sábado, 17 de octubre de 2009

A 32 AÑOS, LA SANGRE DE LOS HEROES EXIGE RESPETO

Hace 32 años, en el mes de Octubre del 77, dio inicio a lo que muchos consideraron el principio del fin de la dictadura, el inicio de la ofensiva ininterrumpida, que llevaría a la victoria 21 meses más tarde. Octubre del 77 marco el destino de la lucha en nuestro país, ya que atrás quedaban las concepciones que propugnaban por la construcción del gran ejército revolucionario, fogueado y forjado en la montaña, que liberaría a Nicaragua del oprobio somocista. Octubre del 77 demostró, que la lucha había que desarrollarla en los centros urbanos, donde se concentra la mayor cantidad de habitantes en el país,  donde la población está mejor informada y con acceso directo a los medios de comunicación, que en aquel entonces dependían de la radio y los periódicos y en menor medida de la televisión. Atrás quedaba también, la etapa de acumulación de fuerzas en silencio. Se rompía el silencio y de qué manera.
El día 13 de Octubre, se dan los ataques al cuartel de la GN en San Carlos, cerca de la frontera sur y al cuartel de San Fabián, en la frontera norte. El 17, se atacaba el cuartel de la GN en Masaya, en pleno corazón del Pacifico de Nicaragua, una acción dirigida por Israel Lewites Rodríguez. Después de dos horas de cómbate, caen heroicamente los compañeros Israel Lewites, Juan Carlos Herrera, Francisco Castellón Peinado y Maximiliano Somarriba. En el kilómetro 13.1/2 de la carretera Managua-Masaya, un retén sandinista integrado por los hermanos Norman y Rolando López Porras y Manuel Sánchez García, detienen un convoy compuesto por 200 efectivos de la GN que iban a reforzar el Cuartel de Masaya. En el desigual enfrentamiento caen los heroicos combatientes.

En la carretera Tipitapa - Masaya, en un evento fortuito  de parte de la GN, cae en combate el Comandante Pedro Aráuz Palacios, "Federico", miembro de la Dirección Nacional del FSLN y primer responsable político-militar de la resistencia urbana. Lo que se había planificado como un ataque coordinado y simultáneo a estos tres objetivos, se había convertido en dos acciones separadas en el tiempo, con cuatro días de diferencia, lo que permitió a Somoza poder disponer de sus fuerzas de mejor manera y aplacar la resistencia armada. Una victoria militar para el somocismo, pero una derrota política para la dictadura. No siempre el ganar un combate significa ganar la guerra. Para el FSLN fue una derrota militar, pero una victoria política. Se había perdido un combate, pero se empezó a ganar la guerra.

Octubre del 77 dejaba a los nicaragüenses una serie de lecciones que había que aprenderlas rápidamente, para sacudirnos de una vez y para siempre a la dictadura somocista. Una de las lecciones que había que asimilar era que la unidad de todo el pueblo era básica para poder derrotar a la dictadura. Una unidad sin exclusiones, respetando el aporte y el peso especifico de cada organización. La unidad que permitiera conformar el gran frente nacional contra la dictadura.

Contra un enemigo único, todos cabían y todos valían. Otra lección a aprender, era que todas las formas de lucha eran validas. El ingenio popular, organizado o no, daba vida a todas las expresiones de rebeldía que se podían imaginar. Desde una pinta acusando al régimen o ridiculizando al tirano, una volante clandestina, un rumor que se regaba como pólvora, la señalización de las casas de los cómplices del dictador, las huelgas de brazos caídos y cualquiera que se le ocurriera al pueblo martirizado. Todo sumaba, todo golpeaba la credibilidad del régimen y todo disminuía la confianza de quienes se lucraban alrededor del festín del dictador.

Una lección más que dejaba Octubre del 77 era, que por más que se piense que el enemigo era inmenso, invencible y todopoderoso, la lucha del pueblo organizado alrededor de sus referentes políticos, podía acabar con él. Las dictaduras florecen a costa del temor de los ciudadanos, se nutren y fortalecen del miedo que inspiran. Sin embargo, la historia ha demostrado hasta la saciedad, que entre más represión y ahogo de las libertades ciudadanas desatan, más miedo a la ira del pueblo tienen.

Se da entonces la dicotomía represión y miedo, miedo y represión, hasta que llega el momento en que, dadas una serie de condiciones, el miedo se transforma en voluntad de lucha, en ira popular y la represión se vuelve cobardía. Es en este momento en que las dictaduras colapsan y como siempre pasa, los de arriba, los que pueden, huyen con el producto del saqueo y los que quedan, cómplices miserables, pequeños saqueadores, verdugos voluntarios y comisarios de menor cuantía, pero que se caracterizan por ser los ejecutores de las medidas anti populares, los duros de corazón, los fanáticos, estos que no pueden huir, porque no alcanzan en el éxodo de la ignominia, siempre son los que pagan los platos rotos, son los que sufren la ira del pueblo. Son los señalados de por vida y los que arrastran y hunden a sus familiares en la vergüenza. Son los leprosos a quienes todos rechazan y apartan.

A 32 años de distancia, muchas similitudes de la Nicaragua del 77 se empiezan a recrear ahora. Asistimos al renacimiento del somocismo, el que al parecer nunca desapareció. Los que cayeron, los que entregaron su sangre generosa por la liberación de nuestro país de la dictadura somocista, jamás pensaron en morir para que se estableciera una nueva dictadura. Los héroes de aquel Octubre Victorioso no dieron su vida para que, de entre los mismos, surgiera la semilla de la opresión, del pillaje, del enriquecimiento ilícito, ilegal e inmoral, del entierro de los principios que una vez sustentaron y estuvieron dispuestos a morir por ellos.

A 32 años de distancia y desde la inmortalidad de su ejemplo, la sangre de los héroes exige respeto.