¿De
dónde han salido los barcos de la Mamenic? Del asalto al pueblo.
¿De dónde han salido los aviones de "La Nica"? Del asalto de la familia Somoza al pueblo.
¿De dónde han salido los trescientos latifundios? Del asalto al pueblo.
¿De dónde han salido "Montelimar" y "La Fundadora"? Del asalto al pueblo.
¿De dónde han salido las diez mil casas? Del asalto al pueblo.
¿De dónde han salido los millones de dólares depositados en los bancos yanquis y suizos?
¿De dónde han salido los aviones de "La Nica"? Del asalto de la familia Somoza al pueblo.
¿De dónde han salido los trescientos latifundios? Del asalto al pueblo.
¿De dónde han salido "Montelimar" y "La Fundadora"? Del asalto al pueblo.
¿De dónde han salido las diez mil casas? Del asalto al pueblo.
¿De dónde han salido los millones de dólares depositados en los bancos yanquis y suizos?
Del
asalto de la familia Somoza al pueblo de Nicaragua.
Desde la
cárcel yo acuso a la dictadura. 1964.
Carlos
Fonseca Amador
Se dice comúnmente
que las organizaciones adquieren el carácter que tienen sus dirigentes. En la
medida en que estos se mantienen fieles a los postulados que motivaron su
surgimiento, las organizaciones se encaminan con buen paso al cumplimiento de
sus objetivos sin separarse de los principios con que nacieron. Muchas
organizaciones dieron origen a grandes movimientos sociales, revoluciones inclusive,
pero en el transcurrir del tiempo su dirigencia sucumbió a los embates de la
corrupción o sencillamente se acomodaron a la vida fácil, quizás cansados de
luchar o por advertir, ya en el ocaso de sus vidas, que tanto esfuerzo no valió
la pena y que hay que disfrutar de lo que por muchos años se privaron. La
historia nos da innumerables ejemplos de organizaciones y liderazgos que
habiendo nacido de verdaderas gestas heroicas, poco a poco se transformaron en
lo que tanto odiaron y por lo que lucharon.
La organización
política que dio origen a la Gran Revolución de Octubre en la Rusia zarista
devino, en la época de Stalin, en un partido que llevo a cabo una verdadera
carnicería entre su propio pueblo. Luego de la desintegración de la URSS, el
Partido Comunista Soviético, el PCUS, fue inhabilitado constitucionalmente para
participar en la vida política por 100 años. El PRI mexicano, supuestos
herederos de la Revolución Mexicana, se convirtió en la Dictadura Perfecta que
gobernó el país durante 71 años corrompiendo al país de cabo a rabo. Las FARC
colombianas, un movimiento guerrillero legitimo, nacido en el seno del Partido
Comunista Colombiano como consecuencia del bogotazo del 48 y la represión
gubernamental ordenada por el Presidente Ospina luego del asesinato del
candidato Jorge Eliecer Gaitán, se convirtió en un grupo terrorista cuyas
practicas más recurrentes eran los secuestros de civiles y su principal fuente
de financiamiento el narcotráfico.
En nuestro país las
cosas no han andado tan alejadas de estos ejemplos, partidos de larga
trayectoria e historia como el Partido Conservador, cuya lejana referencia de
decoro y honestidad se remonta a los famosos 30 años de gobiernos bajo este
signo, hoy son una caricatura deforme de ese recuerdo, gracias a dirigentes que
arrojaron a la basura este legado y prefirieron pactar con el enemigo para
medrar en el erario público. Liberales que en el pasado encabezaron una
revolución que transformó al país, llevándolo de la mano hacia las puertas de
una modernidad tan necesitada, hoy son, a fuerza de la atomización y de un
liderazgo prebendario, en los nuevos zancudos, sustituyendo a sus antiguos
adversarios históricos en tan indigna actividad.
Y de esta
metamorfosis no se escapó ni siquiera el FSLN, un partido surgido y formado al
calor de la lucha guerrillera a inicios de los años 60, cuyo principal
dirigente y fundador, Carlos Fonseca Amador, era el prototipo del militante
sandinista. Un partido que durante los años de su duro trajinar vio caer a sus
mejores hombres. Un liderazgo incorruptible, legendario, heroico, que en muchos
casos escribió verdaderas páginas épicas,
como las escritas por Julio Buitrago y Leonel Rugama. Un liderazgo forjado en
la lucha guerrillera, en el campo y la ciudad, que en la casi totalidad de los
casos prefirió morir combatiendo que caer en manos del enemigo. Un liderazgo
que escribió con sangre el ejemplo que dejaba a las futuras generaciones. Un
liderazgo que mantenía un discurso totalmente coherente con la práctica
cotidiana y que forjó una organización que supo y pudo llevar a feliz término
en Julio del 79 la obra iniciada en 1961. Una organización que se transformó en
un partido, el FSLN, que condujo las transformaciones revolucionarias de los
años 80’s y que soportó las acometidas dirigidas por las administraciones
norteamericanas encabezadas por Ronald Reagan y George Bush, que se tradujeron
en una guerra civil que duró una década y cuyo saldo sangriento fue casi el
doble que durante los 45 años del periodo somocista. Un partido que supo
reconocer la derrota del 90 y entregar el poder a una coalición triunfante
encabezada por Violeta Barrios de Chamorro.
