sábado, 16 de julio de 2011

JULIO, EL MES DE LAS REVOLUCIONES

El mes de Julio marca para Nicaragua dos hitos históricos que de una u otra forma transformaron la realidad política, social y económica que se vivía en la época inmediatamente anterior a estos acontecimientos. El 11 de Julio se conmemora la Revolución Liberal encabezada por el General José Santos Zelaya en 1893, con los que se dio fin los 30 años de gobiernos conservadores; y el 19 de Julio se recuerda el triunfo del pueblo nicaragüense, encabezado por el FSLN, sobre la dictadura somocista en el año 1979.
Ambos eventos, a pesar de las diferencias en el tiempo y en las condiciones en las que les tocó desarrollarse, tienen algunos rasgos comunes dignos de analizar. El primero de ellos, es que en las dos revoluciones, quienes asumieron el poder luego de derrocar a quienes lo detentaban, impregnaron a los proyectos que trataban de construir, una concepción de la sociedad basada en un particular punto de vista militarista, totalitario y hegemónico. En ambos casos se pretendió construir un modelo de sociedad diametralmente opuesto al derrocado, excluyendo y persiguiendo a los desplazados, conservadores por un lado y liberales somocistas, incluidos los miembros de la Guardia Nacional, por el otro. Esto conservaba el modelo de división del país en dos bloques, el de los vencedores y el de los vencidos, ambos irreconciliables entre sí.
El segundo rasgo en común es que ambas Revoluciones alcanzaron el poder por la fuerza de las armas, en el primer caso, la liberal, mediante un golpe de estado al Presidente Roberto Sacasa y Sarria y en el segundo caso, la sandinista, mediante una insurrección popular en contra de Anastasio Somoza Debayle. Dado el método de ascenso al poder, era prácticamente imposible despojarse de la visión militarista para conservar el mismo, por lo que en los dos casos se construyó un poderoso dispositivo militar, guardando las diferencias de cada época, para conservar el poder.
El tercer rasgo es de que en los dos proyectos revolucionarios, basando su legitimidad en la fuerza de las armas, se trató de perpetuarlos en el tiempo siempre bajo la concepción mesiánica que indefectiblemente rodean dichos procesos. Zelaya extendió su mandato durante 16 años, sucumbiendo bajo el poder imperial de los Estados Unidos, quien con una simple nota de protesta, la Nota Knox, suprimió su mandato. No era tan fiero el tigre a como lo pintaban. Una cosa es enfrentar a un pueblo atrasado y desarmado y otro a una potencia imperial. La Revolución Popular Sandinista duró 11 años, la mayoría de los cuales los pasó en medio de una guerra civil que desangró a toda la sociedad, desangramiento que obligó a la dirigencia a abrirse a elecciones limpias, transparentes y súper vigiladas. 11 años después del derrocamiento de Anastasio Somoza Debayle y de por medio  una cruenta guerra, mediante elecciones populares una dama sencilla y de imagen apacible, se hacía con el poder.
Un cuarto rasgo en común, es de que en ambos proyectos se trató de transformar la situación en la que se encontraba el país y en ocasiones no siempre resulto tan exitoso a como se esperaba. Durante la presidencia de Zelaya se promulgó una nueva Constitución conocida como “La Libérrima” que declaraba el Estado Laico (separación del Estado de la Iglesia), la obligatoriedad de la educación primaria, la secularización de los cementerios y la despenalización del aborto, entre otras medidas consideradas como avanzadas para su época. Otros logros importantes fueron la fundación de la primera Academia Militar de Nicaragua fundada el 11 de julio de 1904 y la construcción del ferrocarril.
Durante la Revolución Sandinista se trató de demoler todo el estamento jurídico, político, social y económico sobre los que se construyó la dictadura somocista durante los 45 años que duró esta. Se implementó la Reforma Agraria sobre la base del cooperativismo, tratando de beneficiar a todos los demandantes históricos de tierras, un viejo déficit de equidad social en nuestro país; se implementó una intensa campaña de alfabetización, se nacionalizó todo lo que podía ser nacionalizado, la banca, el comercio interior y exterior, salud, educación, seguro social, servicios básicos, tierras y propiedades de los Somoza y allegados y un largo etcétera. 
El quinto rasgo que las identifica es que las dos revoluciones fueron blanco de la ira de la gran potencia del norte, ya que en alguna medida, ambas afectaban sus intereses hegemónicos en el país y amenazaban los de la región en su conjunto. En las dos, el involucramiento norteamericano fue decisivo para echarlas del poder. Con Zelaya, su acercamiento con Inglaterra para la construcción del canal interoceánico fue determinante para su derrocamiento. Se utilizó el pretexto del fusilamiento de dos delincuentes americanos para invadir nuestro país, obligarlo a renunciar y restablecer el estado de cosas en la Costa Atlántica de Nicaragua.
Con la Revolución Sandinista, fue su alianza con el campo socialista lo que detonó el conflicto con los Estados Unidos. Para desgracia nuestra y de toda una generación de nicaragüenses que soportó sobre sus hombros la guerra de los años 80´s, las grandes potencias utilizaron nuestros campos y montañas como polígono de prueba donde se dirimían sus diferencias ideológicas. Cerca de 100 mil muertos dejó este experimento, jóvenes la mayoría, muertos de ambos bandos y de la población civil, los “daños colaterales” de toda guerra y una enorme destrucción de la economía. 
Finalmente, el último rasgo que une a ambas revoluciones y quizás el más evidente, es que quienes se auto llaman herederos de dichos procesos históricos, han traicionado los ideales y principios que alguna vez se sustentaron por parte de sus iniciadores. El arnoldismo se considera el dueño del legado de Zelaya y con más pena que gloria, “celebra” los 11 de Julio con una “alborada”, que a falta de seguidores, es rellenada por los enviados de su socio de desmanes. El caudillo liberal, condenado a 20 años por robo al erario público durante su gobierno y absuelto en una turbia negociación con los otros “herederos”, es el peor testimonio del liberalismo en el gobierno. No obstante, insiste en continuar el pillaje, ofreciendo y vendiendo mas ilusiones a los nicaragüenses, solo que esta vez, sabedor de que ya nadie le cree, serán respaldadas ante notario público.
Por su parte, el orteguismo reclama para sí el legado histórico de Sandino y de la Revolución Popular Sandinista. Consideran que estos 4 años y medio de saqueo a las arcas del estado constituye la Segunda Etapa de la Revolución. Para desgracia del país, continúan cometiendo los mismos errores cometidos en el pasado, solo que esta vez con mayor soberbia y altanería que antes. Desnudados de ideología, valores, principios, moral y ética revolucionaria, se han dedicado a enriquecerse a toda costa. Poder y dinero son los nuevos ídolos en los que se encarnan y con los que pretenden que todos nosotros nos postremos ante ellos. Nuevamente celebrarán otro 19 de Julio con la fanfarria de siempre, solo que ahora enmarcado en el sincretismo religioso con que pretenden confundir a los nicaragüenses.
Para suerte nuestra, continúan haciendo lo que siempre han hecho, por lo que, irremediablemente, recogerán los mismos fracasos de siempre.