sábado, 19 de octubre de 2013

LAS DOS NICARAGUAS: LA DEL BOLSILLO LLENO Y LA DEL ESTOMAGO VACIO


En los últimos días se comenta mucho acerca de la situación económica que atraviesa el régimen orteguista, que unos la consideran excelente por los resultados macroeconómicos, avalados incluso por el Fondo Monetario Internacional, FMI, y otros la plantean como un fracaso, por los resultados microeconómicos que afectan a cerca del 80 % de la población, quienes constituyen la base de la pirámide social de nuestro país. Existen una serie de indicadores claves para medir este desempeño, que en uno y otro caso dan la razón a ambos, sin embargo, los únicos indicadores que aceptan las familias nicaragüenses, que ni son economistas ni están en las cúpulas que manejan el país, es la cantidad puesta en la mesa de los tres, dos o un tiempo de comida que hacen o pueden hacer, lo cual tiene que ver precisamente con el dinero que entra a la casa, ya sea mediante empleo formal, informal o a través de otras “acciones” que se han vuelto necesarias para “ajustar” el presupuesto familiar.

LA MESA SERVIDA

Haciendo un poco de historia, a la salida de su gobierno en Enero del 2007, el Ing. Enrique Bolaños se ufanaba de haber dejado la “mesa servida” al comandante Ortega, debido a la cantidad de proyectos de infraestructura amarrados con los organismos multilaterales; un bajísimo déficit fiscal; un envidiable nivel de fondos provenientes de la cooperación internacional; estabilidad relativa en el INSS, con reservas record hasta ese momento y una administración que reflejaba responsabilidad en el uso de los recursos de los cotizantes; la relación entre el salario real y la canasta básica alcazaba el 56.89 %, lo que significaba que a finales del 2006 con el salario real de ese entonces, los asalariados podían comprar cerca del 57 % de los 53 productos de la canasta básica y finalmente, existía un buen nivel de gobernabilidad, que se volvió precario hasta la casi destitución de Bolaños, en la medida que los intereses del caudillo liberal, Arnoldo Alemán y del entonces opositor Ortega, se conjugaban para repartirse nuevamente el país.

EL GOBIERNO DE LOS POBRES

Llegó al poder Ortega en las elecciones de Noviembre del 2006, de la mano de un afinado Consejo Supremo Electoral, tan afinado que aún no entrega los resultados completos del escrutinio. Iniciaba el período de las vacas gordas que representaba el ALBA de Hugo Chávez, y por supuesto, de la continuidad de los mismos errores del pasado, alentados por el nuevo mecenas, lo que provocaba la salida paulatina de la cooperación externa tradicional. Quedábamos nuevamente en manos de un solo socio externo, algo sumamente ventajoso para el comandante, que vio en esta relación el cambio de su situación económica familiar, por aquello de que “un político pobre es un pobre político”. A la par de la demolición paulatina del Estado de Derecho, la Democracia, las Instituciones y la Institucionalidad, vino la privatización de la cooperación venezolana, marco perfecto para agenciarse plantas de generación eléctrica, buses, vehículos y trigo ruso, gasolineras, depósitos de combustibles, propiedades urbanas y rurales, medios de comunicación y sobre todo partidos políticos, con “dirigentes” políticos incluidos. Comenzaba el Gobierno de los Pobres, que con el fondo musical de la Internacional, regalaba cerdos, gallinas, láminas de zinc, vacas paridas, casas para el pueblo, en una danza populista que tenía como principal objetivo comprar las conciencias de los más necesitados, quienes continuarían así hasta el día de hoy, por voluntad expresa de quien los quiere pobres, para seguir viviendo de ellos.

LA MUERTE DEL MECENAS

El año 2013 se presentaba con negros y espesos nubarrones en el firmamento. Luego de una tenaz lucha contra el cáncer, fallecía Hugo Chávez quien con su partida también se llevaba la continuidad del financiamiento del régimen de Ortega. Dejaba un legado de cenizas en la Venezuela post chavista, con una situación económica deplorable cuya principales aristas son la deuda con China y Rusia, el colapso del sistema productivo, el descalabro financiero de PDVSA, la crisis de disponibilidad de divisas, corrupción galopante en todos los niveles del gobierno y del partido, narcotráfico, pugnas intestinas disputándose el poder, criminalidad alarmante y por supuesto, la agonía de su proyecto político personal: El ALBA. El impacto del fallecimiento del caudillo venezolano no tardaría en sentirse en Nicaragua, unida en cuerpo y alma al destino del difunto.

