Decíamos en nuestro Editorial anterior que la sociedad crea y desarrolla sus propios mecanismos de transformación a partir de la necesidad de cambios que en los diferentes periodos históricos la misma sociedad demanda. Dichos mecanismos obviamente obedecen a la incapacidad de quienes han estado al frente de los gobiernos para satisfacer las demandas de la población, pero también para sobrevivir a la asfixia a la que es sometida, sobre todo cuando en lugar de cumplir los compromisos contraídos de dar Democracia, Justicia y Paz al pueblo, se deciden por construir gobiernos autoritarios, autocráticos y dictatoriales.
Pasó con Zelaya, pasó en el somocismo, pasó en el periodo revolucionario y pasa ahora en el periodo de la proclamada II Etapa de la Revolución. No se exagera cuando se compara al orteguismo con el somocismo y el primero sale mal parado ante el segundo, sin que a este se le resten los meritos hechos para haberse ganado con creces el repudio, no solo de la mayoría de los nicaragüenses que padecieron la dictadura de los Somoza, sino del resto de la comunidad internacional y que conllevó a su aislamiento casi total en las postrimerías de este periodo.
El somocismo llego al poder mediante el asesinato de Sandino y de la mano de la intervención norteamericana, se constituyó en el único interlocutor válido ante los invasores y en el garante de sus intereses geopolíticos. Ortega llega al poder en el 2007 a través de un proceso electoral cuyos resultados finales aun se desconocen, ya que cuatro años y medio después, el CSE no ha rendido el informe final, quedando pendiente el escrutinio del 8 % de los votos de la elección del 2006. Pero además Ortega accede al poder gracias al pacto del 2000 entre él y Arnoldo Alemán, en la versión aumentada y corregida del Kupia Kumi, el pacto entre Agüero y Somoza.
Los Somoza garantizaron una acumulación de capital basada en el uso y abuso del poder, el tráfico de influencias, el robo del erario público y el uso de las instituciones para su servicio particular, algo bastante similar a lo que se vive hoy en día. Somoza tenía sus negocios diversificados y se movía en varias industrias a la vez, Agrícola, Ganadera, Líneas Aéreas, Navieras, Banca, Construccion entre las más importantes. Ortega ha decidido consolidar su capital teniendo como pivote la industria energética y tal como lo mandan los cánones de la vieja escuela del PRI mexicano, a través de los monopolios. Monopolio en la importación del petróleo, monopolio en el almacenamiento del crudo, cuasi monopolio en su distribución y poco a poco, lento pero seguro, el monopolio u oligopolio bajo su liderazgo en el peor de los casos, en la generación y distribución eléctrica. Somoza acumuló no más de 1,200 millones de dólares en 45 años que duró la dictadura. A Ortega se le achaca la acumulación de no menos de 2,500 millones de dólares en 4 años y medio de gobierno, de acuerdo a fuentes de la oposición en el Congreso Venezolano.
Somoza hizo un uso desmedido de la represión política para poder mantenerse por tanto tiempo en el poder. Las famosas 3P, Plata para los amigos, Palo para los indiferentes y Plomo para los enemigos, era la máxima de la represión de aquellos días. 50 mil muertos dejó este periodo a los nicaragüenses. Ortega ha sido un poco más sutil en este aspecto. Ha hecho uso de la Plata para mantener mediatizado a un sector del Gran Capital nacional, no quiere repetir los errores de su antecesor (Somoza). El “Comed y Comamos” que ha pactado con estos le garantiza su apoyo timorato y cobarde, que recuerda a cada momento la imagen del lobo cuidando al rebaño de temblorosas ovejas, quienes estan mas pendientes del cuidador que del verde pasto.
