domingo, 14 de noviembre de 2010

NOVIEMBRE, EL MES QUE SE JUNTAN LA ETICA, EL CINISMO Y LA REBELDIA

El recién pasado 7 de Noviembre, se cumplieron 34 años de la caída en combate del Comandante Carlos Fonseca Amador, fundador y guía del histórico y legítimo Frente Sandinista de Liberación Nacional, no la caricatura del actual,  convertido ahora en una suerte de secta fundamentalista llamada orteguismo. Fue un aniversario que transcurrió en el más absoluto silencio, convenientemente opacado por la estridencia del diferendo con Costa Rica, que reclama, por parte de las autoridades, antes que serenidad e inteligencia, el fervor patriotero del pueblo tan fácil de agitar y tan necesario para ocultar las ruinas de la institucionalidad y el estado de derecho en nuestro país. 

Esta vez no hubo la fanfarria de los otros años, los desfiles y las flores en su mausoleo, ni los discursos hipócritas y grandilocuentes de quienes han perjurado, con sus acciones, del ejemplo de moral revolucionaria y ética personal que dejó Carlos Fonseca para las futuras generaciones, incluso para aquellos que compartieron con él la dureza de la lucha, en los años en que “el amanecer era una tentación” y que ahora se encuentran viviendo el atardecer de sus vidas, sumidos en la vergüenza de exhibir, mañana, tarde y noche, fortunas inexplicables, habidas a costa del erario público, precisamente lo que combatió el Jefe de la Revolución hasta el último día de su vida.

Es lo único que explica la desaparición de su figura en la historia oficial del sandinismo que se pretende reescribir a partir de Enero del 2007. La noche y el día no pueden convivir juntos, a como tampoco lo pueden hacer la ética y la integridad que representa Carlos Fonseca con la desfachatez y la ruina moral que representan quienes, adrede, lo han eliminado de un proyecto que huele mas a somocismo que a revolución. Carlos Fonseca descansa a salvo de ser acompañante mudo e inconsulto, a como los son Sandino, Darío y Andrés Castro, de la nueva estrella del partido, exhibida hasta el cansancio en mega rótulos que inundan rotondas, calles y carreteras de nuestro agraviado país. Sin embargo, desde la tumba y ya no desde la cárcel, a 34 años de distancia, acusa siempre certero y contundente “a los cabecillas del gobierno somocista de asaltar a lo largo de treinta años al sufrido pueblo de Nicaragua para acumular, no la ridícula suma de cincuenta mil córdobas, sino sumas fabulosas que suman, más bien a varios millares de millones de córdobas; dicho para que lo entienda la gente sencilla, sumas que se escriben con siete números o cifras”.

Confrontado a la ética y a la propuesta moral que representó Carlos Fonseca, el martes 9 de Noviembre se cumplieron dos años del burdo, sucio y colosal fraude cometido por el actual partido en el gobierno en las elecciones municipales del 2008, el que contó con la complicidad abierta y manifiesta del impresentable Consejo Supremo Electoral, en particular de su presidente, el ex magistrado usurpador Roberto José Rivas Reyes. Dos años de ilegalidad, ilegitimidad, de robo descarado a la voluntad popular y a las leyes del país, para echar a andar, a fuego y candela, un proyecto desfasado, caudillesco y neo somocista. Al menos 45 alcaldías asaltadas, no en la oscuridad de la noche, sino a plena luz del día, con total  impunidad e impudicia, que convierte a todos los magistrados sin excepción, en delincuentes confesos por violación a la Constitución Política y la Ley Electoral.  

Cancelación de personerías jurídicas de partidos políticos a conveniencia de los dos caudillos que ahogan la democracia en Nicaragua; cedulación amañada que favorece a los miembros del partido de gobierno, que incluso son distribuidas por ellos mismos en el colmo del descaro; padrón electoral convenientemente manoseado, que hacen que siempre existan más votantes a la hora del sufragio que durante el proceso de verificación ciudadana; cartografía electoral hecha a la medida del fraude, para permitir que votantes de otras regiones puedan depositar su voto en municipios distintos a su lugar de origen, como en El Rosario, donde por arte de magia aparecieron más de 200 nuevos votantes, con los que obtuvieron “la victoria” y todos ellos con el mismo domicilio: un potrero en las afueras del pueblo!; campaña electoral usando y abusando de los recursos del estado; confabulación de los fiscales del partido de gobierno con los fiscales de sus satélites y aliados y la innecesariamente numerosa policía electoral, para tener los resultados necesarios que le den la “victoria”  en el municipio; robo de votos en el CEM; robo de votos en el CED; robo de votos en el Centro de Cómputos Nacional; desaparición de cientos de actas de escrutinios de las principales cabeceras departamentales; asalto con total impunidad y a la vista de moros y cristianos de Managua, León, Masaya y Nindirí, son entre otras, la lista incontable de “muertes y daños” de Roberto Rivas y sus secuaces, que en el colmo del cinismo pretenden reeditarlas en las elecciones nacionales del próximo Noviembre del 2011, sin dejar de mencionar que la sola inscripción como candidato del caudillo orteguista, constituirá la más flagrante violación a nuestra Constitución Política, descalificando y deslegitimando desde ese mismo momento una eventual “victoria” electoral de este.

Y finalmente, un 11 de Noviembre, pero del año 1960, un grupo de patriotas, caraceños en su mayoría, asaltaban los cuarteles de Jinotepe y Diriamba, en una respuesta justa y digna a los asesinatos de los héroes del 4 de Abril de 1954 y a la masacre de los estudiantes el 23 de Julio de 1959.  Símbolo de rebeldía de la juventud caraceña, el 11 de Noviembre se constituyó en un hito de la lucha en contra de la dictadura somocista, ya que muchos de los que participaron provenían de familias conservadoras, de miembros de Juventud Patriótica Nicaragüense y de otros sectores, que concebían, en ese momento, el derrocamiento de Anastasio Somoza mediante cuartelazos en diferentes lugares del país. Fue un eslabón más, de una larga cadena de levantamientos armados que se sucedieron durante los 45 años que duró, para desgracia de los nicaragüenses, la dinastía de la familia Somoza. Sin tener la organización necesaria, ni la logística suficiente y con un liderazgo que en otros departamentos desapareció en el momento cumbre, el movimiento fue aplastado luego de la toma exitosa de los cuarteles, pero dejó para las nuevas generaciones un legado de lucha inclaudicable en contra de la dictadura. Quedó demostrado, desde hace 50 años, que los pueblos aman la libertad, la institucionalidad y el estado de derecho y que están dispuestos al sacrificio si es necesario, para restablecerlos.

Tres símbolos, ética revolucionaria, cinismo político y rebeldía ciudadana, que señalan el camino que han tomado muchos, en una decisión personal que va de la mano con los principios que se sustentan. Cuando se tienen, se optan por la ética y la rebeldía ante los poderosos. Cuando se carece de ellos, lo más cómodo es vivir en la falsedad de la demagogia y el cinismo, creyendo que se puede engañar a todos todo el tiempo.