viernes, 6 de marzo de 2015

PROTESTAS Y ARGUMENTOS QUE NO QUIEREN OIR

Desde hace 42 días, un grupo de ex militares, oficiales retirados del antiguo EPS, mantienen una protesta pacífica, la más pacífica y dramática que pueda realizar el ser humano, la Huelga de Hambre, demandando atención del gobierno hacia sus problemas como gremio y como individuos, sin embargo la pareja presidencial y sus funcionarios gubernamentales -si es que se les puede llamar así a los zombies que pululan en las oficinas públicas- hacen oídos sordos a los reclamos de quienes en su momento expusieron el don más preciado que poseían, por una causa que ellos consideraron y aun consideran justa, defendiéndola bajo el uniforme y las banderas del Ejercito: sus propias vidas.

El Ejercito actual, rebautizado como Nacional luego de la derrota electoral del 90 que recién cumplió 25 años, tiene sus antecedentes en el Ejército Popular Sandinista, EPS, un ejército fogueado y curtido durante los 10 años de guerra civil que se vivió en los años 80’s. La mayoría de esos oficiales que hoy son olvidados, ninguneados y despreciados por el régimen, cargaron sobre sus hombros la responsabilidad de dirigir en el terreno la guerra, ya sea como Jefes de Pelotón, Jefes de Compañía o Jefes de Batallones, tanto en los Batallones de Lucha Irregular, BLI, en los Batallones Ligeros Cazadores, BLC, en las Bases de Apoyo Operacionales, BAO, en los Estados Mayores de Brigadas o en los Batallones Territoriales.

Son ellos los que tuvieron la responsabilidad directa e inmediata de guiar a los miles de bisoños reclutas del Servicio Militar Patriótico, SMP, en el combate contra las fuerzas de la Resistencia Nicaragüense. Son ellos los que cargaban sobre sus espaldas la culpa silenciosa de los muertos y heridos de esos soldados que confiaban ciegamente en la experiencia, en el dominio del terreno, en la capacidad de dirección y en el arrojo y valentía a la hora del enfrentamiento de sus mandos inmediatos. Son ellos los que eran, en parte, objeto de la propaganda de aquellos aciagos días: “TODO PARA LOS FRENTES DE GUERRA, TODO PARA LA DEFENSA DE LA REVOLUCION”, “DE LA FRONTERA NO PASARAN”, “SIN UNA JUVENTUD DISPUESTA AL SACRIFICIO NO HAY REVOLUCION”. Eran estos, los que vivían para las misiones, para el combate, alejados de sus familias y exponiendo el pellejo a cada momento, mientras otros gritaban y coreaban las consignas en la tranquilidad de sus climatizadas oficinas.

Los compañeros ex militares que hoy protestan no están pidiendo nada de lo que no tengan derecho o no se lo hayan ganado. Ellos están exigiendo atención del estado, un estado que se dice revolucionario, un estado que existe porque estos que hoy sufren el desdén y el rechazo, lucharon para hacerlo posible. Y no solo en las trincheras de los años 80`s, también fueron utilizados y manipulados en los 90`s y en los años que antecedieron al 2007. Ya sea como Comandos Electorales, ya sea como fuerzas de choque o como militancia activa y beligerante de todos los procesos electorales anteriores al del 2006, la mayoría de ellos siguieron de corazón a alguien en quien ellos creían y que hoy olímpicamente les da la espalda, los maltrata, los reprime y los engaña.

No hay ninguna justificación de ignorar sus demandas, la mayoría de ellos cotizaron por más de 10 años en el anterior Ejército Popular Sandinista. A ellos no se les consultó de la negociación para capitalizar el Instituto de Previsión Social Militar, IPSM, con sus cotizaciones y con la venta de activos militares al Perú y Ecuador. Ellos no fueron tomados en cuenta a la hora de decidir que los que habían salido a retiro antes del 94 no tenían derecho a beneficios sociales -y estamos hablando de cerca de 12,000 oficiales-. Ellos no están pidiendo que les repartan parte de las enormes ganancias del Holding Empresarial en que se ha convertido el IPSM. Lo que ellos están solicitando es que el estado de la familia Ortega - Murillo, que hoy disfruta a manos llenas del sacrificio y de la sangre derramada por estos oficiales en el pasado, los escuche y los atienda. Es una obligación moral de quienes todavía tienen el descaro de auto llamarse revolucionarios.