viernes, 27 de febrero de 2015

25 AÑOS DESPUES, DE REGRESO AL INICIO DEL CAMINO

El miércoles 25 recién pasado se conmemoraron los 25 años del triunfo electoral de doña Violeta Barrios de Chamorro, quien al frente de la coalición “Unión Nacional Opositora”, UNO, derrotaba en las urnas al Frente Sandinista de Liberación Nacional, FSLN, después de 11 años de intentar asentar un gobierno revolucionario marcado por una cruenta guerra civil que desangró al país a niveles nunca antes vistos. 25 años han transcurrido y tal parece que no aprendemos de las lecciones del pasado, ya que cada vez que estamos por alcanzar la cima de la montaña, al igual que Sísifo y la maldición de su castigo en el inframundo, la piedra rueda hacia abajo y vuelta a empezar de nuevo.

VIOLETA Y EL FINAL DE LA GUERRA

Ríos de tinta han corrido para escribir acerca de la victoria electoral del 25 de febrero del 90 y sin embargo aún no se dimensiona en su real magnitud el significado de aquel día. La mayor fortaleza de Doña Violeta fue su fe y convicción de que Nicaragua podría volver a ser la República que soñó su marido, Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, Mártir de las Libertades Públicas. El triunfo de Doña Violeta daba una nueva esperanza a un país dividido y enfrentado en dos bandos antagónicos hasta la muerte. Una guerra que asoló campos y ciudades, destruyó la infraestructura productiva agrícola en la zona rural, empobreció al país, lo dejó casi en la ruina económica y endeudado hasta los tuétanos, pero sobre todo, una guerra que llevó a la muerte a miles de nicaragüenses, seguidores y adversarios de la revolución, una sangría inútil, ya que a 25 años de distancia estamos como al comienzo.

PROTOCOLOS Y EL DAME QUE TE DOY.

Como era de esperarse, los bandos en disputa, ya sea en la arena política como en la militar, buscaron como sacar el máximo provecho al momento de incertidumbre que se vivía. Cada quien escribe de acuerdo a lo que le tocó vivir y es difícil encontrar el equilibrio y el análisis sincero y desapasionado, sin embargo una cosa es cierta, los que llegaban lo querían todo y los que salían también. El Protocolo de Transición podrá ser satanizado hoy, pero evitó mayores muertes y daños. Solo basta recordar que los que llegaban lo hacían desarmados y los que salían no. Otra cosa es en lo que se convirtió posteriormente, en una rapiña a la que estaban invitados solo las cúpulas de ambos bandos. Cooperativas, empresas, fábricas, fincas cafetaleras y propiedades rurales, islas, casas de veraneo, entre otras, cambiaban de mano como por arte de magia, convirtiendo a moros y cristianos en los nuevos terratenientes, casa tenientes, cafetaleros, empresarios industriales, la naciente nueva oligarquía que renegaba de los principios revolucionarios y la vieja que aprovechaba el saqueo para “recuperar” lo que asumía se lo habían confiscado cuando eran socios complacientes del somocismo. Mientras tanto Sandino hacia sus viejas cuentas, 10 de un lado y 10 del otro igual a 20 ladrones.

LOS GOBIERNOS LIBERALES

Finalizado el gobierno de doña Violeta se pensaba que estaban sentadas las bases para iniciar la construcción de un país democrático, en paz y que buscaba ansiosamente salir del atraso y el sub desarrollo. Vinieron los gobiernos de las Obras, No Palabras y el de las Mangas Arremangadas. Ambos bravucones puertas adentro, para afuera, simplemente cobardes que se dejaron imponer la agenda del comandante, el uno por estar dedicado al saqueo del erario público y el otro por dedicarse a perseguir a quien lo llevó al poder, después de haberle ofrecido inmunidad e impunidad por aquello de los dos tigres en la misma colina. Al final, ambos terminaron como rehenes de quien conocía sus debilidades y pudo manejarlos como marionetas. Pactó con uno y luego lo metió preso, luego pactó con el otro y cuando este fue obligado a terminar el noviazgo, soltó al uno y se alió con él para tratar de eliminar al otro. Durante este periodo no se sentaron las bases para profundizar la democracia, la institucionalidad y el estado de derecho, sin embargo fue la época en que el estado se corroía por dentro para dar paso a una nueva noche oscura.

