lunes, 5 de noviembre de 2018

LA QUINTA FASE DE LA REPRESIÓN ORTEGUISTA: EL ESTADO FASCISTA


Rápidamente, Ortega y su camarilla gobernante se encaminan a una quinta etapa del proceso represivo que desarrollan en nuestro país, en un vano intento por establecer sus propias condiciones ante el escenario de una eventual negociación de la que no podrá escapar, por mucho que su aparato propagandístico nos quiera vender una supuesta normalización de la situación en Nicaragua.

De la Represión Inicial Generalizada durante los meses de Abril a Junio, pasó a la fatídica “Operación Limpieza” de los tranques en el mes de Julio, rememorando y superando con creces las famosas operaciones limpiezas hechas por Somoza y la Guardia Nacional luego de la insurrección de Septiembre del 78, en donde, igual que en el 2018, se cometieron crímenes execrables en contra de la población civil, muchos de ellos dentro de la categorización de Crímenes de Lesa Humanidad. Luego pasó a ejecutar la Represión Selectiva, sobre todo de los jóvenes, como una medida de castigo y lección para todos aquellos que se “atrevieron” a atentar contra la estabilidad del modelo de país que ellos venían construyendo para la familia en el poder, su camarilla política y militar y demás cómplices. Posteriormente vendría la etapa de la Criminalización de la Protesta Ciudadana, para evitar que la población nicaragüense continúe cívicamente en las calles exigiendo Justicia, Democracia y Paz, contradiciendo la propaganda oficial de “normalización” que afanosamente el régimen trata de vender al exterior. Ahora, la represión orteguista se transforma en lo que podría considerarse la etapa final, la Construcción y Consolidación de un Estado Fascista, en donde la mayoría de sus características están presentes.

Desde su llegada al poder en el año 2007, el binomio gobernante impulsó el Totalitarismo como forma de gobierno. Poco a poco eliminó las voces disidentes a su gobierno, unos por la vía de la cooptación económica, otros mediante el chantaje y la amenaza y otros por el cierre de todos sus espacios políticos. La retórica oficial era que vivíamos en un país de buen gobierno, con un modelo económico y social de absoluto consenso, en el que no era necesario cuestionarlo porque todos estábamos bajo el manto del estado protector. El partido sandinista, devenido en una secta política y religioso - esotérica, el Orteguismo, se convirtió en omnipresente y todopoderoso, acaparando todos los espacios políticos y sociales posibles, eliminando por las vías de hecho los mecanismos de expresión y participación ciudadana ajenos al gobierno. A partir de abril, amparados en la represión armada, intentan culminar la obra y con todo cinismo se esfuerzan en convertir al estado orteguista en la única vía de expresión valida, en el interlocutor único, en el canalizador de todas las aspiraciones del ciudadano de a pie, una versión aumentada y corregida del modelo cubano, reduciendo la libertad individual a la mínima expresión. El ciudadano ha desaparecido, lo han convertido en un cliente político afín al gobierno si se adapta al sistema o en un enemigo al que hay que “exterminar” si se opone a los designios de la pareja gobernante. El totalitarismo y el verticalismo será el modelo a impulsar, como la etapa previa de lo que ya vienen adelantando, la imposición de una mentalidad Militarista que aplaste a la sociedad nicaragüense, la consecuencia más visible de la consolidación del estado fascista.

Los cuadros políticos que funcionaban a nivel departamental y municipal, poco a poco vienen siendo sustituidos por las viejas figuras de la guerrilla sandinista que ensangrentaron sus manos en estos meses de represión. Ortega culpa a los primeros de ser los responsables de la destrucción de la burbuja en que vivían, del “País de las Maravillas”, el país de mentiras que gobernaban a sus anchas. Los señalan de no advertir a tiempo lo que se venía, que hicieron un mal trabajo con las bases, que desgranaron al partido y por increíble que parezca, los acusa de no involucrarse con más firmeza en la represión durante estos meses aciagos.

Por eso, en el nuevo estado no hay cabida para remilgos morales, lo único que vale es la lealtad al Caudillo. Los escogidos son los que están  dispuestos a matar por él, los que están dispuestos a dar la vida por él, los que están hasta la coronilla con los crímenes, los que están en el mismo barco que Ortega y por consiguiente ocupando la misma tabla de salvación. Los nuevos jerarcas intermedios, el segundo escalón de mando del orteguismo en los territorios, antiguos cuadros guerrilleros, achacosos, enfermos, alcohólicos, eternos fantasmas de las nóminas estatales, los que durante once años disfrutaron de las prebendas y bondades de la pareja presidencial, son la nueva correa de transmisión del Estado Fascista que recién se estrena. Son los elegidos del caudillo para intentar prolongar la agonía. Han comprado totalmente la propaganda oficial del “Golpe de Estado a la Segunda Etapa de la Revolución” y son peligrosos por ser los primeros fanáticos que defenderán a sangre y fuego el nuevo fascismo orteguista que ya se vislumbra en nuestro sufrido país.