sábado, 4 de febrero de 2012

LOS EMPRESARIOS Y EL PODER

A raíz de las últimas declaraciones de la Secretaria de Estado de los Estados Unidos, Sra. Hillary Clinton, en las que por primera vez la Administración Obama cuestiona de manera clara la legitimidad del triunfo de Daniel Ortega en las pasadas elecciones y amenaza con acciones directas en contra de su ilegal gobierno, un grupo de empresarios nicaragüenses corrió apresuradamente a Washington para cabildear a favor de Ortega y tratar de evitar que las amenazas se conviertan en hechos concretos, entre estos, la suspensión de las dos dispensas (waiver) que se tienen que hacer este año por parte del Departamento de Estado. Dicha suspensión traería serias consecuencias para el Régimen de Facto de Ortega, quien no tendría la posibilidad de acceder a los préstamos que los organismos  multilaterales (BID, BM y FMI) facilitan a nuestro país en condiciones muy concesionales.

Como siempre, los empresarios aducen que lo hacen por Nicaragua, por la estabilidad del país y por que al final de cuentas, según ellos, todos pagaremos las consecuencias de las acciones que tomen los gobernantes estadounidenses. Por ningún lado se escucharon las voces reclamando la defensa de la democracia, el estado de derecho, la institucionalidad, la transparencia en los asuntos públicos y mucho menos denunciando el colosal fraude del pasado 6 de Noviembre. La preocupación fundamental, mientras no se diga otra cosa, es la posibilidad de que la situación económica del país se descomponga y los negocios sufran, sobre todo en estos dorados tiempos, en que los grandes capitales disfrutan de la benevolencia del mandamás de turno y los hace partícipes de los negocios que se derivan del usufructo de la cooperación venezolana.

Esta actitud de la clase empresarial en nuestro país no debe de extrañarnos, pues a través de la historia ha sido una constante, salvo una única excepción  en los que, coincidentemente, quien ahora los amamanta era quien los quería destruir. Durante la larga época somocista, fue el patriarca de la dinastía, Anastasio Somoza García, quien acuñó la frase famosa de las 3 P, Plata para los amigos (los empresarios), Plomo para los enemigos (la oposición) y Palo para los indiferentes (los independientes). Fue hasta en el último tramo de la larga noche de la dictadura somocista, que coincidió con el terremoto que asoló Managua en 1972, cuando se rompió el esquema de convivencia armónica entre los empresarios y Somoza. El punto de ruptura lo constituyó la voracidad de Anastasio Somoza Debayle, tercero y ultimo de la dinastía, para echarle mano a la cuantiosa ayuda proveniente del extranjero para la reconstrucción del país, incursionando en los negocios que tradicionalmente eran de sus aliados empresarios. A regañadientes, estos no tuvieron más alternativa que sumarse a la inmensa corriente, encabezada por el FSLN, que daría al traste con la dictadura.

Luego vino el periodo revolucionario, época en la cual una parte importante de los empresarios fueron perseguidos por el gobierno del Comandante Ortega, otros se acomodaron y lograron convivir con él, siempre con el temor a ser confiscados o en el peor de los casos, encarcelados bajo la acusación que nuevamente se ha puesto de moda: ser aliados del imperialismo norteamericano. Se recuerda de aquella época, las visitas a Washington de empresarios y políticos opositores junto a funcionarios gubernamentales para cabildear, ya fuera en contra del corte de la ayuda norteamericana o por el cese del financiamiento a la contrarrevolución. Producto de la represión, fue quedando un vacío en la clase empresarial, que rápidamente fue llenado, ya en las postrimerías del gobierno “revolucionario”, por una incipiente casta de nuevos “empresarios sandinistas”, cuya acumulación primaria de capital fue la Piñata ocurrida durante los escasos dos meses que duró la famosa transición que daría paso al gobierno de Doña Violeta Barrios de Chamorro y la repartición de lo que alguna vez se llamó el “Patrimonio del Partido”.

Finalizados los diez años del período revolucionario, siguieron los 16 años de los famosos Gobiernos Neo Liberales, en los que las características mas importantes fueron: 1) la consolidación del “Grupo de Empresarios Sandinistas”, como les gustaba llamarse; 2) la piñata hecha a partir de la privatización de las empresas de la APP, Área Propiedad del Pueblo y la CORNAP, en una repartición fifty – fifty, entre sandinistas y los pulcros empresarios – funcionarios gubernamentales; 3) la aparición de una nueva casta de empresarios, que proveniente de Miami y de la mano de Arnoldo Alemán, depredaron a sus anchas el erario público, para supuestamente recuperar lo que se les había confiscado durante la Revolución; 4) la puesta en marcha de la contra reforma agraria que, a punta de chequera, restablecía los latifundios, con trabajadores, anteriormente cooperados, incluidos; 5) la aparición de un nuevo polo económico y de poder: El Ejército; y 6) la privatización de los servicios públicos nacionales, que dejó no pocos millones a unos cuantos vivianes de todos los lados. En esta etapa, los empresarios y el poder convivieron en paz y armonía, había plata para todos, los negocios fluían y si había algún problema, era zanjado en las cortes que dominaba El Comandante, previo aporte a la causa.

El año 2007, marca el inicio de una nueva época en el mundo empresarial de nuestro país con la vuelta al poder del Presidente Ortega, quien siguiendo las lecciones del viejo Tacho, bajo el amparo del poder emprende un proceso de acumulación familiar de capital y de acuerdo a los sagrados cánones de los dinosaurios Priistas mexicanos, mediante la creación de los monopolios, que permite precisamente el poder político. Políticos pobres, son pobres políticos. La privatización de la cooperación venezolana fue la oportunidad de oro para consolidar un poderío económico, por su tamaño y rapidez, nunca visto en nuestro país. Monopolio de la importación del petróleo, monopolio en el almacenamiento del crudo, monopolio en la distribución de combustible a las plantas de generación eléctrica, cuasi monopolio en la distribución de combustible, mayor generador de energía en el país y para rematar, prestamista al estado para pagar las deudas a los generadores de energía.
Habiendo aprendido la lección de sus antecesores, Ortega ha sabido mantener una excelente relación con el gran capital y la mayoría de la clase empresarial fuerte en el país, dándoles participación en los múltiples negocios que a partir de la cooperación venezolana se van generando. Los más grandes están felices disfrutando del cuerno de la abundancia, los pequeños y micro empresarios que se defiendan como puedan. Por eso es que vemos delegaciones viajando al norte y veremos todavía mas, hablando de los aciertos en el manejo macroeconómico del país, de la estabilidad social y de la mejoría económica que en escasos cinco años ha habido en el país. No importa si la productividad del país ha descendido. Si la competitividad empresarial se basa en los reducidos salarios que devengan los trabajadores. Si los supuestos records de exportaciones nacionales se debe a  los altos precios de nuestros productos, no al incremento de los volúmenes de exportación.

Los oiremos hablar de la necesidad de que El Comandante siga en el poder por mas tiempo para que continúe el rumbo de prosperidad y de bonanza económica, que de acuerdo a ellos vivimos, independientemente de la legalidad y legitimidad de esta continuidad o de la injusta equidad en la distribución de esta riqueza. Desgraciadamente, ninguno de los oficiosos defensores del Régimen tendrá la suficiente entereza para hablar en Washington sobre Democracia, Transparencia o Estado de Derecho, mucho menos del Gran Fraude Electoral del pasado 6 de Noviembre. Eso atenta contra los negocios. De eso es mejor no hablar.    

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