EL GOBIERNO DE LOS RICOS. EL DESTINO DE LA COOPERACIÓN VENEZOLANA

Los seis años de gobierno del comandante Ortega bajo la batuta de Chávez significó la formación de un emporio económico familiar calculado por los mismos venezolanos en 3,500 millones de dólares. En poco menos de siete años, la familia ortega Murillo se ha convertido en el capital más poderoso del país y uno de los más importantes de Centroamérica. Han consolidado los negocios que comenzaron a construir, creando monopolios, oligopolios y cuasi monopolios en sectores estratégicos de la economía nacional, han incursionado en otros sectores amparados en el poder político que detentan, la información privilegiada que manejan y la ventaja de disponer a su antojo del gobierno y las instituciones del estado. Sin embargo, el enriquecimiento de unos pocos no significa la mejoría de los muchos en nuestro país. A la par que aumentaron los multimillonarios en Nicaragua, 190 con al menos 30 millones de dólares cada uno, con un capital total de 26 mil millones de dólares entre todos ellos (según Wealth-X, con sede en Singapur), han aumentado los pobres y la pobreza.

LA REALIDAD ACTUAL

La muerte de Chávez ha significado la casi desaparición de la ayuda venezolana, quedando únicamente el convenio petrolero que no necesariamente beneficia a todos los nicaragüenses. El esquema desarrollado fue la privatización de dicha cooperación, por lo que el imperio económico que se levantó es igualmente privado y en ningún momento han considerado compartirlo con la ciudadanía. Poco a poco están llegando a su fin las políticas populistas, empezando por los programas “Cero” que tantos réditos políticos dieron. Acostumbraron a sus seguidores, propios y ajenos, al clientelismo, al prebendarismo, a la movilización pagada y ahora que la regaladera está llegando a su fin, las bases despiertan del letargo en que estaban sumidas, aterrizando a la cruda realidad: el precio de la canasta básica ubicada en C$ 11,043.80 y el salario real estacionado en C$ 1,435.50, lo que significa que este apenas cubre el 13 % de la misma; más de 40 mil pequeños productores de café abandonados a su suerte a un año de la aparición de la roya en nuestro país, lo cual es el reflejo del verdadero rostro del régimen: elitista y excluyente; las amas de casa sufriendo lo indecible para que el presupuesto familiar alcance y poder mantener un mínimo de sustento familiar; los hombres de la casa, padres de familia, emigrando fuera del país para poder enviar las remesas que tienen a flote, todavía, la maltrecha economía familiar; la familias poco a poco desintegrándose y con ello avanzando el país en un proceso de descomposición social que impactará a toda la sociedad en el mediano plazo; el empleo, formal, de calidad y bien remunerado es imposible en la Nicaragua de hoy, dado que la escasa formación de la mano de obra atenta contra la mejora de la productividad, y mientras esto siga así, ni habrán mejores empleos ni mejores salarios para esta masa social, mayoritaria por demás.

LA OTRA REALIDAD

En la otra Nicaragua, la del espejismo, la de la ilusión, la del paraíso, la de las maravillas, todos estamos gozando de una magnifica situación económica y vivimos más que felices y bonito. Ya pronto vendrá la época navideña para más circo, aunque haya menos pan. Las encuestas hablan del 60 % de aceptación del gobierno; nos muestran que la población se desvive en agrado a funcionarios de facto, en un intento de lavar la cara ante tanto desastre y abuso en el campo; los programas clientelistas y prebendarios del régimen son excelentemente calificados, algo completamente lógico en un país con semejantes niveles de pobreza, aunque solo una minoría es la que los ha recibido y por consiguiente todos quisieran acceder a ellas; los niveles de aprobación de la “institucionalidad del comandante” están a punto de tocar cielo, aunque la mayoría de los magistrados y funcionarios a cargo de las instituciones del estado, vive en una rampante ilegalidad y finalmente, casi todos los nicaragüenses aprueban el famoso dialogo de los ricos, a un lado de la mesa la familia presidencial y en el otro extremo los verdaderos dueños de Nicaragua, el 20 % que dispone del 80 % de las riquezas que se producen en ella.


Ver para creer.