De acuerdo a los resultados
de la Encuesta Continua de Empleo del Instituto Nacional de Estadísticas y
Censos, INEC[1],
Costa Rica presenta una población total de 5, 075,372 habitantes, una fuerza de
trabajo de 2, 492,283 personas, de ellas 2, 182,818 personas ocupadas y 309,465
desempleados, equivalente a una tasa de desempleo del 12.4 %, una masa de sub
empleados del 11.1 % y en el empleo informal el 46.5 %. Si estos números eran
los indicadores al finalizar el año 2019, es evidente que al día de hoy y
sumada la crisis de salud que vivimos producto de la pandemia del COVID 19,
estas cifras han crecido mucho más y me refiero en específico al número de
desempleados, sub empleados y trabajadores en la informalidad, con el agravante
que las medidas sanitarias orientadas por las más altas autoridades del país, disminuyen
o dificultan las posibilidades de que estos puedan agenciarse el gasto diario
de sus hogares. Esta situación es mucho más complicada para los refugiados
nicaragüenses que disponían de empleos precarios, sin la legalidad laboral
exigida, mucho menos con prestaciones de ley o acceso al sistema de salud.
El tema de la migración
nicaragüense se ha visto expuesta con la crisis actual, en ocasiones con alguna
razón, en otras con rasgos de xenofobia o aporofobia. La historia de las
migraciones hacia Costa Rica data desde muchos años atrás, al extremo de que la
población nicaragüense constituye para algunos estudiosos del tema el 7 %
(350,000 personas) y para otros el 10 % (500,000 personas). El científico
social Alberto Cortes Ramos caracteriza en su estudio “La inmigración nicaragüense en Costa Rica desde una perspectiva de
larga duración: trayectoria y desafíos[2]”
el flujo migratorio en tres grandes periodos:
Ø El
primero, desde finales del Siglo 19 hasta mediados del Siglo 20, vinculado a la
construcción del ferrocarril, la explotación minera y la instalación definitiva
de las plantaciones bananeras.
Ø El
segundo, desde 1975 hasta 1990, pasando de una migración laboral a una de
carácter política, que abarca los periodos de la dictadura de los Somoza, la
Revolución Popular Sandinista y la llegada de la democracia en 1990.
Ø El
tercer periodo, abarcaría desde 1990 hasta el 2005 aproximadamente,
transformándose nuevamente en una migración económica, luego de la aplicación
de los programas de ajustes estructurales promovidos por el Fondo Monetario
Internacional, FMI, en los tres gobiernos de la post revolución.
Todo este fenómeno
migratorio sirvió para fortalecer la economía costarricense en general y la
economía familiar en particular. La agricultura intensiva, con mucha mano de
obra nicaragüense, favoreció el desarrollo de la agro exportación. La
construcción, igualmente con la mayoría de obreros nicaragüenses, permitió la
modernización arquitectónica de la Gran Área Metropolitana, fundamentalmente en
San José la capital del país, con el surgimiento de condominios, malls, centros
comerciales, edificios de apartamentos, etc. Los hogares costarricenses fueron
beneficiados grandemente, toda vez que les permitía, sobre todo a las mujeres,
desarrollarse profesionalmente sabiendo que el cuido de los niños, las labores
domésticas y la atención a los adultos mayores recaía en las empleadas
domésticas nicaragüenses. Muchos sectores con educación media, abandonaron las
áreas de la economía que requerían mano de obra poco calificada para mejorar su
preparación y desarrollarse en otras actividades más remuneradas, tales como la
informática y el sector turístico. Las cifras actuales indican que la población
migrante contribuye con el 12 % a la producción nacional (OCDE 2018)
A partir de abril del 2018,
se marcó un hito en los procesos migratorios entre Nicaragua y Costa Rica. Por
primera vez en la historia, un volumen inmenso de perseguidos políticos ingresaba
al país para salvaguardar la vida e integridad personal y familiar. En menos de
un año, era el 20 % del total que existía desde décadas atrás, calculándose que
a mediados del 2019 habían ingresado cerca de 70 mil refugiados nicaragüenses.
A la fecha, las autoridades de Migración y Extranjería calculan en 100 mil la
cantidad total. Una nueva crisis política, en el hilo interminable de los
ciclos de violencia de nuestra historia nacional, era la causa fundamental de
tal éxodo masivo. Atrás quedaba la complacencia de gobiernos y empresarios, nacionales
y extranjeros, con el modelo de consenso impulsado por el Presidente Daniel
Ortega, hoy señalado de cometer crímenes de lesa humanidad. La matanza
perpetrada por el régimen descubría la verdadera esencia de quien meses antes
era alabado como el nuevo paradigma del desarrollo económico, al mantener un
crecimiento sostenido del PIB superior al 4 % y grandes niveles de desigualdad
social. Era el fin de la burbuja.
