sábado, 26 de marzo de 2011

LAS HIPOCRECIAS DEL ORTEGUISMO

En nuestro Editorial anterior, mencionábamos que la historia moderna de nuestro país recoge dos ciclos de violencia que han sido desatados por la terquedad de los gobernantes de pretender la continuidad de sus mandatos o la hegemonía sobre el resto de la sociedad, ya sea mediante el uso de la fuerza, a como lo fue en el somocismo o respaldado por el argumento de que la Revolución era fuente de derecho, como lo fue durante la Revolución Sandinista. Fueron en total 55 años de levantamientos armados, guerras declaradas, luto, dolor y muerte, que causó no menos de 150 mil muertos, miles de heridos, viudas,  huérfanos y millones y millones de dólares en pérdidas materiales. Decíamos además que posterior al conflicto bélico, se mantuvo una relativa estabilidad social, la que duró 16 años y en el contexto en que mencionábamos esto, lo referíamos a que esa relativa estabilidad se debió a que las contradicciones durante este periodo no se resolvieron mediante la confrontación armada, como fue en el caso de los periodos somocista y sandinista.
Sin embargo, un fiel lector nuestro, identificado con el orteguismo, mas por inercia que por convicción, nos señalaba que “por cuestión de urbanidad no olvidáramos el plan de reconversión ocupacional que impuso el gobierno neoliberal de Violeta Barrios, la liquidación del aparato industrial que con mucho sacrificio las obreras nicaragüenses habían logrado mantener trabajando a pesar del embargo de los Estados Unidos, el caso de las vaquillas, narco jet, canal 6, guaca 1, Guaca 2, Chinampa, Helipuerto, etc.” Y nos señalaba además de que “la culpa no es de los ausentes, sino de los que no tienen memoria”.  
Nuestro querido amigo tiene razón en casi todo, solamente que se olvida de algo sumamente importante y es que para que todo esto pasara, los gobiernos de la post revolución siempre requirieron de un cómplice, ayudante o como se dice en el argot policíaco, de un “cooperador necesario” y este no fue otro que Daniel Ortega, como jefe de la oposición a doña Violeta Barrios de Chamorro, al Dr. Arnoldo Alemán y al Ing. Enrique Bolaños.
Durante el primero de los tres gobiernos citados, con el fin de mantener privilegios y propiedades usurpadas en los meses en que se ejecutó la famosa piñata, se desataron una serie de asonadas que mantuvieron prácticamente de rodillas al nuevo gobierno. Fue durante este período en el que, a través del Protocolo de Transición, se legalizó lo actuado en los escasos tres meses que transcurrieron entre la derrota electoral y el traspaso del poder a la Sra. Chamorro. Fue en este mismo período en que el famoso 25 % de las empresas y fábricas del sector estatal (FANATEX entre ellas y que seguramente nuestro apreciable lector hacía referencia), que habían sido otorgadas en un principio a los trabajadores, fueron canibaleadas o usurpadas por los “líderes revolucionarios” y algunos “dirigentes de la clase obrera”. Era el intercambio entre las empresas de la CORNAP y las del Área Propiedad de los Trabajadores, la famosa “Concertación” en la que repartían, igual que entre mafiosos, el botín del estado o más bien el Estado Botín. El somocismo resucitado o que se resistía a morir.
La reducción del aparato estatal, que llegó a tener más de 100 mil empleados en la década de los 80´s, sin incluir los más de 100 mil miembros del ejército, entre permanentes, milicianos y reservistas, fue aplicado por los nuevos gobernantes mediante el famoso Plan de Reconversión Ocupacional, una variante menos ingrata y dolorosa que el plan implementado en las postrimerías de la Revolución, mismo que fue conocido como la “Compactación”, donde la principal alternativa ofrecida a los “compactados” era ir a colonizar las tierras que habían quedado abandonadas por causa de la guerra.
Pero a todo esto, durante la ejecución del Plan de Reconversión mencionado, Daniel Ortega y su partido en la oposición siempre miró olímpicamente hacia otro lado. Mantener las propiedades, fábricas, ingenios azucareros, camaroneras, fincas, empresas y un largo etcétera, era mucho más importante y prioritario. Los miles de trabajadores corridos fueron abandonados a su suerte por quienes se decían sus abanderados. Fue el período del Gobierno de Abajo.
Durante el gobierno siguiente, el de las “Obras no Palabras”, le tocó al líder de la oposición gobernar desde en medio. La inmensa corrupción de esta administración no pudo pasar desapercibida por Ortega y Cía. quienes se aprovecharon de ella, al extremo de que ya casi al finalizar su período, el Dr. Alemán, conocido ahora como “El Arrepentido”, firmó con su contraparte opositora el famoso Pacto que tiene al país sumido en la crisis moral, política, social y económica en que se encuentra. Gracias a él, fue sobreseído de casi todos los cargos que se le acusaban y hasta el día de hoy continua siendo el socio número uno del Presidente Ortega para controlar la Asamblea Nacional, el Consejo Supremo Electoral, la Contraloría General de la Republica, la Corte Suprema de Justicia, la Fiscalía General de la Republica y la Procuraduría de los Derechos Humanos. Una vez más, el “pragmatismo y los negocios” se impusieron a los valores y principios revolucionarios que se dicen sustentar.
Y finalmente, durante el gobierno del Ing. Enrique Bolaños, la historia fue casi una comedia.  Primero una alianza del opositor Ortega con Bolaños para llevar a la cárcel al Dr. Alemán; luego la ruptura de esa alianza sacando a Alemán de la cárcel; después la recomposición de los daños causados al “reo valetudinario” y nuevamente alianza con éste para someter por la fuerza al gobierno de Bolaños. En este relajo, al final los dos quedaron a merced de Ortega, quien ya para entonces disponía del control de la Corte Suprema de Justicia.
Y en estos famosos 16 años de gobiernos neo- liberales-democráticos, ni el opositor FSLN ni su líder Daniel Ortega dijeron nada de las privatizaciones de las telecomunicaciones, de la generación y distribución de la energía eléctrica, de la aprobación del Tratado de Libre Comercio con el “odiado” Imperialismo Norteamericano, mucho menos de la quiebra del INTERBANK. Todo transcurrió como en un baile de máscaras, donde la mentira es de verdad y la verdad es de mentira.
Por todo esto y muchísimo más, a la par que le agradecemos a nuestro fiel lector recordarnos “parte” de la historia,  le aconsejamos a su vez leerla completa, para que en estos tiempos de Cuaresma no vaya a creer en santos que orinan.