Terminó el proceso electoral formal en la Venezuela post chavista y lo
previsto empieza a madurar, unas elecciones que han dejado más dudas que
respuestas, un candidato declarado ganador con el estigma de perder más de un millón
de votos que le había heredado su mentor y un candidato perdedor con una imagen
de verdadero estadista y de legitimo vencedor. Hace un mes, nadie en su sano
juicio, iba a predecir semejante descalabro del chavismo, cuando hasta las
encuestas menos inclinadas al oficialismo, daban un margen de ventaja de más de
14 puntos al candidato Maduro, que al final salió mucho mas celeque de lo que
se pensaba. Un resultado que viene a confirmar lo que tantas veces se dijo y
muchos no lo creyeron: no hay chavismo sin Chávez. La copia quedó muy distante
del original, tanto así, que si a como parece, los números no se han arreglado
en el impase de la totalización del sufragio, a estas alturas el pajarito
estaría afónico de tanto chillar de desesperación.
Entra Venezuela a un terreno ampliamente conocido por los nicaragüenses: el
de la incertidumbre sobre si los resultados anunciados son reales o
fraudulentos, la pérdida descarada de neutralidad por los árbitros, la
desconfianza en el sistema electoral, las amenazas para no desprenderse de lo
arrebatado, la sospecha de ilegitimidad por parte de un sector de la comunidad internacional
hacia el proclamado vencedor, pero también el chavismo inicia el camino de la debacle
moral, las luchas intestinas, las acusaciones, las purgas y las inevitables
deserciones.
Los acontecimientos que se han desencadenado en la patria de Bolívar luego
de conocidos los resultados de la votación, la aceptación por parte de Maduro
del reconteo que por ley está previsto, de la negativa posterior a hacerlo con
el apoyo militante de los encargados de ejecutarlo, el Concejo Nacional
Electoral, CNE y ahora con la decisión anunciada
de hacerlo, poniendo marcha atrás a sus posiciones iniciales, tienen en vilo al
país y a la comunidad internacional, en la que se incluyen varios aliados
sudamericanos, quienes también habrían presionado por un conteo de los votos que
legitime el triunfo chavista. Ya no bastan por sí solas las amenazas del baño
de sangre que prometen los Cabello, los Ramírez, los Molero y demás figuras
representativas del oficialismo. Con toda razón los vecinos de Venezuela están altamente
preocupados, pues conocen los peligros de una desestabilización a lo interno
del país y las consecuencias que para ellos mismos tendría. La situación económica
internacional no da para una locura de ese tipo, lo que no quita que algunos ya
estén pensando tomar el lugar de Chávez en el liderazgo regional, pues están
mas que convencidos de las enormes limitaciones del proclamado ganador.
Las figuras más representativas del chavismo amenazan a diestra y siniestra
a la oposición, aludiendo a que si antes no se había hecho es porque el
mismísimo Chávez los contenía y, según estos, desaparecido el caudillo, pueden
ejecutar “esas ideas locas” de las que tanto se ufanan. Ciertamente, heridos a
como están, ya que conocen de primera mano los números reales de los comicios
del pasado 14, son más peligrosos que nunca. El mayor peligro que se cierne
sobre la oposición venezolana y sobre el país mismo, son las Milicias Nacionales
Bolivarianas. Hugo Chávez, durante sus años de gobierno y siguiendo el guion cubano,
muy conocido en Nicaragua, armó a miles de sus partidarios y conformó esta
fuerza paralela al margen del Ejercito, por si acaso. Se habla actualmente de
150 mil milicianos armados de fusiles AK proporcionados por Rusia. Era su
principal disuasivo para contener posibles traiciones dentro de las Fuerzas
Armadas y ni siquiera responden a estas, obedecen al partido. La mayoría está
aglutinada en el Frente Francisco de Miranda, cuyo dirigente máximo es el
Canciller Elías Jaua, considerado el Talibán del Chavismo.
Esto ha permitido que Venezuela, por la cantidad de gente armada existente
y la impunidad que gozan como grupos paramilitares al servicio del gobierno,
sea uno de los países más violentos del mundo, con una de las tasas de
criminalidad más alta a nivel global. De acuerdo a las estadísticas, durante
los 14 años de mandato de Chávez, se produjeron más de 150,000 crímenes
violentos. No hay que devanarse mucho los sesos para saber quiénes llevarían la
peor parte en caso de que se desate una lucha entre chavistas y opositores y
solo un loco podría mandar al matadero a sus seguidores, lo que habla mucho de
la prudencia de Capriles para evitar tener que darle las excusas al gobierno
para ocasionar la guerra civil que estarían intentado provocar.
Los resultados electorales no hacen más que confirmar lo que muchos
sospechaban, el liderazgo minusválido que quedaba a la muerte de Chávez, dado
que éste jamás confió en nadie y los
mantuvo a todos disputándose la gracia del líder. Ni Maduro, ni Cabello, ni
Rafael Ramírez el Presidente de PDVSA, ni su yerno Jorge Arreaza, ahora
Vicepresidente, ni el mismo Diego Molero, nombrado Ministro de Defensa a la
carrera, tienen la capacidad de conducir a Venezuela hacia algo más que al despeñadero
social, político y económico, al borde del cual la dejó el difunto.
En estos momentos de calentura de parte del oficialismo, solo la violencia puede
ocultar sus miserias, ya que la debacle presenciada el domingo pasado no es
huérfana, tiene nombre y apellido y al menos el círculo de poder que ambiciona
desplazar a Maduro, ya lo señala como el principal culpable. Independientemente
del desenlace de la crisis política de Venezuela, moros y cristianos saben que
ya nada será igual que antes. Si la muerte del caudillo marcó un antes y un después
en el país, el 14 de Abril marcó el punto de ruptura del chavismo. Quedan
muchas cosas encima de la mesa para ser analizadas y la capitalización de estas
definirá la suerte de los venezolanos en el futuro cercano.
Habrá que dar seguimiento al millón de votos que migró y se abstuvo, ya que
seguirán muchos más cambiando de bando, esperando dar el golpe definitivo
dentro de tres años cuando salgan a una nueva votación, el Referendo
Revocatorio. Capriles es el candidato perdedor con una derrota con sabor a
victoria y Maduro, el candidato ganador, se ha hecho de una victoria con sabor
a derrota. Con 40 años, Henrique Capriles Radonsky se erige desde ahora como el
próximo presidente de Venezuela y si la torpeza de Maduro lo empuja a
encarcelarlo, es más que probable que de la cárcel salga directo al Palacio
Miraflores. El chavismo comprobó que los votos no se heredan, algo que ya se sabía,
pero que al gobierno le tocó comprobarlo de la peor forma. Nuevamente se reafirma
la lección de que la micro economía, la economía de las familias, de los
hogares, de la gente de a pie, es el principal motor que dirige la acción de la
gente. Y finalmente, la lección más grande que queda para todos: las
revoluciones de mentira tienen los días contados. Un movimiento político que se
asienta sobre la dádiva, sobre la corrupción, sobre la cooptación y perversión de
las instituciones, sobre el ventajismo y el enriquecimiento ilícito de las cúpulas,
sobre el caudillismo, sobre la represión, eso es cualquier cosa menos Revolución.
Asistimos entonces al ocaso del chavismo, un movimiento que nació de un
golpe de estado fallido, con un líder cuyo legado más oscuro es el odio de
clases que inculcó durante 14 años y que por ironías del destino, son los
pobres de Venezuela los que le han dado el golpe mortal, del que difícilmente podrá
recuperarse.