). Jesús condena este modo de concebir y ejercer la autoridad en la sociedad, pues genera un ambiente permanente de enfrentamiento por la búsqueda del poder o por mantenerlo a toda costa, dando lugar al autoritarismo, al caudillismo, a la manipulación de las conciencias, a la corrupción, la injusticia, la ilegalidad y la violencia.

3. Jesús propone un nuevo modo de concebir la autoridad a través de un principio evangélico fundamental: «El que gobierna sea como el que sirve, el más grande entre ustedes ha de ser como el más pequeño» (Lc 22, 26). La única autoridad legítima, según Jesús, es la que se pone al servicio de los demás, la que sacrifica sus propios intereses por el de los otros, la que no busca la propia grandeza o la acumulación de riquezas, sino el bienestar de los demás. Cada vez que alguien, basándose en cualquier tipo de posible derecho, se sirve de los otros para conseguir sus fines, se vuelve «señor» del otro, deshumanizando así a quien domina y deshumanizándose igualmente a sí mismo.

4. La vida política del país está hoy dominada por un estilo de ejercer la autoridad en modo autocrático y abusivo, que se manifiesta a través de la concentración de poder y el deseo desmedido de conservarlo y perpetuarse en él, la manipulación de la ley y de las instituciones y la destrucción de los principios fundamentales que constituyen las bases del Estado de Derecho: la subordinación del poder a la ley, la supremacía de la Constitución, la jerarquía de la norma jurídica y la separación e independencia de los poderes del Estado, entre otros. Igualmente los partidos políticos de oposición, que aspiran a llegar al poder, se debaten en luchas internas y descalificaciones recíprocas, que no tienen su origen precisamente en motivaciones democráticas, sino en la búsqueda de mayores espacios de poder y en ambiciones personales. Estos partidos no han logrado interpretar el sentir de la población, no renuevan a sus líderes y no ofrecen estrategias políticas alternativas claras que conduzcan a la elaboración de un proyecto de nación, en lo referente a la educación, la política social y la economía, entre otros temas relevantes. Tanto en el ejercicio del poder como en la lucha por conseguirlo, se constata, por tanto, una gran incapacidad para concebir y practicar la política en función del bien común de la sociedad.

5. Consideramos que la situación que vive el país exige urgentemente replantear el funcionamiento integral del sistema político. El poder se sigue concibiendo como patrimonio personal y no como delegación de la voluntad popular expresada en la Constitución y en la ley. Esto suscita inevitablemente polarización, arrogancia, ambición e irrespeto a la ley, corrupción, intolerancia y luchas inútiles en la sociedad. Esta forma de concebir y ejercer la política no sólo contradice el ideal evangélico del servicio y del sacrificio por los otros, a imagen de Jesús, que siendo el Señor y el Maestro, está en medio de sus discípulos «como el que sirve» (Lc 22,27), sino que «semejantes desviaciones de la actividad política con el tiempo producen desconfianza y apatía, con lo cual disminuye la participación y el espíritu cívico entre la población, que se siente perjudicada y desilusionada» (
Centesimus Annus, 47).

Las próximas elecciones municipales

6. Reconocemos como algo positivo que según lo establecido en la Constitución Política se realicen periódicamente elecciones municipales, como derecho ciudadano, con el fin de elegir a alcaldes, vicealcaldes y concejales en los distintos municipios del país. Es siempre digna de apreciar toda práctica social que «asegura la participación de los ciudadanos en las opciones políticas y garantiza a los gobernados la posibilidad de elegir y controlar a sus propios gobernantes» (
Centesimus Annus, 46).

7. Sin embargo, la experiencia de las últimas elecciones municipales del 2008 y las nacionales del 2011, en las cuales hubo serias denuncias de actos fraudulentos y graves irregularidades, ha creado en un gran sector de la población una profunda desconfianza en las autoridades del Consejo Supremo Electoral, que siguen siendo las mismas que administraron los comicios del 2008 y del 2011, y frente a una ley electoral que no se ha renovado debidamente al servicio de la democracia. Esto ha provocado una gran apatía hacia las próximas elecciones, que muchos consideran decididas de antemano y de las cuales opinan no sólo que es inútil participar en ellas, sino que hacerlo sería legitimar un organismo electoral fraudulento y convertirse en cómplices de otro grave atropello a la democracia y a la voluntad popular. Por otra parte hay ciudadanos y partidos de oposición que han optado por participar en las elecciones municipales, con la finalidad de afianzar la estructura democrática del voto ciudadano, no dejar todo el espacio político al partido de gobierno y, sobre todo, responder a las fuertes demandas de participación electoral de algunas zonas del país en donde la oposición ha sido siempre mayoritaria. Tanto unos como otros, personas y partidos que han decidido participar como quienes no lo harán, fundamentan su decisión en razonamientos válidos en la actual coyuntura política que vive el país.