El exilio político consecuencia
de la Crisis de Abril tomaba a los costarricenses con una economía frágil, un
histórico 12.4 % de desempleo, los precios de los commodities en descenso y con
el inicio de una fractura social vinculada a temas políticos. A pesar de que la
actual oleada migratoria presenta características diferentes a las anteriores,
por ejemplo, el nivel académico, el 53 % son estudiantes universitarios,
técnicos medios y superiores y profesionales[3], las posibilidades de
inserción laboral son muy limitadas. El peligro latente es la exacerbación de
falsos nacionalismos, xenofobia o simplemente la protesta de sectores
ciudadanos, que actualmente están en el desempleo, en contra del gobierno por
“favorecer” con empleo a inmigrantes nicaragüenses por encima de los trabajadores
ticos.
Esta situación se agrava con la pandemia actual del COVID 19, ya que las medidas que obligatoriamente tienen que tomar las autoridades nacionales para combatirla, provocan mayor desempleo y desestabilización de la economía costarricense, al igual que en el resto del mundo. Según cifras del Banco Mundial, el PIB global latinoamericano descenderá, como consecuencia de la pandemia, en 4.6 % y pronostica una contracción del 3.3 % para Costa Rica[4]. Una de las medidas tomadas es el cierre total de la frontera norte para evitar el ingreso de migrantes irregulares provenientes de Nicaragua, sobre todo como una prevención debido a las políticas irresponsables y hasta criminales del gobierno de Daniel Ortega en el tema de salud, ya que han hecho caso omiso a las recomendaciones de la OMS y en cambio desarrollan acciones que propician el contagio masivo.
Los últimos acontecimientos
en la frontera tico – nica son altamente preocupantes. Muchos nicaragüenses en
calidad de migrantes irregulares pretenden cruzar a Costa Rica, en momentos en
que el país ha tomado todas las previsiones para evitar la expansión de los
contagios. No se puede permitir exponer a la población a un potencial contagio
y el gobierno hace lo correcto. Existe una presencia policial como nunca antes
se había visto, ni siquiera durante la guerra contra la dictadura de Somoza,
que incluye helicópteros, avionetas y drones. De pronto aparecen personajes que
se ocultan cobardemente detrás de un pasamontañas y “fusilito” en mano llaman
ridículamente a las armas en contra de la “invasión” de nicaragüenses. Otros,
de manera alarmante hablan de miles y miles de irregulares que cruzan la
frontera hacia las plantaciones agrícolas, pero culpan a las autoridades
nacionales en lugar de apuntar sus acusaciones a los empleadores, que con tal
de evadir sus responsabilidades patronales, prefieren saltárselas para
conseguir mano de obra barata.
No se explica cómo llegan
tantos compatriotas, logrando la mayoría cruzar la guardarraya, ya que por
fuentes del mismo gobierno de Managua se conoció que el Ejército Nacional
estaba dislocado en toda la frontera para evitar la salida de migrantes hacia
el país vecino[5],
sin embargo, según fuentes gubernamentales costarricenses, han sido rechazados
cerca de 6000 migrantes irregulares en territorio tico, lo que no hace más que sembrar
la duda sobre las verdaderas intenciones de Ortega, ya que una vez más se
confirma que el famoso “Muro de Contención” del que tanto se vanaglorian los
jerarcas militares y policiales, no es más que mera propaganda para el consumo
internacional.
Si asumimos esta
“efectividad” para detener la migración irregular hacia Costa Rica, ya podremos
imaginarnos lo que pasa en la lucha contra el narcotráfico y el crimen
organizado. Habría que esperar un mayor repunte de este flagelo, aprovechando
la crisis del Coronavirus y la laxitud (o complicidad) de las autoridades
nicaragüenses. En estos momentos y desde la mayor responsabilidad posible, es
importante plantear a nuestros connacionales, aquí y en Nicaragua, que hay que
permanecer en casa, ni aquí la situación es favorable para el ingreso, hablando
en términos económicos y de salud para los que quieren venir, ni allá es seguro
hablando en términos de salud y seguridad personal para los que quieren irse.
[1] https://www.inec.cr/encuestas/encuesta-continua-de-empleo
[2] https://www.academia.edu/4106231/Conferencia_CIICLA_La_inmigraci%C3%B3n_nicarag%C3%BCense_en_Costa_Rica_desde_una_perspectiva_de_la_largaduraci%C3%B3n_trayectoria_y_desaf%C3%ADos
[3] De
la represión al exilio. Caracterización sociodemográfica, organización y agenda
de apoyo. Fundación Arias para la Paz y el Progreso Humano.
[4] https://www.dw.com/es/coronavirus-crisis-del-covid-19-sumir%C3%A1-a-latinoam%C3%A9rica-en-fuerte-recesi%C3%B3n/a-53101689
[5] https://www.laprensa.com.ni/2020/03/25/politica/2655329-ejercito-de-nicaragua-cierra-de-forma-discreta-los-puntos-ciegos-de-la-frontera-con-costa-rica
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