sábado, 8 de octubre de 2011

A UN MES DE UN NUEVO VIOLETAZO

Todo parece indicar, de acuerdo a lo que se viene observando en el panorama político de los últimos días, que la situación se está tornando, si no difícil para el orteguismo, al menos muy alejada de los escenarios que tiempo atrás sus estrategas habían contemplado una vez llegado a estas alturas del proceso electoral. A un mes de las elecciones nacionales, lejos de ser una situación alentadora para el presidente Daniel Ortega, las sombras de un nuevo rechazo, igual al del 25 de Febrero de 1990, ya es una realidad que atormenta a todo el campamento del candidato ilegal.
El trauma de aquella derrota sufrida a manos de una frágil mujer, Violeta Barrios de Chamorro, se torna en el inevitable Deja Vú de Ortega y Cía. Ni la entrega masiva de las migajas del festín, ni las encuestas amañadas y triunfalistas, ni la acción de los sumisos socios-competidores en la contienda, ni mucho menos las vanas y apuradas  promesas de vivir en el paraíso terrenal los próximos cinco años, aseguran el holgado triunfo que desde hace meses ya saboreaban, al igual que lo hicieron en aquel cierre de campaña del 90, un formidable baño de masas que se convertiría días después en una anécdota para la vergüenza y el olvido.
Quizás las condiciones previas a las elecciones del 90 sean diferentes a las actuales, sin embargo existen algunos elementos que obligan al análisis. Las elecciones que condujeron a la derrota del 90, se dieron como el colofón de un conflicto bélico que aprisionó a nuestra patria por cerca de diez años y dejó en su orgía sangrienta poco menos de 100 mil muertos y miles de heridos de los bandos en pugna, así como de la población civil, esta ultima formando parte de los funestos “daños colaterales” de toda guerra.
Pero no solo la guerra estaba presente en la mente de los electores de aquellos años, también se encontraban a la par de la boleta y dentro del recinto electoral, la falta de libertades individuales; la profunda división de la sociedad producto de una irracional lucha de clases; la persecución a la Iglesia Católica; una creciente corrupción en las altas esferas gubernamentales y partidarias que contrastaba con las condiciones de sobrevivencia en las que se debatía todos los días la población; la acción de los chivatos de siempre, que bajo el eufemismo de ser los “ojos y oídos de la revolución”, al final siempre fueron los orejas de sus propios vecinos; la vivencia diaria de la escasez de los productos básicos; los lunes negros de las devaluaciones semanales; las largas filas en supermercados llenos de estantes vacíos, a pesar de que ahora la Secretaria de Comunicación y Propaganda del Partido Orteguista ensalza esos tristes días y lo rememora como parte del folklor de aquellos duros tiempos, quizás porque nunca pasó, ni las privaciones ni las vicisitudes, por las que tuvieron que atravesar la inmensa mayoría de las amas de casa en los años 80´s.  
Ciertamente que muchas cosas han cambiado, pero muchas también permanecen intactas en alguna gente, pues las personas son fieles a su naturaleza intrínseca y solamente saben responder con lo que llevan dentro de sí, en lo más profundo de su ser. Responden con lo que son y aunque las condiciones varíen, siempre son predecibles, hacen exactamente lo mismo. No se puede esperar que un depredador se comporte diferente a lo que es, ni que el lobo se convierta de repente en protector del rebaño de ovejas al que ha asolado desde tiempos inmemoriales. Ya forma parte de su propio ADN el actuar así, su propia naturaleza lo obliga.
21 años después de aquel famoso Violetazo, contemplamos con estupor que se continúa transitando por el borde del despeñadero social, azuzando una falsa lucha de clases entre pobres y muy pobres, acusando a los primeros de ser los oligarcas del barrio, en la típica acción del delincuente que recién ha cometido una fechoría y grita: Atrapen al Ladrón!, para él poder escapar furtivamente. Una nueva clase de sospechosos nuevos ricos, que envidian a los viejos ricos y azuzan a los eternos pobres de Nicaragua, en la creencia de que en medio de tanta desgracia, estos no distinguen que el clasismo propuesto es más falso que un billete de cuatro pesos.   
Se continúa con la persecución a la Iglesia Católica, tal vez no con los métodos groseros de los 80´s, pero si más refinados, que van desde el halago hasta la amenaza, pasando por la cooptación, la denigración personal y el chantaje. La Concha, Nindirí, Granada, Jinotega, Jinotepe son parte del visible rastro dejado en las andanzas del Lobo de Gubia que persigue, “con la boca espumosa y el ojo fatal”, a los pastores del rebaño. Él solo entiende de sumisión, nunca permite que se le cuestione y en el colmo de la desfachatez, trata de crear una nueva religión haciéndose acompañar de renegados que en otros tiempos fueron también vejados. Van juntos camino a la perdición, unos por ambición, otros por compromisos ocultos y unos cuantos por comodidad. Trata de enfrentar a la Iglesia Oficial y a su Jerarquía, ya no con la Iglesia Popular de los 80´s, sino con “su” grupo de sacerdotes, a los que manipula a su gusto y antojo, y hay que reconocerlo, con singular maestría.
La corrupción ha crecido a niveles descomunales, arriba, en medio y abajo. Ya sea de saco y corbata o con chinela de gancho, todos se sienten con derecho a robar. El ejemplo que les llega desde las alturas, es que el Estado es un botín al que se tiene acceso de manera temporal y por lo tanto hay que aprovecharlo mientras se pueda. Los 45 años de los Somoza y la Administración Alemán se han quedado cortos ante tanta robadera y retomando la letra del tango argentino Cambalache 310, en nuestro país “!Qué falta de respeto, qué atropello a la razón! Cualquiera es un Señor, Cualquiera es un Ladrón
El chivateo de los sempiternos orejas, que como camaleones se camuflan en todos los gobiernos, es ahora peor. Se pretende darles estatus de una nueva ciudadanía y con poder, son el Poder Ciudadano de un país que solo cabe en la mente de sus creadores, al mejor estilo del fascismo italiano de la época de Benito Mussolini, El Duce. Han resucitado a la Nicolasa Sevilla y sus turbas de matones para agredir a los que no piensan como ellos y a los que creen que la famosa Segunda Etapa de la Revolución no es más que una broma de mal gusto de su estrafalaria creadora. Han revivido las famosas 3 P del somocismo en la versión orteguista: Plata para los grandes empresarios, Palo para la sociedad civil y Plomo a discreción, en dependencia de las necesidades y urgencias del caso.
Ciertamente que muchas cosas permanecen en nuestro país como si el tiempo se hubiera detenido y no evolucionamos los 21 años ya vividos después del caos, o quizás sería más apropiado decir que la mentalidad de quienes nos gobiernan ha quedado petrificada, una en los años 60´s y la otra en los 80´s. Que continuemos retrocediendo o sigamos estancados depende solamente de nosotros, pues los dictadores y caudillos avanzan en la medida en que los pueblos se los permiten.
El próximo 6 de Noviembre los nicaragüenses tenemos la oportunidad de decidir sobre nuestro futuro, si será el de cambiar y avanzar o continuar retrocediendo aun mas en el tiempo. Y en la urna no estaremos solos, también estarán nuestros frescos recuerdos de cuanto hemos tenido que soportar en estos escasos 4 años y medio, ellos serán el mejor estímulo y guía  para no volvernos a equivocar, poniendo nuestro futuro y el de nuestros hijos en manos de facinerosos.