sábado, 19 de noviembre de 2011

LA RUTA DEL FRAUDE QUE CONCLUYO EL 6 DE NOVIEMBRE

El pasado 6 de Noviembre fue el epílogo de un proceso destinado a violentar la voluntad de la mayoría de los nicaragüenses y la posibilidad de que a través del voto popular pudiésemos elegir libremente a nuestras autoridades, todo con el fin de asegurar el continuismo y la reelección del caudillo del orteguismo, quien se considera, junto a su esposa, predestinados por una supuesta divinidad hecha culebra, a gobernar Nicaragua hasta el fin de sus días.

Este proceso tiene marcada una hoja de ruta que inicia el mismo día de la toma de posesión del gobierno del Presidente Ortega el 10 de Enero del 2007 y finalizó, en su primera parada, el 6 de Noviembre recién pasado. Desde entonces se tienen marcadas todas las estaciones previstas, que en la ruta del fraude, la maquinaria orteguista tenía que realizar, para poder llegar al final esperado y concluir con lo que todos conocimos, la “victoria” que garantiza el primero de los tres períodos que Ortega espera gobernar, de acuerdo a lo expresado en el documento “Socialismo del Siglo XXI, Hermandad Revolucionaria”, plataforma ideológica del orteguismo. Plantean en el citado documento: “Asegurar no entregar el poder hasta después de tres mandatos continuos del sandinismo. Es decir, después de 15 años de gobierno revolucionario”. A confesión de parte, relevo de pruebas.    

Pretender creer o hacernos creer que lo vivido el día de las elecciones fue producto de algunas “inconsistencias” de parte del Consejo Supremo Electoral y de su Magistrado Presidente (de facto) Roberto Rivas Reyes, es ser demasiado inocente o querer vernos la cara de tontos a los que fuimos a votar con la esperanza de un cambio, aun a sabiendas de lo que se avecinaba y que estaba debidamente preparado desde mucho tiempo antes. Sin embargo, no ir era equivalente a dejar servida la mesa para que los suscriptores del pacto y las nuevas adquisiciones, ALN y APRE, se recetaran con la cuchara grande. Los resultados indican que fue uno de estos, el FSLN, quien se sirvió a gusto y placer y al otro socio, el PLC, lo dejaron con el plato casi vacío, ya que fue la oportunidad de oro de Ortega para abandonar una relación que políticamente había tenido un costo muy alto para el. De los otros dos advenedizos de última hora, fue el pueblo el que pasó factura, desapareciéndolos de la arena política, Dios quiera que para siempre.

Decíamos que la hoja de ruta del fraude comenzó el mismo día de la toma de posesión en Enero del 2007, con la juramentación de los mandos de las Fuerzas Armadas, Policía y Ejercito Nacional, recordándoles, no por casualidad, su origen sandinista. Iniciaba con esto el proceso de cooptación de ambas instituciones, para neutralizarlas o subordinarlas al plan que estaba fraguándose. Resistió el Ejército al embate, no así la Policía, ya que con el retiro de la mayoría de los mandos fieles a la Primer Comisionada Granera, la dejaban a merced de la voluntad del Caudillo, convirtiendo la institución de hecho y a los ojos de la población, en cómplice del proyecto continuista de Ortega.

Dado que el Articulo 147 de la Constitución Política prohíbe taxativamente la reelección continua o por tercera vez, la siguiente estación en la Hoja de Ruta del Fraude era la eliminación de dicho articulo, a fin de allanar el camino a la candidatura del Presidente Ortega. Ni más ni menos era declarar inconstitucional a la misma Constitución, lo cual no fue ningún impedimento para cometer semejante atrocidad legal. Sirvió también para comprobar la tremenda pasividad de la población y de la clase política, la cual con pocas excepciones se pronunció en contra del adefesio jurídico cometido. La sentencia 504, dictada por una Sala Constitucional conformada ilegalmente, declaraba que el candidato Daniel Ortega podía correr en la contienda electoral que se avecinaba.


Se necesitaba entonces que todos los funcionarios con periodos vencidos pudieran continuar en sus cargos, a fin de salvaguardar en primer lugar a los miembros del Consejo Supremo Electoral, futuros garantes de la “victoria” del 6 de Noviembre. Sin un Consejo dócil y capaz de ejecutar el atraco del Día “D”, de nada servía todo lo actuado, por lo que se procedió a emitir el Decreto Presidencial 03-2010, con el que se prorrogaban los plazos de todos los funcionarios de las instituciones del estado. Para justificar esto, se revivió el Artículo 201 de la Constitución de 1987 y se ejecutó mediante el Gacetazo que legalizaba lo actuado, dejando en sus cargos a todos los funcionarios de facto.

