sábado, 1 de mayo de 2010

EL FRACASO MORAL DEL GOBIERNO DEL PRESIDENTE ORTEGA

Durante la campaña electoral del 2006, el entonces candidato a la presidencia de la Republica Daniel Ortega Saavedra, rogó al pueblo nicaragüense que le diese una nueva oportunidad para gobernar, ahora en paz, aduciendo que el fracaso de su gobierno en los años 80´s se debió a la guerra civil que afectó todo el entramado social, político y económico del país durante esos duros años. Prometió el cielo y la tierra, pero en lo que hizo más énfasis, fue que nunca se repetirían los errores del pasado.
Efectivamente, las condiciones de los años 80´s, que motivaron prácticamente el desarrollo de una economía de guerra, obligó al gobierno a invertir los pocos recursos que se disponían en el país, para atender los distintos frentes de lucha que se habían creado, sobre todo en las montañas de Nicaragua. La estrategia de “Guerra de Baja Intensidad” impulsada por los Estados Unidos había dado sus frutos. Diez años después del triunfo de la Revolución, el conflicto bélico se encontraba en un empate táctico y estratégico.
En el campo de batalla, la contra resentía la falta de suministros y las tropas del EPS habían agotado prácticamente la cantera del Servicio Militar. Ni la contrarrevolución tenía más el apoyo abierto y declarado de los Estados Unidos, ni el gobierno sandinista podía asegurarse la continuidad del apoyo de la Unión Soviética para sostener la guerra. Al final, los amos y señores de la Guerra Fría se habían puesto de acuerdo en acabar con un conflicto, que había dejado en su inmensa mayoría, solamente muertos nicaragüenses. La presión del gobierno soviético y el desgaste al que había sido sometida la economía nicaragüense, obligó a la dirigencia sandinista a aceptar la salida honrosa de las elecciones de 1990. Elecciones que ganó la oposición anti sandinista, como es del dominio de todos.
Perdidas dichas elecciones frente a la candidata de la UNO, Sra. Violeta Barrios de Chamorro, era obligado un replanteamiento estratégico por parte del FSLN para volver a acceder al poder en un futuro no muy lejano. La mejor gente de las filas del sandinismo, exigía un cambio de rumbo que nos aproximara a los trascendentales cambios que  experimentaba el mundo. Cambios sobre todo en el orden político e ideológico. Los errores del llamado socialismo real, afloraban con tal fuerza y crudeza, que demandaban una revisión urgente de todo lo actuado. Nicaragua y los revolucionarios nicaragüenses no estaban ni debían estar ajenos a esto.
Los hechos iban demostrando poco a poco, que revolucionarios habían sido muy pocos en las filas de una  revolución que llegaba a su final en Abril de 1990. Nuevamente el somocismo prevalecía, después de 45 años de desarrollarse en un país sometido al tradicionalismo político. Urgía un cambio y las condiciones para hacerlo eran propicias, sin embargo, el somocismo había hecho mella no solo en la base, sino en parte de la dirigencia que se proclamaba revolucionaria. Estos ahora reclamaban para sí, no solo el protagonismo de la conducción del partido, sino la hegemonía y propiedad del mismo.
El caudillismo de Emiliano Chamorro y Anastasio Somoza García decía presente. Las tramas políticas refinadas por Somoza Debayle eran  nuevamente puestas en escena. Se violaban los estatutos de un partido que una vez fue faro y guía de una revolución triunfante. Se prohibía competir por la dirección del partido. Pretender ser candidato a la presidencia en las elecciones nacionales era pecado capital. Rodaron las cabezas de  todos aquellos que alguna vez fueron compañeros de lucha y se atrevieron a plantear en serio un nuevo rumbo. El FSLN encontró dueño y con patente de corso para erigirse en El Caudillo del Partido. En su involución, reeditaron el pacto del Espino Negro, solo que esta vez fue El Crucero y no Tipitapa, donde se consumó la traición a los principios y valores que alguna vez sustentaron. Se repartieron el país como los pillos se reparten el botín.
2006 fue el año de recoger los frutos esperados durante 16 años. No fue por la Gracia de Dios, como se nos quiso vender, sino por la gracia del Pacto entre los declarados Mengalos, de un sumiso y cooptado Consejo Supremo Electoral y de la sempiterna apatía del pueblo a salir a votar cuando le corresponde, que el triunfo tan deseado y por el que se invirtió todo y de todo, llegó. Las condiciones en que se estrenaba el poder eran inmejorables. Esta vez no había guerra, ni pretextos, ni excusas para no gobernar bien.  Lo de la Mesa Servida que alguna vez dijo el ex presidente Bolaños era real. Apoyo total de la comunidad internacional. Millones de dólares en proyectos de infraestructura aprobados. Aunque había llegado sólo con un dudoso 38 % del apoyo popular, muchos se habían hecho eco de los cantos de sirenas y promesas celestiales y daban su voto de confianza al nuevo gobierno.
No pasó ni un día estrenando el poder, cuando en la misma toma de posesión se advertía lo que se nos venía encima. Y es que dice el refrán popular: “Gallina que come huevos, ni que le quemen el pico”. Nuevamente el talante anti democrático, hegemonista y totalitario salía a flote. Las camisas blancas de paz y reconciliación, prontamente fueron transformadas en las camisas pardas o azules de una artificial lucha de clases. Otra vez la lucha entre hermanos, bajo el estúpido argumento de que unos son más valientes que otros. Se revive un triste pasado, después de 16 años de haber sido sepultado.
Nuevamente un modelo seudo ideológico a seguir, sólo que más difuso que el anterior. Una nueva secta que proclama el “Socialismo del Siglo 21”, que no es más que el “Somocismo del Nuevo Siglo”. Nuevamente la confrontación con la iglesia y con todos los sectores sociales, políticos y económicos que mayoritariamente exigen un cambio de rumbo en el país. Una vez más, el fracaso económico del gobierno, que lleva al fracaso social de la nación. Más pobres y más pobreza. Más desempleo. Más migración. Más corrupción. Turbas nicolasianas convertidas ahora en fuerzas paramilitares. Funcionarios públicos transformados en “maras” políticas. Caudillismo, prebendarismo, populismo, pactismo. Instituciones e Institucionalidad sin legitimidad ni credibilidad. Ausencia de un verdadero Estado de Derecho. Un país con una Constitución Política de adorno.  
Sin embargo, lo verdaderamente novedoso de este gobierno, que insiste en auto nombrarse conductor y guía de la “Segunda Etapa de la Revolución”, no es su fracaso económico, sino el fracaso moral al que tristemente ha llegado. De supuestos revolucionarios, involucionaron a lo que ahora son, los nuevos oligarcas de un empobrecido país, que exhiben sin ningún pudor una inmensa fortuna, más dudosa que inmensa y que contrasta terriblemente con los conceptos de Cristianismo, Solidaridad y Socialismo que pregonan a los cuatro vientos.
Una involución que legitima la privatización descarada de la cooperación venezolana, que hará posible que lo amasado durante 45 años por los Somoza, sea superado en solamente cinco años. Una involución que inició en 1984, cuando empezaron el proceso de acumulación de riquezas, siguió con la rapiña al estado en los meses de Enero a Abril de 1990, continuó en los 16 años del maldecido neoliberalismo y continúa en estos años de Unidad, Paz y Reconciliación. Una involución que condena desde ya al fracaso moral a este gobierno.