Nicaragua ha atravesado varios ciclos de violencia en los diferentes periodos históricos que le ha tocado vivir. Cada periodo ha dado paso a uno nuevo, debido a la necesidad de la sociedad de superar las condiciones políticas, sociales y económicas de esos momentos históricos, condiciones generalmente insatisfechas producto de la falla de los dirigentes de la nación en darle a la gente, no lo que los políticos creen que necesitan, sino lo que en realidad el pueblo demanda como necesidades más apremiantes. En unos casos es salir de un estado de frustración colectiva, en algunos otros es satisfacer ansias de libertad, en otros el carácter es económico, pero siempre desde el seno de la sociedad surge la semilla del cambio, producto de la imposibilidad de los gobernantes de turno de hacer coincidir las agendas partidarias, personales o familiares con lo que en realidad necesita la sociedad en su conjunto.
Primero fue el periodo de los 30 Años de Gobiernos Conservadores. Se caracterizaron por la honestidad personal y transparencia en el manejo de la cosa pública, pero alejados de la modernidad política, económica y social. Esto dio paso al siguiente periodo que lo constituyó el de los 16 años de Revolución Liberal que encabezó el General José Santos Zelaya. Este caudillo militar liberal acercó al país a las corrientes de desarrollo que desde tiempos atrás ya se venían sucediendo en el resto de Centroamérica. Desarrollo agrícola, apertura internacional, telégrafo, ferrocarril, una nueva constitución política, ideas liberales importadas de la lejana Europa que lideraba al mundo occidental y la creación de una moderna fuerza armada (moderna para aquellos tiempos) que garantizara los cambios fueron parte del legado histórico que dejó al país.
Luego de su derrocamiento por la intervención norteamericana, vino un periodo de turbulencia política producto de la torpeza del liderazgo nacional en definir el rumbo de la nación abandonando los intereses de grupos. Dirigentes liberales y conservadores se arrogaban el derecho de ser los únicos interlocutores ante los interventores. Una casta de oportunistas y vende patrias que da origen al surgimiento del General Sandino como la expresión de la necesidad popular de resistencia ante la marinería Yanqui.
Su asesinato da fin a esta etapa turbulenta dando paso a los 45 años de la dictadura somocista. Con la complicidad del gobierno de los Estados Unidos de ese entonces y de los que vendrían después, se inaugura un nuevo periodo cuyo supuesto es la estabilidad del país basada en la fuerza de las armas representada en la naciente Guardia Nacional.
Este periodo se caracteriza por un evidente desarrollo que se asienta fundamentalmente en el aprovechamiento de determinados productos agrícolas y una incipiente industrialización. En el plano político se da una repartición de roles, relaciones y responsabilidades entre liberales y conservadores, tratando de mantener un status quo que garantice estabilidad y beneficio para ambos grupos políticos.
Sin embargo, dentro de la sociedad va generándose la necesidad del cambio, producto del abuso de los bienes públicos que propicia el enriquecimiento ilícito de la familia Somoza, la cooptación de las instituciones del Estado, la partidarización de la Guardia Nacional, la apropiación familiar de la organización partidaria que dice representar al liberalismo, sucesión familiar en el poder, humillación de los empleados públicos y finalmente, en la última etapa de este periodo histórico, el uso indiscriminado de la fuerza para mantener a toda costa el poder, los privilegios familiares y de cúpulas.
Con el derrocamiento del somocismo, se abre un nuevo periodo que lo constituyen los 11 años de la Revolución Popular Sandinista, en los que a pesar de intentar un cambio radical del sistema político, social y económico, fue creando desde dentro las condiciones que propiciaron la necesidad del cambio. La Revolución duró aproximadamente un cuarto del tiempo que duró el periodo anterior, lo que demuestra que a medida que la sociedad entra en la modernidad tecnológica, se educa y evoluciona, los plazos se acortan.
Represión a los adversarios políticos, pero no solamente a las dirigencias partidarias, sino a todo el sector social que se identifica como contrario al proceso revolucionario, carestía de la vida y escasez de los productos más esenciales para el sustento familiar, conflicto bélico en el que la juventud de la ciudad y el campesinado llevan la peor parte, introducción masiva de agentes externos que chocan con la idiosincrasia de un segmento importante de la población, ataques a la Iglesia, creación de castas sociales y económicas identificadas partidariamente con el poder, intentos de hegemonizar y homogenizar a la sociedad, falta de libertad de expresión son, entre otros, el caldo de cultivo del cambio que empieza a demandar la nación, el cual ocurre con el adelanto de las elecciones el 25 de Febrero del 90.
Un nuevo periodo histórico se inicia, el de los 16 años de Gobiernos de la Post Guerra, conocido mas popularmente como el periodo de los Gobiernos Neo Liberales. Inician con buen pie al restablecer los derechos y garantías democráticas que tanto demandaba un sector de la población, fin del conflicto armado, libertad irrestricta de expresión y movilización, apertura internacional, realineamiento político, pero también desnacionalización y privatización que trae consigo el germen de la corrupción y por consiguiente el olvido de los sectores más vulnerables y desposeídos de la sociedad.
Este periodo se corta abruptamente reduciendo el plazo histórico de manera anormal y forzada. El pacto del 2000 posibilita que Daniel Ortega acceda al poder de manera artificial y no producto de una legitima necesidad de cambio por parte del pueblo.
Nace un nuevo periodo histórico con Ortega de nuevo en el poder, algo que ni en los peores sueños de la mayoría de los nicaragüenses se advertía siquiera, pero no así en la torpe habilidad política de su mentor y facilitador, que rebaja al 35 % el porcentaje del voto popular para ser presidente y en un ineficiente CSE, que al día de hoy niega a los nicaragüenses conocer el 8 % faltante del sufragio del 2006.
Se reviven prácticas que toda la sociedad consideraba superadas. Con estupor observamos que nuevamente y de la mano de un supuesto gobierno revolucionario, abanderado de la ética revolucionaria, de la moral revolucionaria, de principios y valores revolucionarios, revive de la manera más descarada las peores mañas del somocismo.
Enriquecimiento ilícito, abuso del poder, represión política, cercenamiento paulatino de la libertad de expresión y movilización, avasallamiento de las instituciones del estado, humillación de los trabajadores públicos, sometimiento del Ejercito y la Policía a los caprichos de los gobernantes de turno, partido convertido en propiedad familiar, violación a las leyes, carestía de la vida, corrupción galopante a todos los niveles del poder, son entre otras, el fermento de una nueva y apremiante necesidad de cambio.
Los plazos se acortan en la nueva asfixia de la sociedad y el pueblo puede, el 6 de Noviembre, hacer realidad el cambio que tanto se demanda por parte de todos los sectores sociales: sandinistas de adentro y de afuera, liberales, conservadores, socialistas, socialcristianos, gente sin partido, católicos, protestantes, en fin, más del 70 % del pueblo nicaragüense que demanda el inicio de un nuevo periodo histórico en donde se gobierne, en realidad, para todos los nicaragüenses sin excepción.