Ortega también ha usado el Palo para los opositores, haciendo uso de la versión Cristiana, Solidaria y Socialista de las revividas turbas nicolasianas. Los Porrones y los Porritas, los camisetas azules, los paramilitares motorizados y armados, los empleados públicos obligados a rotondear y garrotear, son parte de las nuevas Nicolasas Sevillas del orteguismo. El Plomo ha sido más selectivo y para los escépticos que aun no creen que se ha usado, que traten de explicarse las muertes en circunstancias oscuras de Herty Lewites y Alexis Arguello, el crimen de Carlos Guadamuz, que fue transmitido casi en tiempo real por la televisión nacional y su asesino goza de plena libertad, por increíble que parezca, gracias a un diagnóstico médico de “estrés carcelario”.
Somoza mantuvo cierta apertura a la libertad de expresión. El Dr. Pedro Joaquín Chamorro era su principal excusa de que respetaba la libertad de prensa, sin embargo, el Código Negro era la Espada de Damocles que se balanceaba sobre la cabeza de los periodistas. Ortega mantiene un hermetismo absoluto en el acceso a la información acerca del manejo de la cosa pública y la gestión gubernamental. No necesita de un Código Negro ni del Coronel Alberto Luna para mantener a raya al peridismo independiente. Sencillamente la información del gobierno solamente es transmitida por los voceros oficiales y oficiosos del orteguismo y para no quedarse atrás de su Alter Ego somocista, ha comprado televisoras y radios por todo el país, con la ilusa pretensión de que los nicaragüenses solo escuchen un único discurso. Hegemonía y Homogenización es la consigna.
Los aparatos políticos y represivos sobre los que descansó el somocismo fueron el PLN y la GN. El Partido Liberal Nacionalista, que devino después en el Partido Liberal Somocista, fue la fuerza política que le dio el sustento ideológico a la dictadura dinástica. Un partido convertido en propiedad familiar y personal, dispuesto a satisfacer los caprichos del “HOMBRE”, sin que casi nadie reclamara desde dentro tanto abuso. La GN convertida en la guardia personal del dictador. El escalafón militar sometido al servilismo de quienes querían ascender. Sometimiento absoluto de la oficialidad al “General de División”, con brillantes excepciones que escribieron páginas gloriosas en la historia patria. Ortega tiene su propio partido, no el FSLN, aquel FSLN desapareció licuándose con el orteguismo, que al igual que su par, el somocismo, responde a la familia, al “COMANDANTE” y para variar, también a la “COMPAÑERA ROSARIO”, su sombra inefable e inseparable.
Todavía no cuentan con su GN ya que el Ejercito Nacional aun resiste la tentación de volver a cero, como cuando era un Ejército partidario. Se mantiene, con mucho esfuerzo, la institucionalidad que se alcanzó con no pocos sacrificios durante 16 años. La Policía Nacional ha sido la más afectada, por cuanto es la que se ve las caras día a día con la población de manera directa. Muchos de sus cuadros han sucumbido al partidarismo, poniendo en riesgo el prestigio de toda la institución, sin embargo hay muchos oficiales que dentro de las filas policiales abogan por responder a las leyes y no a la ilegalidad con que se pretende gobernar.
Finalmente el aparato jurídico y legal que custodiaba al régimen somocista trataba en alguna medida de guardar las apariencias. Los jueces gozaban de relativa independencia, siempre y cuando no pusieran en riesgo el sistema. Ortega ha colapsado la institucionalidad, el estado de derecho, el orden legal. Ha transgredido y violado cuanta norma jurídica y constitucional ha querido y la prueba más fehaciente de ello es su ilegal candidatura. Si la Constitución, la Carta Magna de los nicaragüenses, es letra muerta para Ortega, que más se puede esperar en el plano jurídico y legal en este desventurado país.
Por todas estas cosas, que invariablemente se repiten del periodo somocista, es que la sociedad demanda un cambio. Un cambio que permita restablecer la institucionalidad, el estado de derecho que es el respeto a las leyes, la dignificación del servicio y de los servidores públicos, la honradez administrativa y sobre todo, el respeto al derecho de todos de vivir con Democracia, con Justicia y en Paz. El 6 de Noviembre es la oportunidad de los nicaragüenses para hacer el cambio. No la desperdiciemos.