Rápidamente, Ortega y su
camarilla gobernante se encaminan a una quinta etapa del proceso represivo que
desarrollan en nuestro país, en un vano intento por establecer sus propias
condiciones ante el escenario de una eventual negociación de la que no podrá
escapar, por mucho que su aparato propagandístico nos quiera vender una
supuesta normalización de la situación en Nicaragua.
De la Represión Inicial Generalizada
durante los meses de Abril a Junio, pasó a la fatídica “Operación Limpieza” de
los tranques en el mes de Julio, rememorando y superando con creces las famosas
operaciones limpiezas hechas por Somoza y la Guardia Nacional luego de la
insurrección de Septiembre del 78, en donde, igual que en el 2018, se
cometieron crímenes execrables en contra de la población civil, muchos de ellos
dentro de la categorización de Crímenes de Lesa Humanidad. Luego
pasó a ejecutar la Represión Selectiva, sobre todo de los jóvenes, como una
medida de castigo y lección para todos aquellos que se “atrevieron” a atentar
contra la estabilidad del modelo de país que ellos venían construyendo para la
familia en el poder, su camarilla política y militar y demás cómplices. Posteriormente
vendría la etapa de la Criminalización de la Protesta Ciudadana, para evitar
que la población nicaragüense continúe cívicamente en las calles exigiendo
Justicia, Democracia y Paz, contradiciendo la propaganda oficial de
“normalización” que afanosamente el régimen trata de vender al exterior. Ahora,
la represión orteguista se transforma en lo que podría considerarse la etapa
final, la Construcción y Consolidación de un Estado Fascista, en donde la
mayoría de sus características están presentes.
Desde su llegada al poder en
el año 2007, el binomio gobernante impulsó el Totalitarismo como forma de
gobierno. Poco a poco eliminó las voces disidentes a su gobierno, unos por la
vía de la cooptación económica, otros mediante el chantaje y la amenaza y otros
por el cierre de todos sus espacios políticos. La retórica oficial era que
vivíamos en un país de buen gobierno, con un modelo económico y social de
absoluto consenso, en el que no era necesario cuestionarlo porque todos
estábamos bajo el manto del estado protector. El partido sandinista, devenido
en una secta política y religioso - esotérica, el Orteguismo, se convirtió en
omnipresente y todopoderoso, acaparando todos los espacios políticos y sociales
posibles, eliminando por las vías de hecho los mecanismos de expresión y
participación ciudadana ajenos al gobierno. A partir de abril, amparados en la
represión armada, intentan culminar la obra y con todo cinismo se esfuerzan en convertir
al estado orteguista en la única vía de expresión valida, en el interlocutor
único, en el canalizador de todas las aspiraciones del ciudadano de a pie, una
versión aumentada y corregida del modelo cubano, reduciendo la libertad
individual a la mínima expresión. El ciudadano ha desaparecido, lo han
convertido en un cliente político afín al gobierno si se adapta al sistema o en
un enemigo al que hay que “exterminar” si se opone a los designios de la pareja
gobernante. El totalitarismo y el verticalismo será el modelo a impulsar, como
la etapa previa de lo que ya vienen adelantando, la imposición de una
mentalidad Militarista que aplaste a la sociedad nicaragüense, la consecuencia
más visible de la consolidación del estado fascista.
Los cuadros políticos que
funcionaban a nivel departamental y municipal, poco a poco vienen siendo
sustituidos por las viejas figuras de la guerrilla sandinista que
ensangrentaron sus manos en estos meses de represión. Ortega culpa a los
primeros de ser los responsables de la destrucción de la burbuja en que vivían,
del “País de las Maravillas”, el país de mentiras que gobernaban a sus anchas. Los
señalan de no advertir a tiempo lo que se venía, que hicieron un mal trabajo
con las bases, que desgranaron al partido y por increíble que parezca, los
acusa de no involucrarse con más firmeza en la represión durante estos meses
aciagos.
Por eso, en el nuevo estado
no hay cabida para remilgos morales, lo único que vale es la lealtad al
Caudillo. Los escogidos son los que están
dispuestos a matar por él, los que están dispuestos a dar la vida por
él, los que están hasta la coronilla con los crímenes, los que están en el
mismo barco que Ortega y por consiguiente ocupando la misma tabla de salvación.
Los nuevos jerarcas intermedios, el segundo escalón de mando del orteguismo en
los territorios, antiguos cuadros guerrilleros, achacosos, enfermos,
alcohólicos, eternos fantasmas de las nóminas estatales, los que durante once
años disfrutaron de las prebendas y bondades de la pareja presidencial, son la
nueva correa de transmisión del Estado Fascista que recién se estrena. Son los
elegidos del caudillo para intentar prolongar la agonía. Han comprado
totalmente la propaganda oficial del “Golpe de Estado a la Segunda Etapa de la
Revolución” y son peligrosos por ser los primeros fanáticos que defenderán a
sangre y fuego el nuevo fascismo orteguista que ya se vislumbra en nuestro
sufrido país.
1 comentario:
de acuerdo roberto, quiero compartirte algo, tu nombre voy nombrado, valga la redundancia, en una reunión recientemente con un montón de viejos, achacosos, como dice, para deefender a ortega, pidieron lealtad total... dirigieron raúl venerio, dámaso vargas y un coronel Riguero,...fue en el auditorio del parque japonés... quiero compartirtelo, tienes correo electrónico ? para escribirte y contarte...
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