viernes, 3 de octubre de 2014

EL PUEBLO DESPIERTA DE LA PESADILLA CANALERA

Los últimos días de Septiembre y los que van del mes de Octubre, están dejando una serie de situaciones para muchos inesperadas, sobre todo para los que detentan el poder. De repente, han surgido una serie de protestas dentro de la población que será confiscada y desplazada de sus legítimas propiedades en las que por generaciones han habitado, donde tienen sus vivencias, sus recuerdos y hasta sus muertos, en un nuevo intento de desarraigo de comunidades enteras que estarían en peligro de ser obligadas a la migración forzosa, por el solo hecho de vivir en las tierras que han sido entregadas al filibustero Wang Jing por los nuevos vende patria.

Los ciudadanos de Buenos Aires, Potosí, El Tule y San Jorge son quienes hoy levantan en las calles de Rivas y San Miguelito las banderas de Dignidad y Soberanía Nacional, precisamente las mismas que enarboló el General Sandino cuando enfrentó la intervención Yanqui en Nicaragua. Para muchos era impensable que las protestas resurgieran en nuestro país, donde se acusa a la oposición de complicidad solapada con el orteguismo, blandenguería en sus posiciones, timorata en sus acciones e inefectiva en su articulación. Son los mismos que creen que la rebeldía de un pueblo se logra por decreto o por la sola voluntad de los líderes políticos y no como un proceso de maduración de una serie de condiciones que paulatinamente van calando en la conciencia de la gente y fortaleciendo la voluntad de lucha y defensa de sus intereses.

Poco a poco la gente va comprendiendo que su realidad es totalmente diferente a las bellezas que pinta el gobierno en la propaganda que constantemente lanza a través de la enorme cantidad de medios de comunicación que se ha agenciado en todos estos años. Lejos de la fanfarria de luces multicolores, arbolatas, bulliciosos parques y espectáculos artísticos, un considerable sector de la población del interior del país empieza a despertar, estimulada por la falta de empleo, los salarios de hambre, la carestía de la vida, el alto costo de los servicios básicos, la inseguridad ciudadana en el campo y la ciudad, la ineficiencia y el abuso de las instituciones del estado, una enorme corrupción que ha dividido a la población en ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda categoría, y para rematar, el peligro real de perder sus propiedades a manos del nuevo William Walker.  

Poco a poco se ha ido desvaneciendo el sueño orteguista de un pueblo mediatizado por la necesidad y el hambre; de un pueblo carente de empleo en donde los grandes empleadores son el estado y las alcaldías y la única forma de poder acceder a un trabajo es agachando la cabeza y sometiendo su conciencia y voluntad a los dictados de los comisarios políticos; un pueblo pobre y mantenido en la ignorancia, que veía en la pareja presidencial la solución casi mágica a todos sus males. Pobreza, hambre e ignorancia, los ingredientes necesarios para producir la sopa que ha engordado al caudillismo en nuestro país. Sin embargo, nuevos vientos empiezan a soplar, la inmensa corrupción que golpea inmisericorde el rostro de la pobreza en Nicaragua no se puede ocultar y la gente empieza a cuestionar. En un silencio cada vez menor, se mencionan nombres de quienes desde las alturas del poder amasan grandes fortunas. Se acabó la regaladera sobre la que construyeron un proyecto prebendario, asistencialista y populista. El fin de las dádivas con la que compraban la conciencia de la gente se percibe en la medida en que la cooperación venezolana ha ido desapareciendo.

El espejismo de los siete años anteriores lentamente se transforma en la cruda realidad. De poco valen los cantos de sirena de los cerca de dos millones de empleos prometidos con el proyecto canalero y que no llegarán pues se trata de un embuste, así como los miles de millones de dólares en inversiones que esperan aterricen de la mano del testaferro Wang Jing, tan lejanos de la gente que tiene que hacer verdaderos milagros para comer los tres tiempos. Complejos turísticos de clase mundial en los que la única forma de entrar para la gente de Tolesmayda, Santo Domingo Piche o San Jorge será trabajando de meseros, camareras o afanadoras. 

Un país partido en dos, la Nicaragua de los pobres, de los que serán expropiados, de los desarraigados y la Nicaragua de los inversionistas canaleros, de las argollas políticas y económicas, de los multimillonarios de dudosos capitales. Todo un contrasentido en la Nicaragua Cristiana, Socialista y Solidaria, donde se reniega y abandona a su suerte a los nacionales, para favorecer a un voraz extranjero venido de tierras lejanas.