Consistentemente, la población ha manifestado a través de las diferentes encuestas que se han venido realizando en el país, sobre todo a partir del año 2008, que los principales problemas que le aquejan son la falta de empleo, la pobreza, la inseguridad ciudadana, altos precios de la canasta básica, atención en salud, educación y casi al final ubican la corrupción gubernamental. Pareciera ser que los nicaragüenses no logran percibir que corrupción y pobreza van de la mano como hermanas gemelas y aunque un país libre del flagelo de la corrupción puede ser igualmente pobre, lo que sí es un hecho es de que los recursos al menos estarán bien empleados y dispuestos al servicio de sus habitantes para mejorar la calidad de vida de estos.
De acuerdo a las mediciones de corrupción que elaboran organismos especializados en el tema, los países con menores índices de corrupción son los que tienen mejores niveles de vida, gozan de más espacios democráticos, sus habitantes disponen de mayores niveles de educación y por consiguiente, las cifras de desempleo, inseguridad ciudadana y migración forzada por motivos económicos son mínimos. Finlandia, Islandia, Nueva Zelanda, Dinamarca, Singapur, Suecia, Suiza, Noruega, Australia y Holanda son los diez países donde la corrupción casi es inexistente. Coincidentemente, Finlandia, Suiza y Suecia son los que ocupan los tres primeros lugares entre los mejores países a nivel mundial, contemplando niveles de salud, educación, economía, política y calidad de vida. Ninguno de estos países nació rico, trabajaron de manera decidida explotando sus potencialidades y construyeron la riqueza de la que ahora gozan sus ciudadanos. Tampoco creyeron en fatalismos geográficos o climáticos y para variar, estuvieron en medio del peor conflicto armado de la historia de la humanidad, la Segunda Guerra Mundial.
Comúnmente se dice que Nicaragua no es un país pobre sino un país empobrecido por la clase política que, desde el gobierno, se comporta como verdaderos depredadores del erario público. Excepción hecha de los treinta años de gobiernos conservadores que existieron a mediados del siglo antepasado y en alguna medida el periodo de José Santos Zelaya, el resto de gobiernos y gobernantes se dedicaron y se dedican a saquear el país en beneficio propio y de sus allegados.
Gobiernos títeres impuestos por la intervención norteamericana, dinastías sangrientas, revolución traicionada, gobiernos neo liberales de derecha, cleptocracias, hasta llegar al neo liberalismo autocrático y dictatorial de la mal llamada segunda etapa de la revolución, todos ellos han sido como cánceres enquistados en nuestro país, que lo único que han buscado no es el bienestar de la población, mayoritariamente pobre, sino el enriquecimiento fácil, rápido e ilícito.
Todo el dinero de las arcas públicas que por diferentes vías llega de manera subrepticia a los bolsillos privados, sean estos funcionarios gubernamentales, políticos inescrupulosos, empresarios corruptos o simples pasamanos comunes y silvestres, reduce la posibilidad que los pobres y la pobreza disminuyan en nuestro país. Son recursos malversados que deberían estar al servicio del desarrollo de la sociedad, de la generación de empleos dignos para los nicaragüenses, para mejorar el sistema educativo, el sistema de salud, el financiamiento a la actividad productiva que nos permita poder crear las riquezas que todos necesitamos, que podemos generar y que además, es la única vía para poder salir del ciclo de pobreza en que nos encontramos.
No hay recetas mágicas. Se sale de la pobreza trabajando, aprovechando al máximo nuestros recursos, con más y mejor educación, con habitantes saludables que incrementen sus niveles de productividad, produciendo lo que el mercado demanda, con productos de calidad, manteniendo relaciones dignas y respetuosas con todos los países que faciliten la apertura de sus mercados y que contribuyan, con su experiencia y ayuda económica, a salir del sub desarrollo.
Se sale de la pobreza con gobiernos responsables, que ven en la función pública la oportunidad de servir al país, no servirse de ella. De crear riqueza para que el pueblo salga de la triste estadística de mantener cerca del 80 % de sus habitantes en los niveles de pobreza y pobreza extrema. Casi 80 de cada 100 nicaragüenses viviendo con dos dólares o menos al día, mientras otros, al amparo de la corrupción que permite el poder y la impunidad, se dan el lujo de embolsarse 407 millones de córdobas, lo que hasta ahora se sabe, para poder tener mansiones en Costa Rica, comprar aviones, vehículos de lujo y un tren de vida ahogado en el derroche obsceno que lastima la dignidad de los nicaragüenses. O de aquellos que pueden mantener depositados en los bancos 17 mil millones de córdobas constantes y sonantes o poner al servicio de la usura 600 millones de dólares, ambas producto de la peor corrupción que ha presenciado nuestro sufrido país en toda su historia. O de los nuevos ricos que pretenden vivir como faraones, a costa no del trabajo propio, sino del robo descarado al erario público, mediante el tráfico de influencias y el uso de las instituciones públicas para cometer los ilícitos que día a día se denuncian.
Es contrastante que mientras algunos están empecinados en una desenfrenada carrera por enriquecerse a niveles que jamás ni siquiera lo soñaron, otros nicaragüenses, la gran mayoría, se debate en la incertidumbre económica, viendo como la canasta básica se vuelve cada vez mas inalcanzable, los recibos de los servicios públicos impagables, el combustible en una espiral alcista incomprensible, los salarios congelados y en los niveles reales del año 2003. Muchos compatriotas tomando la difícil y triste decisión de marcharse hacia otras tierras, buscando las oportunidades económicas y laborales que se les niega en la propia, sabiendo que su partida significa la desintegración de la unidad familiar. Muchos otros, 25,000 bachilleres anualmente, ante la imposibilidad de poder acceder a estudios técnicos o superiores, tienen que conformarse a ser carne de maquilas mal pagadas o pasar a formar parte de las estadísticas de la delincuencia o prostitución juvenil.
Triste presente y más triste aun el futuro que se nos muestra con gobernantes, que sin ningún empacho, nos pretenden poner en la encrucijada de que si no son ellos, queda el abismo de la pobreza de los gobiernos neoliberales, como si este no lo fuera, mas aplicado y descarado que los anteriores. Sin embargo, los nicaragüenses tenemos aun la oportunidad de oro de decir BASTA YA! a tanto cinismo, corrupción y desvergüenza. Esa oportunidad la tendremos el próximo 6 de Noviembre y tenemos que aprovecharla, cuando decidamos votar entre la continuidad de un espejismo llamado “Segunda Etapa de la Robolución” o por una verdadera Revolución de la Honradez, donde los que gobiernan lo hagan sin bolsillos en sus pantalones y se dediquen a trabajar por sacar de la pobreza a nuestro país y no a hablar de los pobres para seguir viviendo de ellos.