sábado, 20 de febrero de 2010

SANDINO Y EL PROYECTO ORTEGUISTA

“El hombre que de su patria no exige un palmo de tierra para su sepultura, merece ser oído, y no sólo ser oído, sino también creído.” A. C. Sandino.
El día de mañana, domingo 21 de Febrero, se cumplen 76 años del alevoso asesinato del General Augusto Cesar Sandino a manos de sicarios de la Guardia Nacional, creadas por la intervención yanqui en Nicaragua, para salvaguardar los intereses norteamericanos en nuestro país, bajo la premisa de que nada mejor que controlar a los nativos, que con nativos mismos.

Luego de 6 años de heroica y desigual lucha en contra el ejército interventor y sus aliados nacionales, lucha que dio inicio un 12 de Mayo de 1927, Sandino, el General de Hombres Libres, El Héroe de las Segovias, el Jefe del Pequeño Ejercito Loco, el General del Ejercito Defensor de la Soberanía Nacional, logra el retiro de las tropas norteamericanas un 1 de enero del año 1933. Tardaría un año y un mes después de la derrota del invasor, para que el primero de los Somozas, Anastasio “Tacho” Somoza García, asesinara impunemente a Sandino junto a los Generales Francisco Estrada y Juan Pablo Umanzor. Horas antes había sido asesinado el hermano del Héroe, Sócrates Sandino. A la matanza sobrevivió el Coronel Santos López, a la postre hilo conductor y enlace vital, entre la generación de Sandino y la generación de Carlos Fonseca, fundador del FSLN.

Tuvieron que pasar 45 años, para que el pueblo alzado en armas, diera fin a la oprobiosa dictadura que inició Somoza García, continúo Luis Somoza Debayle y finalizó con Anastasio Somoza Debayle, títeres incluidos en los intermedios de los gobiernos de estos tres personajes.  45 años después del asesinato de Sandino, se levantaba una luz de esperanza sobre las ruinas de un país saqueado, sometido, humillado y postrado en su dignidad de nación. Era la victoria del 19 de Julio de 1979, que representaba para el país entero la posibilidad de reconstruir Nicaragua sobre bases de Dignidad y Soberanía Nacional, sobre  el legado de Patria y Libertad heredado por Sandino. Era la posibilidad de renacer como nación, de levantar un proyecto incluyente, amplio, un proyecto de todos y para todos, que enterrara de una vez y para siempre al somocismo, que tanto daño moral y social había hecho al país. Un proyecto que levantara de las cenizas a nuestro país y lo encaminara hacia la prosperidad, el desarrollo y la justicia social.

11 años después, contemplábamos como se perdía la oportunidad de renacer como nación, pues una nación no se refunda sobre la idea de un proyecto hegemónico y excluyente, o sobre el discurso que dice una cosa, cuando realmente se hace otra, o arrastrando de manera inconsciente o muy conscientemente, la mentalidad, los vicios, lacras y taras del sistema que se quería cambiar, el somocismo.


Se perdía entonces, después de 11 años de lucha y sacrificio para la inmensa mayoría del pueblo, la posibilidad de haber podido transformar la sociedad y la realidad de nuestro país, que se debatía,  a lo interno, sin un proyecto claro de nación, sin fundamentos ideológicos verdaderos, enfrentados a una guerra civil que desangraba a la juventud y al campesinado nicaragüense, sirviendo como escenario de la guerra fría y polígono de prueba de las dos superpotencias de aquella época, con una economía colapsada, en fin, con un proyecto fracasado. Se perdía el poder que tanto costó alcanzar y mantener. El pueblo había dicho basta a la guerra que exterminaba al campo y la ciudad. El pueblo había dicho basta a la miseria impuesta. El pueblo había dicho basta a la hipocresía, a los falsos ídolos, a la soberbia de quienes cambiaron los valores por la vida fácil. Una vez más, Sandino era sacrificado, ya no por ningún Somoza, sino por quienes se volvieron, con sus actitudes, en somocistas.

Abril del 90, nuevamente, abría una segunda oportunidad de renacer como nación, sobre las premisas, pregonadas con mucha eficiencia, de reconciliación, paz, unidad, progreso y desarrollo. Una vez más, se nos permitía soñar con sanar las heridas, para reconstruir un país desgarrado por la guerra y construir una nación en paz. 16 años después, la tarea quedo inconclusa, pues pudo más la mezquindad, el resentimiento, la frustración, el rencor y hasta el odio de los que habían perdido el poder en Julio del 79 y en Abril del 90, quienes fueron incapaces de anteponer sus intereses personales y de grupos, a los de la nación.

Sobre esta nefasta realidad social era imposible llevar adelante un proyecto de país. 16 años de gobiernos neoliberales sentaron las bases de una solida macroeconomía, pero de una frágil y endeble micro economía. La pobreza continuó su endemoniado ritmo de crecimiento, ensañándose en los sectores más vulnerables y desprotegidos. Una renovada casta de nuevos y viejos ricos, amparados en el uso y abuso del poder y que olvidaba a los pobres de siempre, era el caldo de cultivo para el discurso demagógico y populista, que llevaría al gobierno actual a hacerse con el poder en Noviembre del 2006. Discurso que pregonaba, nuevamente, la reconciliación y la unidad nacional. Un discurso que reclamaba el derecho de volver a gobernar, ahora en paz y con la lección del fracaso aprendida. Un discurso que abría una nueva esperanza para quienes todavía daban el beneficio de la duda.

Pero Sandino, 76 años después, se resiste a renacer y endosar su majestuosa figura a los impostores que lo obligan a presidir, desde la sombra de los gigantescos rótulos, en los que es casi un escolta del verdadero dueño de la feria, la fanfarria gubernamental. Una vez más, no existe un proyecto que una al país en torno a una visión de nación, que privilegie la educación de una masa empobrecida, cuya media nacional no pasa del cuarto grado. Un proyecto que una y que no divida a la nación, que entierre por siempre y para siempre al somocismo. Que modernice al país y no lo condene a patinar en el tradicionalismo político, que a su vez nos condena a patinar en los errores de siempre. Que reniegue del caudillismo atrasado, principal ingrediente del fracaso. Que desista de la corrupción y el enriquecimiento ilícito, en un país donde más del 80 % de sus habitantes se sitúan  en la línea de pobreza y pobreza extrema. Un proyecto que nos dignifique como nación, en donde el legado de Sandino de Patria y Libertad, de Dignidad y Soberanía Nacional, en el que coincidimos todos los nicaragüenses, sean los cimientos de una nueva república, la república de todos y no de una minoría. Un proyecto que respete la Constitución Política y el Estado de Derecho. Por eso, a 76 años de su sacrificio y con la inmortalidad de su ejemplo, decimos con la voz en alto: Sandino Vive,  La Lucha Sigue!