sábado, 19 de junio de 2010

LOS DIPUTADOS: UN PRODUCTO DE NUESTRA SOCIEDAD

Prácticamente a diario leemos, vemos y oímos quejas de la oposición en Nicaragua, refiriéndose a la actitud que demuestran los miembros de la Asamblea Nacional, supuestos a ser “La Oposición” contra todas aquellas medidas del gobierno que atenten contra la mayoría de la población, ya que este fue el mandato encomendado por la misma población al momento de elegirlos. No pasa un solo día en que por los distintos medios de comunicación se critique a los diputados que no salieron en la casilla del orteguismo, ya sea por su forma tan ambigua de hacer oposición, por venderse miserablemente a precio de saldo o sencillamente por la inutilidad de no tener ni siquiera una estrategia política para enfrentar el desastre a que lleva a toda la sociedad este remedo de gobierno.

De acuerdo a los resultados de las elecciones del 2006, deberían de haber 54 diputados haciendo oposición al gobierno y conteniendo la embestida orteguista por consolidar una dictadura familiar, la que se  apoya, ya sea en la manipulación de la Constitución o en abierta violación a la misma, según el manual Chavista de aprovechar el control de las instituciones del Estado para imponer un férreo control a la sociedad.

Sin embargo, la realidad es otra,  el orteguismo en un paciente proceso de chantaje, presión, halagos o simplemente utilizando la vulgar compra de diputados, ha cambiado totalmente a su favor la correlación de fuerzas en la Asamblea Nacional y de 38 diputados que debería de tener, hoy se asegura que se acerca ya a tener los 54 diputados que sacó la oposición en el 2006. Prácticamente en todas las bancadas ha habido deserciones de parte de algunos de sus miembros y el fenómeno del transfuguismo político ha sido la constante desde que el Orteguismo accedió al poder en Enero del 2007.

Las críticas de la población que no está de acuerdo con el orteguismo y que de acuerdo a las encuestas ronda el 70 %, ha provocado que exista desconfianza, desinterés, apatía y resentimiento hacia los partidos políticos y según las mismas encuestas, cada día se suman más al llamado sector de los independientes, es decir, aquel sector que no se siente representado por ningún partido político. Sin embargo, a las cosas hay que llamarlas por su nombre y los políticos que actualmente están como representantes nuestros en la Asamblea Nacional son los mismos que nosotros elegimos. Ellos no aparecieron de la nada, nosotros con nuestro voto los llevamos ahí. Sabemos que muchos de ellos han traicionado el voto que les dimos y la confianza que depositamos en estos, pero siempre estamos detrás de ellos pidiéndoles ayuda de cualquier tipo, cobrándoles nuestro voto. Los criticamos, pero nos desvivimos por saludarlos. Nos quejamos de su descaro y desvergüenza, pero nos afanamos por sacarles algún beneficio en provecho nuestro. A veces hasta nos llenamos de satisfacción al decir que somos amigos “Del Diputado Fulanito de Tal”. No entendemos o no queremos entender, que estas sabandijas lo único que se merecen, es el desprecio de quienes votamos por ellos y nos traicionaron, vendiéndose al orteguismo por un puñado de dólares.  Los vemos muy orondos, haciendo ostentación de las 30 monedas con que fueron comprados y nos molesta saber que son mentirosos, tramposos, demagogos,  deshonestos y cínicos, pero si se da de nuevo la oportunidad, volvemos a votar por ellos!  Muchos dirán que no votaron por ninguno, pero cuando se abstuvieron de votar  decidieron que otros eligieran por ellos, lo cual no les quita responsabilidad, más bien los vuelve cómplices de poner a tanto inútil al frente de la gestión política de la sociedad.