LA SEGUNDA ETAPA DE LA REVOLUCION

Ese fue el apodo con que se quiso identificar el segundo mandato del comandante, después de años de copar todas las instituciones del estado, aprovechando las ostensibles debilidades de los dos gobiernos liberales que le precedieron. Mientras estos discutían quien era el más honrado y quién el más ladrón, Ortega se apoderaba enteramente del Poder Judicial, del Consejo Supremo Electoral, de la Contraloría General de la Republica, de la Fiscalía General de la Republica, de una buena parte de la Asamblea Nacional y hasta parte de las Iglesias Católicas y Evangélicas. Los dos primeros, estratégicos para los planes futuros. Una vez llegados al poder, cada quien cumplió su función a cabalidad. La justicia se politizó a niveles alarmantes, los cuenta votos nunca aprendieron a sumar, los contralores y fiscales nunca vieron nada anómalo y los diputados legislaban de acuerdo a la mejor conveniencia del nuevo caudillo, que en el entretanto copaba al Ejército y a la Policía, las dos patas que le faltaban a la araña que tejía la tela con que se envolvía Nicaragua.

PORQUÉ DEL ORTEGUISMO?

25 años después todos nos preguntamos por qué estamos como estamos, buscando las respuestas fuera de nosotros mismos y tratando de echarles la culpa a los demás. Don Emilio Álvarez Montalván nos dejó la radiografía más exacta posible de lo negativo de la Cultura Política del Nicaragüense: Impuntuales, Mentirosos, Confianzudos y Oportunistas. Nuestro atavismo cultural nos refiere siempre a un poder ajeno a nosotros mismos, ajeno a nuestras decisiones y que nos condena a estar pendientes de quién de afuera será el que va a luchar por nosotros. Somos desconfiados por naturaleza, siempre le ponemos “pero” a todo y a todos, como dice el refrán “no hay grupera que nos quede”, nunca estamos a gusto con nadie, les buscamos los defectos a la gente y si no los tiene se los inventamos, los únicos buenos, probos y casi santos somos nosotros mismos. Queremos excluir a todos y pretendemos que todos se junten en torno a nosotros, nadie es bueno, nadie sirve, solo nosotros, es un mesianismo que le reclamamos a los otros pero no lo vemos en nosotros mismos. Y finalmente, a todo queremos darle un sentido mágico sin darnos cuenta que la magia es el artificio de los vivianes para domesticar a los bobos: que los ojos de los arbolatas nos vigilan constantemente, que si el comandante nos persigue a todos los lugares que vayamos pues está en los rótulos en todo el país y por si eso no basta, ahí está la doña que nos habla por la radio y la televisión todos los días y a cada momento. Y lo peor es que muchos creen, pero peor aún, esos mismos creyentes de supercherías van a misa o al culto con exactitud de reloj suizo.

Y que hacemos ante todo esto? Nada. Tratamos de justificar nuestra cobardía, echándole la culpa a los mandos intermedios pues ni el comandante ni la compañera se dan cuenta de lo que pasa en los territorios; recurrimos a la nostalgia del pasado creyendo que todo este relajo somocista que vivimos es parte del “proceso revolucionario”; actuamos pensando en que es mejor aprovechar el momento por aquello de que “aprovecha Macario que esto no es diario”; o sencillamente porque ya nos acomodamos al grillete, a la mordaza, a vivir agachados y a estirar la mano.

Existe orteguismo por culpa de nosotros mismos. Existe orteguismo por nuestra indiferencia, por nuestra cobardía, por nuestra comodidad, por nuestra indolencia y nuestra complicidad. Existe orteguismo porque no reclamamos, porque tememos hasta criticar en voz alta, porque agachamos la cabeza cuando pasan los ladrones, cuando debería ser al revés. Existe orteguismo porque queremos y dejará de haber orteguismo cuando nos rebelemos contra nosotros mismos y nos pongamos manos a la obra. Entonces y solo entonces iniciaremos el camino que deberíamos haber recorrido hace 25 años, sin atajos, enfrentando las dificultades y seguros de que estaremos construyendo por primera vez el verdadero futuro de la nación.