El otro eslabón necesario para el plan lo constituía la Asamblea Nacional. Con 38 diputados era muy poco lo que podría hacerse de cara al objetivo que se perseguía, sin embargo Ortega contaba con dos elementos a su favor: plata a manos llenas y la fragilidad de conciencia de muchos diputados de “oposición”. Pacientemente y a punta de billetazos logró alcanzar una mayoría simple para poder subordinar al Parlamento a sus intereses. Lo único que no pudo fue llegar al número mágico de 56 diputados, que le permitiera la reforma constitucional que legalizara su reelección, por lo que tuvo que optar a andar toda la ruta del fraude explicada. En este proceso de compra - venta, logró incluir en las “negociaciones” la adquisición del tendido electoral de ALN y APRE, casi a precio de saldo.

Con todas las instituciones bajo su control y la complicidad de los partidos de alquiler que le garantizaban el conteo casi impune de los votos, lo que restaba era poner a funcionar al Consejo Supremo Electoral, a fin de evitar la posibilidad de que se repitiera lo del 2008, cuando el fraude cometido en las elecciones municipales fue ampliamente documentado por observadores nacionales, internacionales, los partidos políticos participantes y por todos los que de una forma u otra se vieron inmersos en el proceso. Muy diligentemente el CSE, de la mano de su Presidente Roberto Rivas Reyes, cortó las piernas a la observación electoral independiente, nacional e internacional; partidarizó al máximo las estructuras electorales hasta el nivel de Junta Receptora de Votos; manipuló perversamente la cedulación a los ciudadanos, afectando a todos los sospechosos de no ser orteguistas; hizo un manejo discrecional de la cartografía electoral, moviendo grupos de votantes de una circunscripción a otra; declaró al Padrón Electoral como propiedad intelectual del Consejo, para evitar que en su depuración incidieran los partidos de oposición y finalmente, la imposición de la famosa boleta única que iba a permitir un manejo mucho mas rápido y sencillo a la hora de su manipulación fraudulenta. Era mas fácil, a la hora del robo, manejar una que cuatro boletas, una que cuatro valijas.  

Con todos estos antecedentes, lo acontecido el día del sufragio fue únicamente la puesta en práctica de la coreografía, ampliamente practicada en los famosos simulacros de votaciones del partido de gobierno, ya que la decisión tomada era ejecutar el atraco en las JRV y no en los Concejos Electorales Municipales, Departamentales y Centros de Cómputos, tal a como sucedió en el 2008 y que dejó en manos de la oposición las pruebas que demostraban ampliamente el fraude de aquellos comicios.

La historia del famoso Día “D” es ampliamente conocida, sobre todo por los fiscales orteguistas que son los mas conscientes del robo: Apertura de juntas en horas de la madrugada, centralización en Managua de la acreditación de fiscales, intentos de compra de fiscales y limitación al trabajo de estos, doble y hasta triple voto, urnas preñadas, sobre todo en aquellas JRV en donde el orteguismo había obtenido resultados adversos en el 2006, entrega de copias de actas inservibles como pruebas por su falta de legibilidad y un rosario de etcéteras que no hacen mas que corroborar que la decisión del robo a la voluntad popular estaba tomada desde años atrás e inspirada en las palabras “proféticas” de Tomas Borge: Todo puede pasar, menos que el frente sandinista pierda el poder…

miércoles, 16 de noviembre de 2011

DANIEL ORTEGA: EL “HURACAN DE LA PAZ”



A una semana del artero ataque de las turbas orteguistas a ciudadanos
caraceños de la Alianza PLI reunidos en el Club Social de Jinotepe 


Durante la época somocista, más concretamente durante los periodos de Luis y  Anastasio Somoza Debayle, segundo y tercero de la dinastía, existieron dos personajes que se revistieron de notables características, al extremo que sobresalían sobre el resto de funcionarios y corifeos de la dictadura por sus extravagancias y aficiones. Estas parecían más bien “dones” dados por la madre naturaleza, ya que de acuerdo a los testigos de la época y los que sobreviven a la misma, era algo que les salía con mucha fluidez y extrema naturalidad.

Uno de ellos era Guillermo “El Chato” Lang, célebre por su tendencia a meter cuanto chisme pudiera, para mantener en zozobra hasta a los mismos partidarios del régimen. Acuñó la frase de que “un cuento metido a tiempo era más poderoso que un cañonazo”. Cuando llegó a ser alcalde de Managua, bajo su dirección se organizaron las famosas y temidas turbas nicolasianas, en honor a su fundadora y dirigente principal, la Nicolasa Sevilla, de ingrata recordación para los managuas. Paradojas de la vida, el régimen actual ha revivido, a su manera, esta modalidad de grupos de ataque e intimidación a la ciudadanía con las fuerzas de choque orteguistas, donde mezcla elementos de la llamada “juventud sandinista”, pandilleros de los barrios mas pobres, fuerzas paramilitares armadas y motorizadas, así como a trabajadores del estado y de las alcaldías, que van en calidad de acompañantes con el objetivo de convertirlos en cómplices de los ataques.  