Todo esto nos debe llamar a la reflexión. Muchos se quejan de la clase política que tenemos, pero la verdad es que estos diputados y estos dirigentes que tenemos no vinieron ni de otro planeta, ni de otro país. Salieron de la misma sociedad en la que  nosotros vivimos, viven en nuestra ciudad, en nuestro barrio, los conocemos desde pequeños, fueron formados en familias a las que conocemos desde hace años. Conocíamos sus defectos. Sabíamos de sus debilidades. Los hemos visto crecer y sabíamos de qué eran  capaces. Muchos de ellos no han servido en el pasado como estudiantes, como hijos, como hermanos, como padres de familia, como esposos, como profesionales, como ciudadanos y ni siquiera como amigos. Sin embargo, a la hora de votar, compramos las ilusiones que nos venden y votamos por ellos conociendo todo lo anterior.

Porqué lo hacemos? Dicen algunos entendidos, que los políticos son producto de la sociedad y que no debería sorprendernos la calidad de personas que son nuestros políticos, porque nosotros como sociedad somos iguales o muy parecidos. Si la sociedad está en descomposición, no podemos aspirar a tener mejores políticos, pues ellos son parte y producto mismo de esa sociedad. Otros conocedores de la materia plantean que nuestra clase política refleja la propia familia de la que provienen, son el reflejo del entorno en el cual ellos han crecido. Esta teoría es más creíble y aceptable, pues si en algo estamos de acuerdo, es que la familia es el núcleo principal de la sociedad y es el entorno inmediato y fundamental en el cual se forjan valores, principios, educación, carácter, respeto, entre otras cosas. Un hogar disfuncional o problemático, difícilmente podrá dar a la sociedad buenos ciudadanos. Un entorno familiar en el que el ejemplo del padre o la madre no es el más adecuado, no reflejará en el futuro de los hijos algo diferente a lo que han vivido. Lógicamente que esto no es absoluto y existirán ejemplos de personas que superaron entornos problemáticos y son buenos ciudadanos. Pero esto es la excepción y no la regla.

Ahora bien, los partidos políticos son para algunos como una gran familia. Los dirigentes de estas agrupaciones partidarias se comportan como los padres de esa gran familia. Las bases de los partidos ven a sus líderes como los ejemplos a seguir y si el ejemplo es malo, no pretendamos esperar  que existan buenos frutos. Líderes corruptos tenderán a producir políticos corruptos y la única fórmula para romper esta cadena,  es precisamente, romper con estos líderes. Muchos lo han hecho y han empezado a andar su propio camino y construir su propio futuro político. En el MRS no somos la excepción. Muchos venimos del FSLN y eso para nadie es un secreto, pero logramos romper con el pasado que nos ataba. Ha habido deserciones y transfuguismo de los más débiles durante este tiempo y algunos regresaron arrepentidos o comprados a lo que ellos consideran sus orígenes. Sin embargo, la mayoría seguimos adelante y los que nos quedamos nos mantenemos fieles a nuestros principios y a la decisión de construir nuestro propio destino político, alejado de lo que alguna vez fue un partido serio y con historia y se convirtió en una agrupación corporativa, con dueños, sin valores, sin principios y sin futuro. Nuestra bancada en la Asamblea Nacional goza de la confianza de la mayoría de la población y la percepción de la ciudadanía no orteguista, es que los  diputados del MRS son los más firmes y los más creíbles, lo cual no hace más que fortalecer nuestra decisión de mantenernos de pie frente al orteguismo. 

A pesar de la situación de pesimismo y desconfianza con que la población percibe a la mayoría de los diputados en la Asamblea Nacional, tenemos que dar crédito a todos aquellos que se mantienen firmes en sus convicciones y en sus principios, independientemente de la bancada que sea o del partido que provengan. A aquellos que no han cedido a los chantajes, a los halagos y a las presiones. A aquellos que se atrevieron a romper con el pasado. Esos diputados que continúan fieles a sus votantes, representan la luz en el camino sombrío que atravesamos todos los nicaragüenses. Ellos, con su ejemplo de dignidad y firmeza, son la esperanza de que existe un futuro mejor para nuestra patria. Estos diputados son los que harán posible la unidad del pueblo para tener una Nicaragua mejor para todos.