Históricamente,
la relación de Daniel Ortega con la Iglesia ha sido muy complicada, ya que en
diferentes épocas de su vida ha intentado someterla a sus intereses políticos, en
los años 80’s como líder del sandinismo y a partir de los años 90’s, como
caudillo del orteguismo. Su relación con un amplio sector de la Iglesia
Evangélica ha sido exitosa, ya que ha logrado neutralizar cualquier intento de crítica
a su gestión política, acercándolos a su gobierno, sea en cargos públicos o en
listas partidarias a cargos de elección popular, donaciones económicas o
escrituración y titulación de terrenos donde se asientan algunos templos
evangélicos. Sin embargo, la relación es totalmente diferente con la Iglesia
Católica, sobre todo en los años más recientes, que es cuando se ha puesto de manifiesto
que las viejas costumbres prevalecen, solo que, en ocasiones, con nuevas
modalidades de ataque.
IGLESIA Y REVOLUCIÓN, UNA ENORME CONTRADICCIÓN.
La tensión entre
Ortega y el clero católico data de inicios de los años 80’s, cuando se percibió
al liderazgo de la iglesia como potenciales enemigos del proceso revolucionario
que recién iniciaba. La modalidad fue el ataque frontal y directo, antes que el
dialogo y la negociación, ya que, aunque se diga lo contrario, la concepción
hegemonista, autoritaria y totalizante siempre prevaleció en la mentalidad de
la dirigencia de la época. Eso conllevó a los casos harto conocidos de Monseñor
Salvador Schaeffler, dirigiendo el éxodo de miles de indígenas misquitos hacia
Honduras; el del Padre Bismark Carballo, siendo vejado y humillado públicamente
por agentes de la Seguridad del Estado; el del Padre Amado Peña, al que
involucraron en una trama conspirativa armada por la misma Seguridad del
Estado, todos estos casos en el año 1982. En 1984, Monseñor Pablo Antonio Vega,
Obispo de la Diócesis de Chontales, fue expulsado del país, siendo transportado
a la fuerza hasta territorio hondureño en helicóptero, casi en pijamas y en
horas de la noche y madrugada.
LA RELACIÓN EN
LA NICARAGUA CRISTIANA, SOLIDARIA Y SOCIALISTA.
La primera
administración de Ortega finalizó con el deleznable crimen del Padre Marlon
Pupiro, cura párroco del municipio de La Concha. El 20 de Agosto del 2011, a
escasos dos meses y medio de las elecciones de Noviembre de ese año, se
perpetraba el asesinato del Padre Pupiro, un tenaz e incansable critico de
Ortega y si bien no fue ejecutado en el pulpito durante la misa dominical, a
como lo fue Monseñor Oscar Arnulfo Romero, sus últimas homilías recuerdan
precisamente al Mártir Salvadoreño. Su “NO TENGAN MIEDO!” resonaba
estrepitosamente en los oídos de sus enemigos y aunque hayan presentado a un
autor material confeso, la ciudadanía católica de La Concha, sus familiares y
amigos, desde lo hondo de su corazón, saben que casi tres años después, en la
sombra aún se esconden sus asesinos intelectuales. Se pretendió dar una lección
al clero católico de que meterse en política y sobre todo, en contra de Ortega,
tiene sus riesgos…y a veces mortales.
Meses antes, el
primero de Abril del 2011, dos delincuentes armados incursionaron en la sede
del Seminario Nacional Arquidiocesano “La Purísima” y aunque las autoridades
policiales en todo momento minimizaron el hecho declarándolo como un “supuesto
robo con intimidación”, jamás presentaron a los autores “supuestos”. En el
corredor donde ocurrió el hecho, estaba el dormitorio de Monseñor Silvio Báez,
muy probablemente el objetivo principal de la incursión. Ya en el 2010, el
mismo Monseñor Báez fue objeto de intimidación por sujetos armados cuando se
movilizaba por la carretera norte. Meses antes, había sido objeto del robo de
su maletín personal, el que había dejado en el vehículo, toda una práctica con “marca de fábrica” reconocida, para
recolectar información directa de computadoras y documentos escritos.
LA NUEVA
MODALIDAD: SEMBRAR LA DUDA Y LA DESCONFIANZA.
Ante el
documento “En Búsqueda de Nuevos Horizontes para una Nicaragua Mejor”,
la primera reacción fue el artículo en el sitio oficial del
estado-gobierno-familia, el 19 Digital “De la realidad mal contada no surge
la verdad revelada”, atacando a Monseñor Mata y a Monseñor Rene Sandigo. Sin
embargo, y lo dijimos en nuestro Editorial “Crónica
de una Reacción Anunciada”, había que esperar más de este primer aviso, lo
que no tardó en llegar, esta vez bajo una modalidad más sofisticada, pero
siempre con los mismos objetivos: sembrar la duda, la desconfianza y el germen
de la división. El General Hugo Torres Jiménez, muy acertadamente lo catalogó
como un “Juego Operativo”, un sector
de la población, como una claudicación de la Conferencia Episcopal, y los más
radicales, como la entrega de Monseñor Mata a Ortega.
La aprobación de
la solicitud interpuesta hacía dos años por parte del Lic. Roberto Petray ante
la Corte Suprema de Justicia para formar parte de la carrera judicial,
nombrándolo como miembro del Tribunal de Apelaciones de Estelí, es la jugada
que se ha implementado con la finalidad de sacar de juego a Monseñor Abelardo
Mata, uno de los críticos más fuertes a Ortega dentro del clero nacional, toda
vez que la población asocia dicho nombramiento con el de Roberto Rivas en el
Consejo Supremo Electoral, situación que no solo neutralizó al entonces
Cardenal Obando y Bravo, sino que lo obligó a pasarse al bando que adversaba,
atrayendo a la egida orteguista a otros sacerdotes, lo que en alguna medida ha creado
la confusión entre un sector de la feligresía católica.
Ante la
imposibilidad de poder responder al documento de los obispos con acciones correctivas
concretas, porque hacerlo sería negarse a sí mismo o aceptar el descalabro
institucional al que han sometido al país, se prefiere el recurso que proviene
del oscuro cálculo político y de la manipulación artera. Falta por ver la
actuación de Petray en el TAE y si cumple su palabra de mantener el decoro
personal y la posición inclaudicable que ha mantenido durante todos estos años,
denunciando los abusos del poder, defendiendo a los que han sufrido el acoso y
la persecución del orteguismo y señalando directamente la complicidad de las
autoridades policiales y militares con algunos abusos. Petray tiene ante sí una
carga más pesada que la que tenía como asesor de la Asociación Pro Derechos Humanos. Su
nombramiento ha obligado a que la población esté pendiente de su actuación en
el nuevo cargo que ostenta, así como de Monseñor Abelardo Mata, y ese es
precisamente el efecto del Juego
Operativo, señalarlos como culpables
mientras no demuestren lo contrario. Una jugada perversa, pero altamente
efectiva y el mejor espejo en el que hay que verse es en el de Robertito José.