Sin embargo, algunos
dirigentes fueron tentados por la codicia y sucumbieron al disfrute de las
mieles del poder. Los 45 años del sistema anterior, basado en el arribismo, el
enriquecimiento ilícito, el usufructo del erario público y el abuso del poder
para el beneficio personal no habían pasado en vano. El somocismo revivía de la
mano de los más vivianes y en muchos de ellos quedaría para siempre como una
práctica cotidiana. El poder se hizo para ejercerlo, para disfrutarlo y para lucrarse
de él, parecía ser la enseñanza mejor aprendida. Vinieron los 16 años de sequía
en donde la sobrevivencia se basó no en el ejemplo de estoicismo dejado por los
fundadores, por los héroes y los mártires, la sobrevivencia se basó en el
ejemplo dejado por el dictador derrocado: el chantaje, el halago, la amenaza.
Un mecanismo perverso en el que el más débil quedaba en manos de quienes
disponían de jueces a su gusto y antojo. Una corruptela que marcaría por el
resto de sus vidas el accionar futuro de dichos personajes. Líderes que podían
engañar a muchos un tiempo, pero no a todos todo el tiempo. Líderes que muy
pronto quedaban al desnudo en su verdadera naturaleza depredadora.
Y luego vinieron los
años de las vacas gordas, aunque a decir verdad para muchos de ellos nunca hubo
vacas flacas. Regresaron los y las que se habían ido a llorar las penas al
extranjero. Y nuevamente el somocismo galopando victorioso sobre fraudes
electorales, convirtiendo al antiguo anti imperialista en un dócil salvaguarda
de los intereses del otrora “enemigo de
la humanidad”. Atrás quedaba la estrofa incómoda que en los años 80’s se
enarbolaba con legítimo orgullo. Eran otros tiempos, ahora había que demostrar
sumisión, arrepentimiento y reconversión. Pragmatismo dirán algunos,
oportunismo dirán otros. El poder valía hacer el sacrificio. Narcotráfico,
inmigración ilegal y terrorismo eran las tareas asignadas y había que
cumplirlas con notas sobresalientes. Antes del 79 era la lucha contra el
comunismo. Somoza mutaba felizmente.
Vino el susto del
Waiver, un llamado de atención por la poca transparencia en el manejo de la
cosa pública, mas no por la demolición de la democracia, la institucionalidad y
el estado de derecho iniciado en el 2007. Este asunto nos permitió ver a un
eficientísimo procurador haciendo de tripas corazón, con el apoyo de la cúpula
empresarial, para no perder la dispensa que significaría volver a ser paria
internacional. Un episodio que retrató en su justa dimensión el doble discurso
de un dirigente que se debate entre el pasado trasnochado y un confuso
presente. Anti imperialista para las bases de la secta, pero acólito de Obama
cuando de money se trata. Perder la venia del norte equivalía a tener que sacar
los petrodólares venezolanos para que el país sobreviva y en asuntos de plata se
puede jugar con el santo menos con la limosna. Y el Waiver se hizo, dando el
respiro y la tranquilidad perdida en estos pocos meses.
Y ahora entramos a
una nueva prueba, prueba para los árbitros de que se puede hacer nuevamente un
fraude electoral sin molestar mucho a la comunidad internacional, porque a
nivel interno importa un comino lo que pensemos los nicaragüenses. Enfrentamos un
nuevo proceso electoral cargado de las mismas mañas de los tres procesos
anteriores, mañas que son ejecutadas precisamente por quienes debería velar por
la justeza y transparencia de los comicios. Si los Somoza tuvieron a Modesto
Salmerón para contar los votos y decidir que quien ganaba siempre era el
dictador de turno, este de ahora tiene en Roberto Rivas Reyes su cuenta votos
particular, más sucio y descarado que su antecesor en tan infame labor.
Nuevamente los nicaragüenses somos puestos en el dilema de ir o no a votar,
poniendo en duda la legitimidad del sufragio universal, libre y secreto como
medio constitucional para sustituir gobernantes. Una vez más, la metamorfosis
política que convirtió al FSLN en un partido tradicionalista, el orteguismo, mismo
que pretende mantenerse en el poder a toda costa, fraude incluido, esta vez en todos
los municipios, para continuar su labor depredadora del erario público.
Quizás las palabras
de Carlos Fonseca se pueden aplicar a los restos que quedaron del movimiento
guerrillero que ayudó a fundar, del que fue su principal dirigente y que
después del triunfo de la Revolución se convertía en un partido cuyas
principales divisas eran la mística, la entrega, el sacrificio y el decoro,
pero que después de la derrota del 90 sucumbía ante el tradicionalismo político
y lo convertía en uno más del montón. Se refería Carlos Fonseca a estas
organizaciones de la siguiente forma: “La influencia que aún pueden
conservar los partidos tradicionales es una influencia en deterioro, en total
decadencia; jamás en la historia del país habían entrado esos partidos en una
etapa de descomposición tan grande”. Nunca
fueron más validas las palabras del Comandante que hoy en día.
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