Contrario a lo que Ortega
insiste en vender, tanto a lo interno como a lo externo, la supuesta “normalidad” en la que estaría entrando
el país, la realidad es que el régimen atraviesa los tiempos más duros de todos
estos años que han “gobernado” Nicaragua. Cada día que pasa, el cerco se
cierra, lenta pero inexorablemente, alrededor de él, su familia y sus allegados.
El sistema orteguista, el orteguismo, demuestra en todos los ámbitos de la vida
nacional y en el contexto internacional, una fecha de caducidad, una fecha de
vencimiento.
Nicaragua está, hoy por hoy,
inmersa en una crisis económica, política y social que lejos de disminuir, cada
día que pasa se acrecienta más y más. El país ha entrado en una recesión
económica, con dos trimestres consecutivos de “crecimiento” negativo; continúa
la fuga de capitales, fundamentalmente el capital acumulado en base a la
cooperación petrolera venezolana y se habla ya de cifras aproximadas a los
1,200 Millones de Dólares; las pérdidas económicas motivadas por toda la crisis
política se acerca a los 1,000 Millones de Dólares; el sistema financiero
nacional no vive sus mejores momentos y se sostiene aun por el voto de
confianza que la población nicaragüense le da, siempre y cuando demuestre más
beligerancia en su posición ante la crisis; el sector agrícola no demuestra
tener la confianza necesaria para invertir y cultivar, sobre todo cuando el
régimen usa a los toma tierras como arma de intimidación para doblegar
voluntades y restar apoyo a la lucha popular y finalmente, todos los municipios
del país están tomados por las fuerzas paramilitares, convertidas ahora en
fuerzas para - policiales, donde se vive
un virtual Toque de Queda que rige a partir de las 6, 8 o 10 de la noche,
dependiendo de las necesidades propagandísticas del gobierno. Managua, cada vez
que se llama a marchar, es sometida a un Estado de Sitio, donde la policía, las
fuerzas de choque motorizadas y las fuerzas para – policiales pretenden
inmovilizar a la población en base al terror.
Puestas así las cosas,
Ortega se ha quedado únicamente con la represión como principal soporte de un
gobierno que cada vez es más débil. Ejército, Policía y paramilitares son sus
acompañantes en este trecho de vida que le queda, que será más corto o más largo
en dependencia de tres factores que veremos más adelante. Ni siquiera cuenta
con los trabajadores del estado, quienes tienen que tomar el trago amargo de
“rotondear” ahora dos veces por semana bajo amenaza de perder sus empleos,
sumado a la decisión “voluntaria” de rechazar el treceavo mes (aguinaldo
navideño). Sin embargo, tenemos que comprender que esta “soledad” lo vuelve más
peligroso aun, Ortega no dejará fácilmente el poder, entiende que no sabe hacer
otra cosa más que “gobernar”, ya sea desde arriba, desde abajo o desde en medio
y tratará por todos los medios de mantenerse el mayor tiempo posible. Entiende
que administrar los tiempos es vital para sus intenciones, que el cansancio, el
derrotismo y la desunión son su ventaja. Nosotros tenemos que entender también
las nuestras.
Una economía quebrada, la
presión internacional asfixiante y la presión nacional constante son las tres
pinzas de la cual Ortega no podrá escapar. No podrá gobernar sobre un país en
la ruina económica, ruina que no es culpa del pueblo, hay que aclararlo. No
podrá gobernar con la presión internacional, que cada día que pasa le cierra
las llaves en todos los foros internacionales y que muy pronto tendrá que
afrontar el peso de las sanciones norteamericanas, fundamentalmente económicas,
provocadas por el mismo, también hay que aclararlo. Y no podrá gobernar a un
pueblo que a partir del 18 de Abril decidió poner fin a 11 años de saqueo
indiscriminado de los Recursos Naturales y el Erario Público, un pueblo que
marcha, que protesta, que se organiza adentro y afuera del país y que entiende
que mantenerse unido es la palada de tierra final para sepultar y para siempre,
al orteguismo en nuestra sufrida patria.
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