8. Como pastores de la Iglesia exhortamos a cada nicaragüense a que decida desde su conciencia, mediante un discernimiento práctico, lo que es más justo y bueno en la actual situación del país, según la razón y la ley de Dios (Cf.
Catecismo de la Iglesia Católica, 1777-1782). Para ello cada persona debe analizar personalmente y también escuchar «los consejos de personas entendidas» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1788) en todo lo referente a la problemática política actual, el modo en que se está ejerciendo el poder y practicando la política tanto en el país como en el propio municipio, igualmente cada ciudadano debe hacer una valoración objetiva y crítica acerca de la confiabilidad y legalidad del Consejo Supremo Electoral. En segundo lugar, cada quien debe orar para pedir al Señor que le ilumine en su decisión, la cual debe orientarse a buscar lo mejor para el presente y el futuro del país y del propio municipio. Finalmente cada persona debe decidir desde su conciencia, libremente y sin ningún tipo de coacción exterior, a través de un juicio de la razón, lo que va a hacer, convencido desde su interior que está haciendo lo más justo y recto en este momento de la historia en beneficio de la sociedad (Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1787).

9. Quienes decidan ir a votar deben madurar su decisión reflexionando con seriedad delante de las distintas propuestas de los candidatos, elegir a quien consideren mejor y más adecuado para el bien común de su propio municipio y, finalmente, depositar su voto en la urna en secreto y sin dejarse coaccionar por ninguna persona o institución.

10. De cara a estas elecciones, insistimos a las autoridades del Consejo Supremo Electoral, con las mismas palabras con que lo hemos hecho en ocasiones anteriores, aunque no hemos encontrado nunca eco a nuestro llamado, exigiéndoles «ejercer sus funciones con responsabilidad y honestidad, actuando con tal transparencia en el escrutinio de los votos que no permita ni la más mínima duda acerca del respeto a la voluntad popular en estas elecciones» (Mensajes de la CEN del 7.10.11, n. 13 y del 16.11.11, n. 3).

Más allá de las elecciones municipales
11. Lo importante es ver hacia el futuro, tomar conciencia de los grandes problemas que vive el país y comprometerse en la construcción de una sociedad más justa y democrática. Exhortamos, por tanto, en primer lugar, a las autoridades de la nación a observar la Constitución Política y a restaurar con urgencia el Estado de derecho a través de acciones concretas que ayuden a fortalecer una gobernabilidad auténticamente democrática. «Corresponde a los que ejercen la autoridad reafirmar los valores que engendran confianza en los miembros del grupo y los estimulan a ponerse al servicio de sus semejantes» (
Catecismo de la Iglesia Católica, 1917). Invitamos igualmente al gobierno, a los partidos políticos, a los sectores empresariales, a los medios de comunicación y a las organizaciones de la sociedad civil a comprometerse en la reconstrucción del tejido social del país, que se encuentra fragmentado y polarizado, éticamente débil de valores y carente de objetivos comunes, promoviendo, cada quien desde su propio ámbito, diálogos francos, críticos y constructivos, que ayuden a formular e impulsar un nuevo proyecto de nación, fundado en el Estado de Derecho, la legalidad y la solidez institucional y, al mismo tiempo, que sirvan para establecer un plan estratégico de desarrollo social y económico sostenible del que puedan gozar todos los ciudadanos» (cf. Mensaje de la CEN, 16.11.11).

12. Cada ciudadano debe tener presente que, independientemente de lo que haya decidido de cara a las elecciones municipales, tiene el derecho y la obligación de ser sujeto activo en la construcción de la sociedad, no sólo a través de una conducta recta y responsable en la familia, en el trabajo y en las relaciones sociales (Cf.
Catecismo de la Iglesia Católica, 1914), sino por medio de acciones concretas de compromiso activo en la vida pública (Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1915), luchando por la defensa de la democracia, la paz, la justicia, el respeto a los derechos humanos y denunciando todo lo que se opone a ello. «El fraude y otros subterfugios mediante los cuales algunos escapan a la obligación de la ley y a las prescripciones del deber social deben ser firmemente condenados por incompatibles con las exigencias de la justicia» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1916).

13. Creemos firmemente en la bondad y la capacidad del pueblo de Nicaragua para construir un presente más digno y un futuro más luminoso para todos. Como pastores les invitamos a liberarnos de la resignación, del indiferentismo y del conformismo y no dejarnos llevar nunca del odio y de la violencia. Podemos tener una patria mejor. No perdamos la esperanza. ​Vivir con esperanza es sobre todo creer que Dios quiere una vida mejor para todos y colaborar activamente para que ésta sea una realidad. (Cf. Fil 2,12-13). Vivir con esperanza es tener confianza en Dios y perseverar «creyendo contra toda esperanza» (Rom 4,18). Vivir con esperanza es abrirnos a la fuerza de Cristo Resucitado que hace nuevo este mundo con su Espíritu y comprometernos responsablemente para que esta novedad llegue a la historia y a la sociedad (Ap 21,5). Invitamos a todos nuestros fieles a orar por nuestra patria y que la Virgen María, Nuestra Señora de la Merced, acompañe a nuestro pueblo en su caminar histórico y nos ayude a vivir siempre abiertos con esperanza a la novedad del Reino de Dios.

Dado en la ciudad de Matagalpa a los veintiséis días del mes de septiembre del dos mil doce.