sábado, 27 de octubre de 2012

VOTAR O NO VOTAR, HE AHÍ EL DILEMA

A escasos ocho días de efectuarse las elecciones municipales, la gente que aun guarda un poco de esperanzas en que se respete el voto popular, se debate entre la incertidumbre de si ir o no a votar el próximo 4 de Noviembre. Nunca ha sido tan evidente el poco interés en elección alguna por parte de los votantes como en estas municipales, en las que el mensaje ha sido más que claro por parte de los partidos políticos participantes, poniendo candidatos en su mayoría sin brillo, ajenos a sus propios partidos, desmotivados e incapaces de motivar al resto, con movilizaciones y campañas electorales que dan más lástima que entusiasmo, desprovistos de mensajes y propuestas y esperando únicamente la presencia de los “de arriba” para deslucir menos en las calles.

Para nadie es un secreto que lo palpado en los municipios durante estos días de un inexistente periodo de campaña electoral, no es más que el reflejo de la opinión y el sentimiento de los partidos políticos acerca de los comicios que están por llegar. Nadie gasta en propaganda, no por falta de dinero o por austeridad, sino más bien porque saben de antemano los resultados que obtendrán el 4 de Noviembre. Han tenido el máximo cuidado en no “quemar” a sus principales cuadros políticos, ya que de haberlos puesto en las diferentes candidaturas, el mensaje hubiera sido otro y no el que realmente dan a la población y a sus bases: Van a participar en este proceso electoral, no a competir para ganar. Pretenden salir cuanto antes de este requisito electorero, pero con el menor daño posible, lo cual es muy difícil de asegurar, pues cada día que pasa la población aprende mucho de los errores, bandeos y veleidades de la clase política tradicional.
El orteguismo, sangrando profusamente de las heridas abiertas por la vieja guardia sandinista que ha sido apartada del proyecto murillista, no necesita esforzarse mucho para alzarse triunfador en estos comicios. Teniendo en su nomina al que cuenta los votos, la victoria está asegurada. No importa si los que han sido desplazados del partido de gobierno no van a votar o votan en contra, o si todos los que vayan a votar lo hacen por algún partido opositor (de verdad o de mentira), al final lo que vale es quien cuenta los votos y quien es el que va a anunciar, de manera inapelable, los resultados finales: No menos de 130 alcaldías municipales, adelantamos desde ya, para el oficialismo y el resto repartido a discreción entre los que se portaron bien participando y avalando los resultados, entre los socios de siempre y entre los zancudos y neo zancudos de última hora.

Algunos dirán que en la zona norte existen condiciones para ganar, que se ha ganado siempre en determinados municipios, que aunque no hayan condiciones la población opositora hará valer su peso, etc., etc. Posiblemente tengan razón, aunque la pregunta del millón siempre será: Si en el 2011, que habían mejores condiciones para revertir el fraude, porque no se hizo? Había fiscales, había voluntad de defender el voto, mal que bien, existía una organización territorial en la que participaban las principales fuerzas opositoras, sin embargo el fraude se dio y nada de lo que se pretendió hacer para garantizar el respeto a la voluntad popular que salió a votar se hizo. Los líderes sabrán sus porqués, pero la población olio algo feo y ahora no está dispuesta a arriesgar el pellejo por algo y por alguien en el que no creen.
Sumado a todas estas circunstancias, se agrega el hecho de que los niveles de abstencionismo en las elecciones municipales siempre son elevados, algo inexplicable cuando estamos hablando de elegir a las autoridades locales, que son las que tienen que ver con el día a día de la población, las que se relacionan directamente con el ciudadano, que nos afectan personal y familiarmente con las decisiones que tomen en el ejercicio del poder edilicio. Desde el año 90 a la fecha, la abstención ha venido creciendo de manera alarmante. Del 13 % en ese año, hasta llegar al 47 % aproximadamente en las penúltimas elecciones municipales, porque las ultimas, en el 2008, fueron inauditables, o lo que es lo mismo, fue imposible conocer cuántos fueron los votos para cada partido político, por la magnitud del fraude cometido.

Nadie duda de que la historia se repetirá el próximo 4 de Noviembre, pues el desparpajo con el que ha actuado el CSE y en particular su Presidente, es único. Acostumbrado a cambiar las reglas del juego a mitad del partido según la conveniencia de su patrón, a jugar con los dados cargados, a revertir los votos al igual que lo hacia el célebre Modesto Salmerón y con partidos que van a la contienda en calidad de quintas columnas, todo hace presagiar que el guion será el mismo y por consiguiente los resultados iguales también: Un nuevo fraude que se suma a los cuatro anteriores, 2006, 2008, 2010 y 2011, que no hará mas que alejar a la ciudadanía de los partidos políticos y de la clase política tradicional, incrementar la desconfianza en este CSE, en sus autoridades y en el Sistema Electoral que estos personajes administran, y lo que es peor aún, la falta de credibilidad en las elecciones como única forma civilizada que tienen los pueblos para cambiar gobernantes.
Sin embargo, no podemos dejarnos avasallar ni por las actuales circunstancias, ni por esta clase política que continua con el tradicionalismo instituido desde los tiempos de Anastasio Somoza García, ni por este gobierno enemigo de la institucionalidad, del estado de derecho, de la legalidad, de los principios y de los valores revolucionarios que alguna vez sus dirigentes tuvieron. Debemos creer que tarde o temprano, con la dignidad que caracteriza a los pueblos, los que hoy nos desgobiernan serán solo una oscura referencia en nuestra historia, al igual que son los Somoza hoy en día, y los nicaragüenses tendremos la posibilidad de poder tener elecciones libres, transparentes y honestas, donde podamos votar y elegir a quienes nos gobiernen pensando en sus meritos, capacidades y fortalezas personales y no porque es el más pillo, el más truculento o el que ofrece más.

 

 

 

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