El otro personaje era Francisco Argeñal Papi, ex senador y cacique somocista del departamento de León. Un personaje locuaz, extravagante, pero no menos peligroso, por cuanto su relación con el dictador la cuidaba con tanto esmero, que no le importaba cometer cualquier barbaridad, sea con opositores o con la población misma, con tal de quedar bien con Somoza. Su afición particular era el discurso encendido para alabar al Jefe, al fundador de la dinastía o a la matrona de la familia. Dicen que en una ocasión se emocionó tanto en su discurso ante Salvadora de Somoza, que le agradeció el no haber parido hombres de carne y hueso, sino “ángeles celestiales” que protegían a Nicaragua del comunismo internacional. Habrase visto tanta zalamería!  


Fue Argeñal Papi en su infinita y tremenda verborrea, el que bautizó al General Anastasio Somoza Debayle, en ese entonces Titular del Ejecutivo, como “El Huracán de la Paz”. Un huracán que arrasaba todo cuanto se interponía a su paso para imponer la paz, aunque fuera esta la paz de los cementerios. Anastasio Somoza García, luego del asesinato de Sandino, ordenado por el mismo dictador, también fue considerado como El Pacificador de Las Segovias. La historia reconoce como hecho cierto y comprobado los numerosos crímenes perpetrados en contra de los combatientes sandinistas que se agruparon en cooperativas, sobre todo en las regiones de Wiwilí y Nueva Segovia, luego del crimen del Héroe. Era esta la forma preferida del padre de la dinastía para pacificar al país: asesinatos, cárcel, tortura, chantaje, represión, plata, palo y plomo. El otro, el hijo, un huracán que destruía todo a su paso, que arrasaba todo en su fatídico camino dictatorial, para luego dejar la “tranquilidad” de la destrucción, el “apaciguamiento” que queda después del aplastamiento.

Con las jornadas vividas luego del colosal fraude electoral del pasado 6 de Noviembre, que ha impuesto en contra de la voluntad popular a un espurio ganador, por demás candidato ilegal e inconstitucional, se reviven nuevamente los fantasmas del pasado, de un pasado que todos creíamos ya enterrado y objeto únicamente de las referencias, trágicas unas, cómicas otras, que hace sobre todo la población mas vieja y que vivió en carne propia la época somocista. Para desgracia de todos los nicaragüenses, contemplamos como desde el 2007 se viene tejiendo una madeja de acciones truculentas que ha desembocado en lo previsto por el régimen este recién pasado domingo 6: la reelección presidencial. Ha sido una carrera contra la legalidad, la institucionalidad, la constitucionalidad y aun contra la paz, para instaurar el continuismo de un personaje que se constituye en un ancla para el país. Un ancla que durante 32 años no deja avanzar a Nicaragua en sendas de progreso, democracia y estabilidad social.

Luego de la declaración de electos realizada de manera antojadiza por el Modesto Salmerón de Ortega, el “milagrero” Roberto Rivas, el régimen ha ordenado aplacar todo intento de protesta de parte de la oposición. A sangre y fuego han pretendido acallar las voces que se alzan desde varios puntos del país denunciando el fraudulento resultado proclamado por Rivas Reyes. Turbas armadas de morteros, garrotes, tubos, bates de madera y aluminio, para estar en regla con las normas del beisbol, machetes y pistolas, es lo que nos receta el nuevo pacificador, El Huracán de la Paz. Daniel Ortega, totalmente claro de su atraco a la voluntad popular, no le queda mas que seguir el camino de tantos otros, que igual que el, han pretendido gobernar sobre las tumbas de sus adversarios, a base del sojuzgamiento de la ciudadanía que reclama su derecho a la protesta, a denunciar lo que considera una violación a su derecho constitucional de elegir libremente a sus autoridades.

Lo que Ortega no toma en cuenta, es que la historia nos enseña con demasiada elocuencia que aquellos que no aprenden de sus enseñanzas, están destinados a cometer los mismos errores y pagar las mismas consecuencias de quienes, obcecados por el poder, las riquezas fáciles y mal habidas, han pagado. 

No se podrá construir un país “pacificado” a punta de piedras, garrotes y morteros. No se podrá alcanzar nunca la estabilidad para gobernar, teniendo como argumento principal la paz de los cementerios. No se podrá tener estabilidad social cuando se sojuzga a la mayoría de la población, cuando se le impide su derecho a expresarse en libertad, cuando se le niega su derecho constitucional a reunirse, a movilizarse, a protestar cívica y pacíficamente. 

Podrá Ortega contener por un tiempo las protestas a base de intimidación, turbas y violencia, pero mas temprano que tarde la población, al igual que lo hizo con Somoza, dará cuenta de sus verdugos. Nadie es eterno en el poder, no lo fueron los Somoza, no lo fue Trujillo, ni tantos dictadores latinoamericanos que se creyeron nacidos para gobernar por siempre; tampoco lo será Daniel Ortega. Tiempo al tiempo.