viernes, 30 de marzo de 2012

LA COYUNTURA POLITICA DE SEMANA SANTA


Es de suponer que estos próximos días, en que se recuerda la Pasión y Muerte de Jesús, sea un período de reflexión para todos los ciudadanos, ya que la tradición heredada de nuestros ancestros así lo demanda. Son días en que unos aprovechan para el escape veraniego, otros para mantener el fervor religioso, y otros más, sencillamente para poner la casa en orden y descansar un poco. Sin embargo, se ha vuelto una tradición, que durante el periodo de las vacaciones de Semana Santa, los políticos aten todas sus negociaciones y aprovechan la siguiente semana, la de Pascua, en que la población está exhausta por el cansancio y los gastos que hay que sumar a los de meses anteriores, para dar a conocer lo que ellos han decidido y amarrado. Una versión a la nica de los arreglos entre pretores y gobernadores romanos, allá en las alturas, que a la gleba, allá abajo, no le queda mas remedio que aplaudir o refunfuñar. Demasiados problemas en la economía familiar dejarán las vacaciones, como para ponerle atención a lo que hacen y deshacen los políticos. La tradición vuelta perversión por parte de quienes, sin el menor escrúpulo, han estado dispuestos, ya sea a crucificar a Jesús o bien a Barrabas, en dependencia del cálculo político que haya que hacer al momento de tomar la decisión.

En el ambiente previo a la Semana Mayor, se percibe que los puntos y comas de la famosa negociación entre un sector de la oposición “pragmática”, llevada de la mano por el Gran Capital y la cúpula orteguista, serán definidos en su totalidad posiblemente en una de las playas del Pacifico, para darle el tradicional marco “mareño” a un nuevo amarre político, que como todos los anteriores, será “por el bien de Nicaragua”. Muchos políticos criollos tienden a confundir los intereses particulares y de sus grupos partidarios, con los intereses del resto de los nicaragüenses. Y los grandes empresarios siempre tienen la mala costumbre de creer que lo que es bueno para ellos es lo mejor para el pueblo. Queremos a Nicaragua, repiten hasta el cansancio y la quieren tanto que no pretenden dejar nada para los demás.

Pragmáticos y Grandes Empresarios van, como en una carrera contra el tiempo, desesperados por alcanzar acuerdos con Ortega. El panorama internacional no pinta nada bien y el golpe de timón que quieren dar en estos días, suponen debe traer la estabilidad y legitimidad que tanto desean quienes están más preocupados por los negocios que por la institucionalidad y el estado de derecho en nuestro país. Pretenden sepultar los reclamos del fraude electoral de las elecciones del 6 de Noviembre. Consideran que así como el pueblo ya olvidó el fraude de las elecciones municipales del 2008 y de las regionales del 2010, también debe olvidar el del 2011. Desean que hagamos borrón y cuenta nueva, pues esto no es bueno para la estabilidad macroeconómica. No importa si la inestabilidad microeconómica de la mayoría de las familias nicaragüenses nos está llevando a una crisis social próxima a estallar.

La probable suspensión del Waiver por parte del Departamento de Estado Norteamericano y la ya casi oficial irreversibilidad del estado de salud de Hugo Chávez, está poniendo nerviosos al Gran Capital por un lado y al gobierno por el otro. En el primer caso, es de esperarse que los Estados Unidos se sumarían a una eventual posición de mayor dureza de los países de la Unión Europea, lo que tendría un impacto severo en las relaciones con los organismos multilaterales (FMI, BM, BID) y las posibilidades de acceder a los préstamos concesionales de los que ha disfrutado Nicaragua durante todos estos años. En el segundo caso, sumado a lo anterior, la casi segura desaparición del escenario político del Presidente Venezolano en el futuro inmediato, estaría obligando al régimen orteguista a replantearse su estadía en el poder, toda vez que la continuidad al frente del mismo, con las acusaciones de fraude y el gran peso de ilegitimidad internacional que acarrea, no asegurarían mantener a buen recaudo las multimillonarias ganancias acumuladas gracias al convenio petrolero con Venezuela.

El casi seguro pacto que se amarre en Semana Santa y que a decir verdad, se cuece desde tiempo atrás, podría traernos como novedad la posibilidad de que por la vía legal y antes de terminar los cinco años de gobierno, el orteguismo pueda pasar a la oposición, ya que un escenario sin Hugo Chávez, sin convenio petrolero privado, sin la cooperación europea y norteamericana, sumado al cierre de las puertas del financiamiento internacional, no garantizan conservar el capital acumulado. Obviamente, se asegurarían de tener todos los mecanismos de control en las instituciones del estado, sobre todo de la Corte Suprema de Justicia, retocadas por supuesto en las negociaciones, y en la mayor parte de las alcaldías del país. Esto sería, ni más ni menos, un orteguismo sin Ortega y hecho a tiempo.  Otra novedad que podrían traernos las negociaciones, sería una eventual posposición de las elecciones municipales previstas  para el próximo mes de Noviembre, algo que beneficiaría a las dos agrupaciones pactantes, FSLN y MVCE, ya que los reclamos de democracia interna de la base orteguista en la mayoría de los municipios aun no ha sido resuelta, antes bien, estos se han profundizado. El MVCE tendría tiempo para tratar de recomponer su situación política en los municipios, la que quedaría totalmente deslegitimada, en una reedición, como copia al carbón, del agüerismo después del Kupia Kumi. No nos asustemos si en otra de las novedades del pacto se plantea el cambio del sistema político, para pasar del actual presidencialismo al parlamentarismo que tiempo atrás propusieron. 

Como puede apreciarse, el pueblo nicaragüense no tendría ni arte ni parte en este amarre. No serían pláticas para buscarle solución al alucinante incremento del costo de la canasta básica, a las semanales alzas de precios de los combustibles, al alza de la tarifa eléctrica, al alza del transporte, a la falta de abastecimiento de agua en un sinnúmero de barrios y comunidades del país, a las pensiones reducidas que reclaman jubilados y militares retirados, a la falta de empleo, a la inseguridad ciudadana, a la migración por razones económicas, a la corrupción gubernamental, a la falta de institucionalidad, a la falta de democracia, a la falta de credibilidad en el sistema electoral, al robo de las elecciones, etc. etc. etc. Un nuevo pacto daría un respiro al régimen inconstitucional y míseras prebendas a la contraparte. No refundarían al país, pero es casi seguro que nos seguirían refundiendo a todos.

Conformar una Mesa Nacional de Concertación o un verdadero Dialogo Nacional es lo único que podría dar estabilidad al país, en tanto todas las fuerzas estarían representadas y poniendo sobre la mesa una verdadera Agenda Nacional que nos incluya a todos.