El gran objetivo general del orteguismo, expresado en la Estrategia de Comunicación para las próximas elecciones, denominada “La Campaña de la Victoria”, es Ganar holgadamente la elección presidencial del año 2011. Para alcanzar dicho objetivo, necesita forzosamente dividir al máximo a las fuerzas de la oposición, vale decir a los partidos políticos opuestos al FSLN, para evitar a toda costa la consolidación del voto de los nicaragüenses que ni han creído , ni creen en las maravillas de la tan cacareada Segunda Etapa de la Revolución.
Luego de 16 años en la llanura y después de casi 4 años de una increíble acumulación de capital cercana a los 1,200 millones de dólares, que al amparo de la ayuda venezolana ha logrado amasar la familia Ortega – Murillo y sus principales allegados, difícilmente el orteguismo accederá a entregar nuevamente el poder. Según sus principales voceros, llegaron para quedarse al menos los próximos 15 años, por lo que, de acuerdo al mismo documento, ganar las próximas elecciones son asunto de vida o muerte para garantizar la continuidad del nefasto proyecto que han emprendido. Perderlas y que la oposición logre al menos 56 diputados en el próximo parlamento, numero clave para reformar la Constitución Política, no es opción que se esté contemplando en las filas orteguistas. Están plenamente conscientes que eso sería el Principio del Fin.
Haciendo un repaso de los resultados de las elecciones nacionales anteriores, se comprueba fácilmente que el FSLN ha mantenido en promedio el 39.71 % del total de votos, insuficiente para alcanzar la silla presidencial. De acuerdo a estas cifras, las posibilidades de conservar la presidencia en una contienda electoral justa, transparente, con amplia observación nacional e internacional y con árbitros honestos en el Consejo Supremo Electoral es casi una misión imposible. Solamente con el inmenso favor de disminuir al 35 % el porcentaje necesario para ser electo presidente, producto del pacto del 2000 entre Alemán y Ortega, pudo este último retomar el poder nuevamente. Por tal razón, los estrategas del orteguismo se plantean, fraude de por medio, ganar las elecciones con un porcentaje equivalente al 60 % del total de los votos, lo que les daría los 56 diputados en la Asamblea Nacional necesarios para, a partir del 2012, llevar adelante las reformas a la Constitución que garanticen la hegemonía política del FSLN sobre toda la sociedad. Sin embargo, esta alternativa tiene varios escollos a vencer.
El primero de ellos, la aparición de Fabio Gadea Mantilla como posible candidato de consenso, capaz de aglutinar el voto mayoritario de los nicaragüenses y dejar reducido a un probable 30 % los votos de los seguidores del orteguismo. En segundo lugar, la ilegalidad de la candidatura de Daniel Ortega de cara a la comunidad internacional, que ante esta y la evidencia de un gran fraude electoral, podría plantearse el retiro total de la cooperación económica a nuestro país, incluida la de los organismos multilaterales, lo que sería desastroso en un eventual tercer mandato del actual presidente. En tercer lugar, la ilegitimidad del Consejo Supremo Electoral, órgano rector del próximo proceso electoral y de la Corte Suprema de Justicia, como máximo responsable de dirimir cualquier alegato que tenga que ver con la legalidad de las decisiones tomadas por el primero. Finalmente, las dudas sobre la fortaleza de Hugo Chávez Frías, principal soporte económico de Ortega, en las elecciones venezolanas previstas en el 2012.
Se necesita entonces, para superar el primer escollo, torpedear al máximo la posibilidad de que se aglutine la oposición en una sola candidatura. Conscientes de la facilidad con que la población puede ser desmotivada y desmovilizada, ejecutan al pie de la letra los Principales Lineamientos expresados en el documento Socialismo del Siglo XXI, Hermandad Revolucionaria, que plantea “Profundizar el debilitamiento y la división de la oposición política, aprovechándose de sus debilidades, por las vías y métodos que fueran necesarios, monopolizando la Asamblea Nacional, la Corte Suprema de Justicia y el Consejo Supremo Electoral”. La conveniente “declaratoria de guerra” anunciada por ALN en contra del PLC en el seno del Parlamento se conjuga perfectamente con la estrategia de Ortega. De manera consciente y muy bien retribuida, o inconsciente y haciendo el triste papel de tontos útiles, con sus acciones, ambas agrupaciones políticas pavimentan el camino que permite el avance incontenible del orteguismo sobre las ruinas de la institucionalidad y el estado de derecho. Ambos están siendo cómplices de la consolidación de la dictadura de Daniel Ortega en Nicaragua.
En relación a la ilegalidad de la candidatura de Ortega, la única posibilidad de diluirla es mediante las reformas a la Constitución Política. Para esto se necesitan urgentemente 56 votos antes del 15 de Diciembre. Sobre la base de los 52 votos exhibidos en fecha reciente, se especula que los 4 restantes saldran a costa del PLC, por la vía de diputados suplentes que se “libretearían” o desertarían de las filas del partido, “descontentos” con el máximo líder. Esto, sumado al anunciado regreso de los magistrados liberales a la Corte Suprema de Justicia, sería el colofón del pacto en su tercera versión, solo que esta vez a tres bandas, ya que incluirían a ALN, segunda fuerza política en virtud del despojo del partido a los del MVCE. El hecho de que le correspondan el 50% de los cargos claves en los órganos electorales municipales y departamentales en las próximas elecciones nacionales, constituye su principal activo y el derecho de piso en el nuevo pacto. El papel asignado sería el de validar el fraude que se prepara para la gran “victoria” de Ortega en el 2011. Se maneja que el arreglo a tres bandas comenzó ya con el famoso “Gacetazo”, por el que hubo una gran “inversión de capital” y se profundizaría con la repartición de diputados entre los tres socios en la contienda electoral del año entrante.
Para mejorar el rostro del Consejo Supremo Electoral y la Corte Suprema de Justicia, se procedería a elegir a los 25 funcionarios de estos y los demás poderes del Estado, con la connivencia de los “enemigos jurados” ALN y PLC. Ambos lo harían por “amor a Nicaragua y para evitar un nuevo derramamiento de sangre”. Posiblemente quede fuera de la fiesta Roberto José Rivas Reyes, pero en todo caso, el FSLN tendría mayoría absoluta o la hegemonía total que le permiten los dólares de Chávez, que distribuyen a manos llenas entre los que cooptan o compran. En relación a una eventual derrota del presidente Hugo Chávez en el 2012, esta obligaría forzosamente a Ortega el tener que retomar la cooperación internacional, tan vilipendiada hoy en día. De ahí los esfuerzos de cumplir a cabalidad los compromisos adquiridos con Estados Unidos y que tienen que ver con la migración ilegal, la lucha contra el narco tráfico y el combate al terrorismo. En Europa no las tiene todas consigo, pues el cambio de gobierno en Holanda y el ya hecho público retiro de la cooperación de Dinamarca y Noruega, son malas señas para el futuro inmediato.
Puestas así las cosas, las próximas elecciones no serán fáciles para la oposición, pero tampoco para Ortega. La victoria dependerá de la estrategia que se logre articular, de la cohesión que se alcance con la población en torno a la propuesta que se presente y de la motivación que la gente tenga para defender en las calles Su Victoria.